Secreto en la montaña (LSDLN)

2: Santi

—¿Dónde está el otro? —preguntó de repente JuaniCar, cortando toda charla.

—¿Quién? —le preguntó Mati. Todos habían terminado de comer, incluso él, pero al hablar se habían demorado bastante.

—El chabón que dijo que se había enamorado —respondió Juani buscándolo con la mirada.

—Estaba sentado al lado mío —dijo Simón, extrañado al darse cuenta de que no lo vio irse—. Que raro que no lo vi irse —murmuró.

—Ni siquiera se presentó —comentó Blas.

—Si todos le hacen burla sería medio raro que se presentara —dijo con seriedad Enzo.

—Nadie se burló... —Juani quería decirle el nombre, pero no lo recordaba.

—Enzo —dijo.

—Nadie se burló, Enzito —dijo finalmente Juani.

—Enzo está bien —dijo éste, provocando la risa de todos por la seriedad con la que lo dijo. Al mismo Enzo se le escapó una sonrisa.

—¡Disminutivo! —gritó alguien que no lograron identificar.

—Bueno —los calmó Bayona a todos—. Vayan a sus habitaciones si quieren...

—Las pelotas vamos a ir a nuestras piezas, Jota —le dijo Rocco—. Vamo a jugar al truco.

Rocco y Enzo sacaron las cartas. Para no complicarse, los argentinos se juntaron en una parte de la mesa y los uruguayos en la otra, ya que nadie tenía ganas de enseñarles a jugar al truco uruguayo o argentino a los del otro país.

Jota miraba en silencio, sin entender mucho, viendo cómo unos y otros se mataban y festejaban los puntos cómo si fueran goles en finales; cómo se gritaban con bronca o burla "quiero vale 4"; cómo festejaban cuando llegaban a 33 al grito de guerra de "33 son mejores".

Y eso sólo en la parte argentina.

En resumen, viendo cómo casi se formaba una batalla campal por el truco.

Y considerando que volaron los ochos, nueves y comodines (de la bronca que tenían algunos) hacia otros, capaz sí haya sido una batalla campal.

Sólo Santiago Vaca Narvaja se perdía eso. El chico estaba en su pieza escondido entre las sábanas: tenía miedo de salir por lo que había dicho. Podría haber dicho que lo decía en joda y listo, pero no lo pensó en ese momento... Si salía, quedaría como que lo había dicho de manera cierta (lo cual era así).

¿Y si lo criticaban al saber que era gay? Iba a salir, pero sólo cuando fuera obligatorio: filmaciones, comidas, ejercicios, y cosas así. No quería que lo criticaran.

Capaz que no lo hacían, pero tenía miedo de qué pasaría si se enteraban y lo bardeaban. Por el bien del rodaje, esperaba que nadie se enterara: sentía que si pasaba, el rodaje sería incómodo y no quería eso, ya que ellos tenían que mostrar una conexión y amistad cuando grabaran en la montaña o en el set.

Su personaje no tenía tantas líneas, pero no quería que se notara la incomodidad de los demás cuando tuvieran que hacer las escenas de los viajes.

No se dio cuenta de en qué momento empezó a llorar, pero sí notó cuando tocaron la puerta. Al escuchar un acento gallego, supo que era Bayona quien estaba del otro lado.

Santi se limpió las lágrimas como pudo mientras se levantaba para abrir. Jota Bayona estaba del otro lado, con una mirada preocupada en sus ojos.

—¿Estás bien? —le preguntó Jota, sin entrar.

Santi hizo un sonido con la boca, afirmando que estaba bien. Pero sus ojos rojos lo delataron.

—No, no lo estás —susurró Jota—. Sé que no me tienes confianza, pero puedes contarme las cosas si quieres. No diré nada, te lo prometo.

—Me da vergüenza —murmuró Vaca apartando la mirada, con un visible sonrojo. ¿Y si Bayona también lo juzgaba?

—No sé qué te pasa pero yo no te juzgaría —dijo Bayona—. Si quieres contarme, búscame en mi habitación. —Palmeó su hombro (nunca se había dado cuenta de lo fríos que eran los españoles, ya que si iba algún argentino o uruguayo se iba a pegar a él hasta que le cuente lo que había pasado) y se fue dándole una sonrisa.

Santi intentó cerrar, pero no pudo ya que la cabeza de Blas Polidori se asomó por la puerta.

—Perdón, pa, estaba buscando mi pieza —le sonrió, hasta que vio su deplorable estado—. Ey, ¿qué te pasa? —Se acercó a él y cerró la puerta.