La invocación

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«En el pasado el reino de Aethel era amenazado por una fuerza maligna en forma de tormenta a la cual nombraron  "Tempesta" que se propagaba a gran velocidad y ningún hechicero o caballero podía hacerle frente ya que los monstros que emanaban de aquella eran superiores a todos. 

No fue hasta que un misterioso alquimista logro capturar y debilitar a aquella tormenta encerrándola en una jaula hecha de un mineral más resistente que el diamante, llamado lonsdaleita un mineral formado durante el impacto de meteoritos. 

La gente al ver este suceso quedo impactada pero al momento de querer preguntarle que quien era el solo sonrió y dio media vuelta para alejarse entre la niebla.»

Eso era lo que mi madre me contaba antes de acostarme, recordé la historia y me recosté sobre mi cama pensando que si lo que estaba a punto de hacer era lo correcto.

«¡Debés ser capas de decidir lo mejor para tu reino!», las palabras de mi padre aparecieron en mi mente y me hicieron levantarme de inmediato, salí de mi alcoba,  me dirigí a la sala donde se encontraba mi padre.

—Padre—le hable con un tono serio, el solo se limito a levantar la cara—ya e decidido que realizare la invocación, si es para mantener al reino seguro de Tempesta, estoy dispuesto a correr el riesgo—

—Me alegro de que tomaras esa decisión, al fin entraste en razón— dijo con su tono seco y cortante—preparate porque mañana a primera hora será la invocación—

—Esta bien—conteste y me dirigí al jardín donde se encontraban los hechiceros que harían el conjuro para traer a nuestro salvador.

A la mañana siguiente en la ceremonia de invocación  todos estábamos nerviosos y con la duda de que si funcionará o no.

El hechicero principal lanzo las palabras de inicio, el lugar se llenó de una luz intensa, al finalizar el destello, el lugar se llenó de un silencio confuso dejando a la multitud con la duda.

—¡¿Por qué no ocurrió nada?, ¿Dónde está el alquimista?!—grito mi padre enfurecido y atónito por tal escena.

—No se que fue lo que salió mal—el hechicero contesto confundido.

—¡Tú!—mi padre lanzo un gritó y me miró fijamente, yo quede atónito—¡Eres una deshonra, es todo por tu culpa!—me empezó a insultar, me quedé callado con la mirada baja, de repente otro rayo de luz iluminó la escena.

—Mi señor—el hechicero comento—¡el salvador a aparecido!—el sonido de los aplausos destruyo aquella escena incomoda.

—Felicidades hijo, es la primera cosa que haces bien—comento como si lo anterior nunca hubiera pasado y se dirigió a donde estaba el joven que acaba de ser transportado sin su conocimiento.

El joven estaba desconcertado, tenia el cabello castaño amarrado en una coleta y sus ojos verdes trataban de ajustarse a la luz del ambiente.

—Un gusto saludar a nuestro salvador, mi nombre es Caspian, el  monarca de este reino—hablo mi padre con una sonrisa y estrechándole la mano—perdone nuestro atrevimiento de convocarlo sin su conocimiento, pero necesitamos de su ayuda.

—Un gusto, pero ¿Por qué estoy aquí y que es eso de que soy su salvador?—cuestiono con un tono lleno de incredulidad.

—Permítame presentarme, me llamo Leif y soy el responsable de que usted este aquí ahora mismo—me acerque a donde se encontraba—le ofrezco mis disculpas pero es de suma importancia su presencia, le pido de favor que nos acompañe—lo invite a seguirme hasta el salón principal.

ENTRE DEBER Y PASIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora