17. Magia navideña

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Agustina Wood no sabía en qué momento le había empezado a gustar Ivy Harrison.

Pero, aunque hubiera pasado las últimas semanas intentando negarlo, el día que la besó en la tarde del bar, sea lo que sea que su chica había sentido, la castaña lo sintió con ella.

Eso no quitó que le diera miedo o que no pudiera evitar apartarse por los peligros que conllevaba seguir con eso en plena calle.

Cuando caminó de regreso a su casa, pensó que, durante ese momento, había sido la primera vez que había dejado de tener frío en una tarde tan helada y con una falda encima.

La siguiente semana fue un martirio ya que su esposo había decidido ausentarse del trabajo por "una gripe". La verdad de su ausencia era muy diferente a eso.

La realidad era que algún amigo de John la había visto en el casino y había ido con la noticia a él.

Fue horrible cuando él llegó a casa esa noche.

Fueron aún más horribles las siguientes noches.

Pensó varias veces en escapar el lunes para ir con Ivy al café, temiendo que ella pensara que no quería ir por lo que había pasado, pero John la tenía demasiado vigilada para siquiera intentarlo.

Lo mismo ocurrió el jueves.

Tuvo que ocultar su sonrisa victoriosa cuando John se fue a trabajar el lunes.

Al fin podría verla.

Sin embargo, en vez de Ivy había una empleada de ella y en vez de una plática, había una carta.

Aceptó verla el jueves, sabiendo que sería mala idea, sabiendo las altas probabilidades de que algún conocido la viera.

Temblaba de miedo cuando salió de casa ese día. Cada paso era con duda.

Pero sabía que, por primera vez en mucho tiempo, necesitaba tomar ese riesgo.

Una parte de ella no paraba de susurrarle que valdría la pena.

Y vaya que lo hizo.

No esperaba ese beso, ni el siguiente, ni el rumbo de la conversación.

No esperaba contar sus secretos como si Ivy fuera alguna especie de padre que fuera a perdonarla por sus pecados, aún así, contó la mayoría de cosas que no esperaba contarle a nadie.

Las más difíciles se las había guardado, sí, pero para ella hablar sobre cómo empezó todo había sido un gran paso.

No esperaba la propuesta de verla en Nochebuena. No esperaba que ambas no quisieran soltarse.

No esperaba su propio deseo de verla ese día.

El día de Nochebuena, John y ella acostumbraban a ir en la noche a la fiesta que una pareja de amigos cercanos a su marido hacían cada año.

Esta vez, ella fingió que estaba indispuesta por un terrible dolor de cólicos, su esposo se creyó el cuento enseguida, ya que siempre que le bajaba sufría de los peores dolores, haciendo casi imposible que pudiera levantarse de la cama (aunque igual debía hacerlo porque "un dolor no era la gran cosa" y "debes seguir cumpliendo con tu deberes y cocinar para mí"). Agradecía que aún no le hubiera bajado para poder jugar esa carta.

Debía confiar en que luego menstruaría, siempre había sufrido de breves retrasos. Este solo era uno más.

Cuando su esposo insistió en que igual debería ir a la fiesta y no ser maleducada, Agustina le respondió que estaba empezando a sentir náuseas del dolor y que no creía posible no llegar a la fiesta sin vomitar.

IvyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora