❝Enterré las cenizas de mi pasado para jamás arder de nuevo.❞
→ Aki estaba muy familiarizada con el calor del fuego, las quemaduras alrededor de su cuerpo contaban historias que nadie desearía escuchar. Aunque las cenizas no podían volver a arder, s...
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LA LLEGADA DEL AVATAR.
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Aire. El elemento de la libertad.
Los Nómadas Aire se desligaron de las preocupaciones mundanas para encontrar paz y libertad... demasiado gentiles y amables, veneraban cada vida como si fuera la suya propia. Y esa misma mentalidad fue la que le permitió a la Nación del Fuego acabar con ellos, dejando pronto los templos vacíos y un Avatar que desapareció justo en el momento en el que su gente más lo necesitaba.
Así el aire dejó de tener un dueño y volvió a ser libre.
Al menos fue así hasta que cierta chica de ojos grises despertó aquella mañana. El viento que entró por la ventana comenzó a girar a su alrededor, retirando la sábana que la cubría y ayudándola a realizar sus tareas matutinas. Tanto moverse por su habitación como vestirse eran acciones que realizaba con la ayuda del aire, una parte más de su cuerpo y alma.
Aki se miró al espejo, tratando de arreglar lo mejor posible su cabello. No sabía bien cuándo necesitaría teñirlo de nuevo, ya que algunas hebras de su pelo ya comenzaban a crecer de su color natural. En cualquier caso, le pediría ayuda a Suki para no volver a dejar su pelo hecho un completo desastre. Porque a veces necesitaba pedir ayuda a pesar de que su orgullo pudiera con ella, después de todo había pasado mucho tiempo sin tener una figura paternal que le enseñara a hacer pequeñas cosas como esas.
Dejando listo su pelo una vez ató varios mechones a un lado con su lazo, fijó su mirada en los venenos que había sobre la mesa.━Más vale que estos paralizantes funcionen... si los idiotas de la Nación del Fuego llegaran aquí algún día, no quiero quedarme cruzada de brazos.━murmuró mientras se estiraba.━Debería meditar un rato. Kaze se molestará si no lo visito.━consideró, o al menos era lo que planeaba hacer tras terminar sus venenos hasta que su tranquilidad se vio interrumpida por un repentino estruendo en las calles de la aldea.
¿Tan rápido habían llegado los Maestros Fuego y ni siquiera se había dado cuenta? Porque si se trataba de eso, estaba más que dispuesta a patear varios traseros, o bueno, mejor dicho a dejarlos fuera de combate ya que no creía que sus piernas se recuperaran mágicamente de la nada. Y quizás también debía de dejar de bromear acerca de sus problemas como una persona cuerda.
