Jujutsu Kaisen (Gay) Collection

10: Ugly Sad Boy

Autor: KatlnnRotato

Pareja: Sukuna x Megumi

Palabras: 5956

Advertencias: Ninguna

Original:
https://archiveofourown.org/works/20739503

Resumen
Sukuna, un Dios de la Calamidad, vive una vida de aburrimiento, maldiciendo en silencio a la humanidad por haberle atrapado en un santuario que construyeron para honrarle. Un joven acude a su santuario tras siglos de soledad, y Sukuna se interesa por él.

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Los seres regios como dioses y deidades existían. No eran algo creado de la nada que un loco se inventó hace siglos. Simplemente habían dejado de mostrarse a los humanos tras años de mala conducta y habían perdido la esperanza en la gente que les daba su fe.

Al igual que los humanos, había dioses buenos y dioses malos. Algunos odiaban a los humanos y otros los amaban. Normalmente permanecían solitarios, aparte de los diversos ayudantes que vigilaban los santuarios y templos en los que vivían.

Sukuna era uno de los muchos dioses de la guerra, la destrucción, el hambre y otras cosas terribles que podían ocurrirle a la humanidad. Si la gente le rezaba, normalmente lo hacía con la esperanza de que no les ocurriera ninguna de estas cosas terribles o porque estaban locos y deseaban sangre.

Pero era raro que Sukuna recibiera visitas. Permanecía solitario la mayor parte de sus días, ni siquiera un ayudante divino que buscara socorrerle. No, todos habían huido después de las horribles condiciones en las que los puso por puro aburrimiento.

Los humanos le interesaban poco. Los seres divinos le aburrían. Los espíritus no eran más que molestas plagas. Y los Dioses compañeros estaban demasiado metidos en sus propios asuntos como para proporcionarle ningún entretenimiento.

No había ni una sola alegría en su miserable vida.

Una vez que le habían construido un santuario, había quedado atrapado en él, sin poder explorar más que un cierto radio alrededor del bosque llano en cuyo centro se encontraba.

No había nada que ver ni nada que matar. Su aburrimiento duraría una eternidad bajo el hechizo en el que le habían atrapado los humanos.

Una vez libre, los destruiría. Ese era su único deseo.

Tantos siglos duraron así. Sukuna maldijo en silencio a la humanidad mientras los humanos evolucionaban, prosperaban y lo dejaban en paz.

Entonces, un día, una cantidad insondable de siglos después, un niño pequeño -de unos 5 años- apareció ante Sukuna.

El camino hasta su santuario había sido largo, así que el niño parecía agotado, pero no sólo por eso. Estaba magullado, sangraba por varias zonas y estaba cubierto de suciedad. Estaba claro que el chico había tenido algún tipo de pelea y, por el aspecto de sus nudillos, no había sido unilateral.

Al ver al chico solo, Sukuna resumió que había estado luchando por sí mismo y sólo por sí mismo. Parecía que incluso a lo largo de los muchos siglos que había estado alejado de la civilización, algunas cosas no habían cambiado. Algunas personas siempre tendrían que luchar solas.

Sukuna observó al chico, sin moverse de donde solía sentarse, delante de su santuario. Estaba profusamente tumbado, apoyando el codo en la sucia madera con la mano sosteniendo la cabeza. El resto de su cuerpo estaba apoyado en el suelo con una sola rodilla doblada hacia arriba.

El chico no se fijó en él, no lo haría a menos que se diera a conocer.

Parecía estar en su propio mundo, arrastrando los pies hacia delante y luego encorvándose detrás de uno de los podios sobre los que sus bestias divinas solían sentarse para vigilarle. Apoyó la espalda en él y el resto de su figura se hizo un ovillo, rodeándose las rodillas con los brazos.