Había una vez un chico de nombre Javier, era un pequeño muy alegre. La gente decía que tenía una mente activa. Le encantaba jugar, bailar y cantar.
Un día, al irse a dormir, soñó. Soñaba que estaba encerrado, era un lugar completamente oscuro, pero hacía calor. Necesitaba encontrar la llave, que abría aquel cerrojo, para poder escapar. Con detenimiento observó todo el lugar, vió las llaves a lo lejos, pensó que podría escapar de aquel lugar que le estaba aterrando.
Gateó hasta ellas y al tenerlas en sus manos abrió aquel cerrojo. Salió por la pequeña puerta intentando adaptar sus ojos a la luz de afuera. Al estar fuera, se giró a ver dónde estaba encerrado. Giró sobre sus talones, y vió un horno. Sintió un temblor y que todo el lugar se le venía encima. Cerró los ojos, pero no sintió el golpe. Al abrirlos, estaba en su cama, con un libro al lado. No debió leer Hansel y Gretel antes de dormir.