XXVII

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Eran aproximadamente las once de la noche de ese día, la oji verde yacía metida entre las sábanas de su cama desde temprano, tan pronto había sido encontrada por Fran, este se encargó de llevarla a casa. Desde entonces, no hacía nada más que vivir su duelo y descansar, la ola depresiva la tenía sometida en un bucle de rencor, amor y arrepentimiento. Recordaba los buenos gestos que Izeth se atrevió hacer por ella en el año de haberse conocido; el cómo él la buscaba para tontear con piropos genéricos, cómo la molestaba tirando de su cabello o cuando le decía lo linda que era con antónimos para ocultar lo mucho que le gustaba, el día que se dieron su primer beso, y cómo todo comenzó a profundizarse en encuentros privados, donde se decían lo mucho que se importaban y querían. Era lo que en su cabeza se seguía repitiendo en un hostigante loop.

«Jamás encontraré a alguien como él, me gusta tanto, lo adoro. Te extraño mucho». Pensaba aferrada a un enorme peluche rojo, que le recordaba a él.

Revisaba la única red social donde él tenía registrado un perfil, puesto que muchos dentro de la GAFH renuncian a poseer perfiles públicos. Así pues, entraba y salía, esperando la posibilidad de ver alguna actualización, que le diera alas a su necesitado corazón.

Un llamado a la puerta la saca de su inmersión, identificando quién llamaba. Pensó rápidamente en hacerse la dormida, pero supo en seguida que era el tacto de su ahora cómplice, Dayanna.

Se levantó anémica de la cama, abriendo en un rápido giro la puerta, volviendo a tomar puesto en su mueble.

—Buenas noches, señorita—, saluda entre gentiles susurros la ama de llaves—; ¿Yacía dormida?

—Ya casi—, se rascó los ojos para disimular lo hinchados que estaban.

La mujer se sentó a su lado, ambas sabían por que ella se encontraba allí, no la apresuró a que tomara la iniciativa de la conversación.

—Señorita...—; inició enseñando un sobre—; antes que nada... me gustaría, decir unas palabras...—. Solicitó con suavidad.

Ecta hizo un sonido somnoliento, para indicarle que continuara.

—Con base a estos resultados, me gustaría hacer mi respectivo agradecimiento de despedida...

—¿Daya...—, rápidamente tomó el sobre de las manos de la mujer, que todos esos años la acudió en sus necesidades.

La oji verde buscó el renglón que correspondiera al resultado. Había aprendido a leer sus exámenes médicos, así que no era una tarea complicada comprender a qué se referían las cifras o términos.

«"Positivo"». Pensó fríamente, quedándose suspendida mirando una y otra vez el mismo renglón,. «Esto es surrealista. ¿Esto es de preocuparme?».

—Como decía... dudo que siga aquí después de que se de la noticia... yo, estoy agradecida y afortunada de haberla conocido y auxiliado. Sé que después de esto, su padre me echará... no hay duda... si no era su hermano, era yo quién debía cuidar de usted... así que...

—¿"Se dará la noticia"?—, preguntó desorientada—. ¿Por qué... deberían saberlo todos?—. «¿Tan mediático es esto? Si esto está siendo tan complicado para Dayanna, ¿Esto significa que cambiaría el rumbo de mi vida? ¿No más tardes de tenis ni sabré que podré salir con mis amigas al cine? Me preocupa más si podré lograr una buena nota en el examen de matemáticas de mañana que esto. Sólo tuve una riña con mi... "ex"... ¿Por qué tanto drama?».

La mujer le sonríe compasiva—. Eras tan chiquita—, se le aguan los ojos—; te deseo lo mejor, mi niña.

—Espera—, musitó débil—. ¿Qué... está pasando? ¿Qué sigue?—. Preguntó críticamente fuera de su realidad.

RED | Acto I : FinaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora