tarot.

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Chiara hacía ese gesto tan particular... su sonrisa se curvaba levemente hacia arriba a la vez que lograba que sus ojos brillasen de una manera muy especial. Cuando los cerraba, las esquinas se arrugaban, como también lo hacía su nariz, y parecía como si la luna la envidiara, y era completamente comprensible que lo hiciera. Los simples mortales eran débiles ante semejante poder. << Tanto poder de persuasión >> y qué podía decir ella, si a quien más convencía Chiara era a Violeta misma. Pero con Violeta no hacía falta esos ojitos. Violeta no lo sabía pero Chiara simplemente la miraba con la primera mirada del día, con esos ojos vírgenes que quizá no habían mirado ninguna otra cosa más. Porque ver no es lo mismo que mirar. Y Chiara miraba a Violeta, la miraba muchísimo.

Con un suspiro, Martin no lo sabía pero accedió a cualquier cosa que esta muchacha ojos de papel le pidiera. Violeta sonrió, cómplice de semejante asesina a punto de acechar a su víctima, mientras se hundía en el sofá, casi como si se escondiera detrás del cuerpo de Chiara.

De repente, en la mesa ratona, Chiara extendió un paño. Dispersas, había cartas grandes del Tarot con dibujos lindos, feos, tristes, felices. "Elige tres", murmuró Chiara, mirando fijamente al hombre que, sentado frente a ella, daba una calada al cigarrillo entre sus dedos. Desde el hueco que hacían un brazo y un torso, Violeta observaba todo atentamente. Dudó por unos segundos si aquello que la mantenía tan entretenida eran los suaves movimientos de las manos de Chiara, recogiendo las cartas, trazando sus dibujos con su dedo, o si más bien era el aroma de su perfume que lo sentía tan de cerca. E inconscientemente, se acercó aún más. Chiara, al sentir su cuerpo abrazarlo desde un costado, como el sol cuando salía y calentaba solo una parte de los montes por la mañana, pero prometía calentar la otra mitad tan solo unas horas más tardes, se inclinó hacia ella, su boca explicaba no sé qué acerca de una Torre que significaba caos pero que era una oportunidad de nuevo comienzo, y el brazo de Violeta rodeó su cintura, y en el amor a Martin le salió El Ahorcado, y Chiara un poco lo envidiaba, porque la rendición y el sacrificio eran cosas que a veces anhelaba.

Pero su cuerpo lo apretaba la emperatriz de la que hace unas semanas su Tarotista le había advertido. Claro que asintió. Convencida y segura sobre quien hablaba.
Su emperatriz tenía rizos rojos y ojos marrones, quizá más oscuros que el café, a veces incluso parecían más mieles que marrones, y la miraban con tanto cariño, como alguna vez la miró su mamá antes de hacerla dormir, como alguna vez la miró su hermanito cuando despertaba llorando por alguna pesadilla, como alguna vez la miró su gata negra buscando mimos.

"¿Qué es esa carta?" Preguntó Violeta antes de que Chiara las recogiera todas y las guardara en ese estuche con estampas de soles y lunas y estrellas y planetas.

Chiara la sostuvo entre sus dedos durante unos segundos. "La Luna", respondió. "Es una carta que carga energía femenina. Significa ilusión, miedos subconscientes e incertidumbre. Nos invita a explorar nuestras emociones ocultas y abrazar lo desconocido."

"¿Cuál es tu favorita?" Violeta se reincorporó en el sofá, su barbilla encontrando gran comodidad en el hombro de Chiara que ya parecía parte de ella, una extensión en otro cuerpo. Un lugar donde se sentía segura.

Chiara suspiró mirando la carta. Su cuerpo cómodo, familiar, tranquilo en la cercanía de la emperatriz. Su emperatriz. << Tú >>.
"La Luna."

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