Primer Concierto: El sueño

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El pasto huele tan bien y el Sol es brillante y cálido. El atardecer en las montañas siempre parece tan gentil y acogedor.
Se escuchan algunos caballos a lo lejos y el revoloteo de las aves volviendo a sus nidos en la copa de los árboles verdes y frondosos de primavera.

Esto es tan nostálgico, le recuerdan muchas cosas aunque no sabe explicar con exactitud qué. Todo parece tan real, incluso puede sentir la brisa golpeando y acariciando suavemente la ropa que está usando en ese momento.

—Serge...—y una voz aparece en ese momento. Una voz que hace que todos los vellos de su cuerpo se erizen, conoce esa voz. Una voz que se escucha juguetona y suave; una que jamás ha oído pero a la vez sí. Una voz que le trae recuerdos y que lo inquieta de todas las formas posibles en las que se puede inquietar a alguien.

Abre sus ojos y se gira para ver una silueta levantándose sobre él, tan brillante que cuesta verla. Es una figura esbelta y delicada, pero su voz no es lo suficiente suave como para que se trate de una mujer.
Su cabello se mece al compas del viento y se puede ver una pequeña y juguetona sonrisa.

"Acércate más", piensa.

No sabe quién es, pero desea verlo, lo añora. Siente que han pasado años anhelando volver a verle así, en volver a estar a su lado. Su corazón le ruega que se acerque.

Intentó decirle algo.

Siente que en su garganta hay todo un libro de poesía que quiere exclamar y cantar para él, pero no puede. Hay un nudo en su garganta que le atraviesa la laringe.
Aquel muchacho delante de él se ríe de forma burlona, mientras agita suavemente su brazo.

Sus cabellos rizados se mecen al compás del viento, dorados cabellos de oro que parecen de angel, hay una sonrisa coqueta en sus bellos labios, sus dientes blancos resplandecen como si fueran diamantes; es una belleza tan irreal, tan inalcanzable, que siente que va a desaparecer en cualquier momento. Justo ahora parece un venado a punto de emprender su huida.

Sin embargo aquella silueta se mantiene estática y a una distancia considerable, lo suficientemente lejos como para no ser vista al cien por ciento.

—Serge, mira...—le señala de pronto hacia  el horizonte y cuando Serge se gira para ver lo aquella persona le señala, encuentra entonces con una puerta muy vieja y desgastada; es una puerta sucia y parece bastante antigua.

¿Dónde está? ¿Que clase de sitio es ese?
Aquel verde campo se sustituyó por una vieja habitación con apenas muebles.

No le da tiempo de pensar demasiado en eso cuando empieza a escuchar murmullos, los cuales se intensifican conforme más tiempo pasa mirando la vieja puerta.

«¡Serge, ven rápido, es Gilbert!» y de pronto una sensación de miedo y angustia invaden su pecho. Una desesperación asfixiante se apodera de él y duda.

No entiende que está pasando, ¿Por qué siente esa necesidad de llorar, porque siente que quiere correr y gritar hasta perder la voz?
 
¿Por qué siente que eso ya lo vivió alguna vez?

Siente que esa angustia y desesperación; que ese momento ya lo ha vivido; y corre hacia la puerta y la abre casi rompiendo el picaporte, una multitud se amontona impidiéndole el paso y murmurando cosas.

Necesita verlo, su corazón duele y grita que necesita verlo, ¿A quien? No lo sabe.

Está tan desesperado que siente que se ahoga y empuja a todo el mundo y cuando al fin le ve, todo el mundo desaparece.

Todo se desmorona.

Ya no hay murmullos; ya no hay gente; ya no hay nada.

Solo hay un cuerpo debajo de una manta sucia de tierra y fango, hay sangre y una delicada mano que sobresale de ella.
Y siente como el corazón le duele... esta pesadilla la ha vivido antes.

Cien Serenatas [Kaze to ki no uta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora