1. La torre perdida

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Zarín

Año 3376 3E

El dia de hoy el cielo está nublado; pocas zonas se ven iluminadas por los rayos del sol y el suelo se encuentra aún húmedo por la lluvia de que cayó por la noche, lo que hace que los caballos del carruaje luchen por avanzar de la mejor manera en un terreno tan embarrado donde no queda ningún tipo de actividad humana a kilómetros a la redonda. 

Se me ha encomendado la tarea de acompañar de nuevo al mago de la corte de Lamaril Valkator a unas viejas ruinas en una zona despoblada. Valkator es conocido por su barba blanca que le llega hasta el pecho, ojos dorados con una mandíbula perfilada y cara de bonachón con una túnica marrón. Acompañándolo conmigo está otro guardaespaldas, un joven rubio con ojos verdes, alto y fornido con una cicatriz en el ojo izquierdo y una pequeña marca de quemadura en el brazo derecho, protegido con una armadura de acero y cuero.

—Todos habían perdido la esperanza; era el único lugar que quedaba por investigar, como si hubiera desaparecido de la nada... —Dijo Valkator expresando muecas inquietantes.

Un pequeño silencio quedó en el ambiente.

 —¿Bueno, qué te parece la historia? —exclamó Valkator, mientras me sonreía.

—Vamos, ¿no te estarás creyendo eso, verdad? Esos libros no existen viejo. —dijo Valen, mi compañero mientras bebía una botella de vino especiado de Nordenfarm.

—Pues claro que es real, en mi antigua aldea se contaba esa historia para asustar a los elfos jovencitos y así no se atrevieran a ir al Bosque Negro. —dijo Valkator mientras nos sonreía de forma siniestra.

—¿Y qué pasó con el elfo, señor? —pregunté con curiosidad a Valkator.

Esa historia resultaba aterradora pero a la vez sumamente intrigante. El mago, Valkator, me reveló más detalles sobre el elfo perdido, cuyo nombre era Kin Al y provenía de la tierra de Ariel·renos, al igual que él. Algunos especularon que se había quitado la vida; otros sostenían la teoría de que algún Akmora lo había capturado, mientras que las malas lenguas afirmaban que aún vivía en nuestros días, gracias a una marca mekken.

—¿Mekken? —nunca había oído esa palabra.

—Es una marca de nacimiento extremadamente rara... aquel que la reciba será inmortal al paso de los años. —me respondió Valkator.

A medida que el viaje transcurría y Valkator nos contaba más historias, desvaneciéndose los prejuicios sobre magos aburridos o estrictos, el viaje se volvía cada vez más intrigante. Sus relatos nos envolvían mientras cruzábamos los sinuosos caminos, cada historia más cautivadora que la anterior. 

Finalmente, llegamos a nuestro destino: una majestuosa torre de piedra. La estructura, que se erigía ante nosotros, databa de aproximadamente dos eras atrás, y el tiempo parecía no haber dejado su huella en sus imponentes paredes. La conservación de la torre era asombrosa para llevar tanto tiempo abandonada, y la sensación de misterio creció en mí aún más al contemplarla en toda su esplendorosa figura olvidada.

—Hemos llegado, jóvenes. Coged las dos bolsas; seguramente las necesitaré para extraer el artefacto.

—Como digas, pero pensaba que veníamos a protegerte, no a ser tus sirvientes. —dijo Valen con tono vacilón mientras cogía una bolsa a regañadientes.

Tomé una bolsa y algunos de los objetos de estudio de Valkator, incluyendo un par de varitas de diferentes tamaños y dos piedras mágicas azules. Me dispuse a subir la torre junto a Valen, escoltando a Valkator. La escalera en espiral, tallada en piedra, estaba excepcionalmente bien conservada, al igual que el exterior de la torre. Las paredes presentaban decoraciones desconocidas para mí con figuras humanoides haciendo una especie de danza a un objeto en forma de garra. 

Libro negro: La garraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora