Tiempos Difíciles en Casa

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Si bien podría describirme como una mujer selectiva y, en ocasiones, un tanto misándrica de manera humorística, cuando se presenta ante mí un hombre que despierta mi interés, soy capaz de justificar incluso los actos más atroces. Después de nuestro extraño encuentro, comenzamos a salir con mayor frecuencia, no hay que ser un genio para saber que Alastor está al pendiente de que alguien esté al tanto de nuestros encuentros y pueda pasar la voz al resto. Al igual que el resto, las contradicciones son parte de mi persona, incluso notando su astuto juego decidí voltear la mirada al asunto.

Durante una de nuestras citas, en medio de una conversación trivial, Alastor comentó sobre unas florecillas que adornaban el lugar. "Son preciosas estas florecillas", dijo él con sus ojos sobre mi. Yo asentí con indiferencia, respondiendo con un simple "Sí, sí, son divinas". A pesar de la aparente banalidad del momento, aquella cita fue una de las muchas que me atraparon por completo. Aunque debo admitir que su sonrisa, en ocasiones, se volvía espeluznante, aunque nunca dejé de desearlo, de querer más de él.

Poco a poco, fui desentrañando los misterios que envolvían a Alastor. Era un hombre oriundo de Luisiana, cuya convivencia con su madre llegó a su fin tras el trágico desenlace de una neumonía. En cuanto a su padre, la situación es compleja. Alastor, en su hermetismo, nunca dejaba escapar una palabra sobre él. Esto es lo que pude recopilar hasta ahora.

A pesar de las noches encantadoras que compartíamos, riendo hasta la extenuación, siempre me quedaba en la incertidumbre acerca de sus verdaderos sentimientos y pensamientos más profundos. Una parte de mí siempre permanecía alerta ante los encantos que desplegaba. En más de una ocasión, me cuestioné sus verdaderas intenciones, pero no podía negar que me trataba con una atención especial. Era una envidia para el mundo exterior, y yo, por mi parte, disfrutaba de cada momento en su compañía

A medida que los meses se desvanecían, sentí que este hombre se convertía en un amigo distante con quien disfrutaba reír. En una cita bajo las cálidas luces amarillas que colgaban sobre nosotros durante una cena romántica nocturna, me pidió formalmente que fuera su novia. Era algo que ya veía venir y acepté con gran alegría. La noticia se extendió rápidamente como agua derramada sobre una mesa, y no pasó mucho tiempo antes de que el mundo se enterara de nuestra relación.

Aunque nuestros encuentros íntimos se llevaban a cabo en secreto y en la oscuridad, noté que Alastor siempre se mantenía taciturno, difícil de descifrar. Era una tarea ardua obtener una expresión genuina de su parte. Con la excusa de poder llevar a cabo estos actos de manera más libre, decidimos comprometernos mutuamente en el año 1928. A pesar de que Alastor me llevaba una década de edad, nadie parecía darle importancia a algo tan trivial como la diferencia de edad.

En el enigma que envolvía a la familia de Alastor, más allá de su madre, mi ahora hombre se negaba rotundamente a pronunciar palabra alguna sobre otros miembros de su linaje, se ocultaba un misterio que alimentaba mi curiosidad. Aunque me encontraba familiarizada con numerosos colegas y amigos de Alastor, su árbol genealógico permanecía en las sombras, sus raíces sumidas en un halo de misterio. Las maravillas que su madre en la boca de Alastor sobre mis oídos avivaban mi admiración, casi rozando el fanatismo hacia una mujer que, lamentablemente, permanecía inalcanzable, un enigma impenetrable que nunca tuve el privilegio de conocer en persona.

En contraste con Alastor, mi existencia aún se encuentra enlazada a una familia que aún debo presentarle. Una familia numerosa, compuesta en su mayoría por mujeres de carácter enérgico y algunos hombres en la penumbra. Mi padre, como figura dominante, ha sido mi guía en los primeros pasos hacia la sexualidad, aunque con un sabor agridulce que aún perdura. Serán testigos del encuentro entre el hombre que he amado desde mi adolescencia y el padre que ha dejado una marca indeleble en mi ser.

El encuentro llegó poco después de la propuesta, cuando las miradas de mi padre y mi amado se entrelazaron en un duelo silencioso, envuelto en una extraña aura de competitividad. Era una escena desconcertante, pues aunque era fácil entender cómo podía haber rivalidad entre dos hombres que representaban diferentes aspectos de mi vida. A su vez si mirabas en su retorcida mente, eran aspectos similares. Mientras mis dudas y confusión se agolpaban en mi mente, una tétrica conversación, disfrazada de formalidad, se desarrollaba a nuestro alrededor.

En aquel diálogo tenso, en el que yo me convertía en una mera espectadora, atendiendo a las necesidades de la ocasión, ofreciendo comida y bebidas, mi participación en la conversación era casi nula. Era como si mi voz se hubiera desvanecido en el aire, eclipsada por la sombra de los celos que emanaban de los ojos de mi padre hacia mi amado. Él sabía que ahora había perdido el control que una vez ejerció sobre mí. ¿Acaso tu retorcida envidia carcomía tu alma, padre? ¿Este es el precio que debo pagar por ser tu favorita?

A pesar de la angustia que me embargaba, me esforcé por mantener la postura, ocultando mis propias emociones bajo una máscara de serenidad. Sabía que debía proteger mi amor y defender mi derecho a la felicidad, incluso si eso significaba enfrentarme a la tormenta que se desataba en el corazón de mi padre.

En medio de las conversaciones pasivo-agresivas entre mi padre y mi hombre, mis hermanos y hermanas parecían rendirse ante su encanto y lo admiraban fervorosamente. Sin embargo, era Elena, mi hermana mayor, quien destacaba entre todos, mostrando un interés desbordante en cada palabra que mi hombre pronunciaba. Verla reír a su lado y lanzarle halagos en mi presencia resultaba insoportable, pero yo, con una compostura imperturbable, ocultaba mi angustia tras una sonrisa que debido a mi trabajo era fácil actuar.

Tras aquella reunión, el fue invitado a más encuentros familiares en los que las conversaciones se volvían una bomba a punto de estallar, con mi padre en el epicentro y Alastor, como un niño jugando con cerillas. Sin embargo, mi hermano Arthur siempre estuvo allí para aliviar esas tensiones, con actividades masculinas que no me interesa en lo más mínimo describir.

Tenía conocimiento de que Elena le enviaba cartas a Alastor a mis espaldas, pero decidí no preocuparme cuando él me confesó, con palabras despectivas hacia mi hermana. Mi hermana no me preocupaba en lo más mínimo, ya que sabía perfectamente que su comportamiento no se limitaba solo a mí, sino que también se entrometía en las relaciones de mis otras hermanas. Incluso recuerdo que se involucró con el novio de mi fallecida hermana Carmen, pero ese es un tema que prefiero no abordar debido a la falta de tiempo que me impone esta situación.

Entiendo que el tiempo es limitado y es difícil para mí describir todos los detalles en este momento. Mi mano comienza a doler y mi ansiedad aumenta mientras la sangre de alguien se derrama en las escaleras de esta imponente mansión. Sin embargo, antes de explicar cómo llegué a esta situación, me gustaría hablarles sobre nuestra boda.

En cuanto a los preparativos, en términos económicos, Alastor, siendo un locutor de radio destacado, y yo, una actriz imponente, nos encontrábamos sumidos en un mar de gastos casi ilimitados cuando se trataba de nuestra boda. Alastor solía mencionar, con esa peculiar mezcla de nostalgia y anhelo en su voz, cómo deseaba que su madre pudiera ser testigo de cómo su sueño se estaba convirtiendo en realidad. Él, finalmente, se estaba casando, y eso, sin duda alguna, habría sido un anhelo profundo en el corazón de su difunta madre.

La responsabilidad de estar al tanto de cada detalle y, al mismo tiempo, mantener mi carrera en el mundo del espectáculo, recaía sobre mis hombros. Alastor, por su parte, se limitaba a desembolsar los recursos financieros necesarios. No puedo negar que esta situación resultaba estresante, pero a pesar de ello, cada elemento de la boda era simplemente un deleite visual. Era un sueño hecho realidad, algo que alguna vez imaginé en mis días de juventud, cuando las ilusiones y las esperanzas eran tan vívidas como las luces de un escenario.

Durante la ceremonia nupcial, nos encontramos en el recinto sagrado de una modesta iglesia. A pesar de las expectativas de una celebración extravagante, mi estilo personal se inclinaba hacia la sencillez. Así que, rodeados de un círculo íntimo de amigos y familiares, dimos el paso hacia la unión matrimonial. Sin embargo, me sorprendió profundamente la ausencia de cualquier miembro de la familia de Alastor en aquel día tan especial. En lugar de eso, solo estaban presentes sus colegas y amigos más cercanos. Aunque me invadía la curiosidad por conocer la razón detrás de esta ausencia familiar, temía adentrarme en un territorio peligroso. Cada vez que intentaba indagar sobre su familia, sus respuestas se volvían cortantes y pasivo-agresivas, hiriendo mis sentimientos. Me aterrorizaba llegar al punto en el que ya no pudiera soportar más preguntas, así que decidí mantener mis labios sellados, ocultando mis inquietudes más profundas.

Fuego Pálido (Alastor X Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora