CAPÍTULO I

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Sus pies se movían a toda velocidad entre la hierba húmeda, su corazón latía con furia debido a la discusión con su madre

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Sus pies se movían a toda velocidad entre la hierba húmeda, su corazón latía con furia debido a la discusión con su madre. A pesar de que la oscuridad del bosque envolvía a Harue, por su mente no cruzaba el temor, sino lo contrario, una extraña liberación.

   Inhalar el aire fresco y húmedo sumado a la sensación de trasladarse sobre la tierra, el musgo y oír a los animales nocturnos, era una experiencia que no se podía permitir de no haber recurrido a esto.

   Finalmente, miró atrás, estaba suficientemente lejos del objeto de su frustración. Ella misma tenía la intención de frenar su andar, si no hubiera sido por algo que la hizo detenerse bruscamente y tambalearse en su lugar. Llevó la mano a su sien, en un intento de apaciguar el dolor.

   La luz de la luna había dejado de iluminarla. Al dirigir su vista al frente, tuvo que elevar su rostro. Aguantó el aliento, como si el aire fuera tan denso para respirar. Eso emitía un aura imponente. Lo primero que distinguió fueron seis puntos brillantes de color oro con energía intensa. ¿Eran... tres pares de ojos? ¿Podía ser posible?

   El mundo pareció detenerse. La joven de mechones negruzcos se quedó inmóvil, aunque no por miedo. Entre más se concentraba, más descubría los rasgos de este... ser, y menos lo comprendía. Era un rostro casi humano, de piel pálida y con dos marcas que asimilaban llamas; una en la parte superior izquierda de su frente y la otra en el extremo inferior derecho, desde su mejilla hasta el cuello.

   Permaneció muda por lo que parecieron eternos segundos hasta que, involuntariamente su boca se abrió.

   —¿Qué eres? —interrogó con completa curiosidad, sin apartar la mirada de sus ojos.

   Kokushibo no respondió inmediatamente, puede que ni siquiera tuviera la intención de hacerlo. De cierta forma estaba irritado por el descuido y la osadía de la mujer al estar tan próxima a él. Inclinó la cabeza ligeramente y entrecerró los ojos. Esperaba el inevitable grito de horror que nunca llegó. ¿Era estúpida? ¿Por qué hizo una pregunta cómo esa? Ahí comenzó el detonante que le arrebató la impasibilidad que ostentó desde hace más de cuatrocientos años.

   El demonio la contempló con una mezcla de hambre y expectación, entretanto su cuerpo permanecía en completa calma. Algo lo retenía en su lugar, el hecho de que los iris de la fémina establecían contacto con los suyos y no mostraban miedo, sino curiosidad. Él se veía atrapado en un dilema, un debate en su interior entre observar más y el instinto de alimentarse. Pero desde el segundo en que no actuó como debía, el curso natural ya se había salido de control.

   Estaba ¿sorprendido? Lo estaba, ante la falta de temor de esa humana.

   No era ciega y parecía totalmente genuina en su pregunta, hasta daba la impresión de no tener ninguna anomalía que la llevara a actuar así. Quitó sus ojos de ella y miró alrededor del bosque. Ningún olor a demonio invadió sus fosas nasales. ¿De qué estaba huyendo entonces?

INSANE | KokushiboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora