¡Quiero una vida pacífica en este mundo de bestias!

00; La vida de la bella.

**Este fanfic es traido a ustedes sin fines de lucro. Las personalidades y relaciones de los personajes originales pueden ser distintas del canon para favorecer a la historia. Una advertencia como esta aparecerá en los capitulos que contengan violencia grafica o contenido sexual. Gracias y disfrute de la lectura^^**

El sol bañaba las montañas y campos al amanecer de aquel día; el rocío sobre el pasto fresco y el chillido de los pájaros y los demás animales que comenzaban su día.

Allí, en una pequeña cueva al pie de una barranca, una chica se acurrucaba entre sábanas de piel limpias y afelpadas, cubriéndose la cara para que los rayos del sol no le perturbasen el sueño.

—U-ugh...~ no quiero... despertar...— Bostezó profundamente, limpiándose el rastro de baba seca que le había quedado en el costado de la barbilla. Abrió uno de sus ojos, encontrándose con el techo de piedra sobre su cabeza, miró a un costado, y vio más piedra.

Cuando finalmente sintió que ya no podía permanecer más tiempo entre sus cobijas, se arrastró fuera de su refugio calentito. En una de las esquinas de la cueva había un cuenco de barro casero con agua limpia que usó para enjuagarse la cara y lavarse el cuerpo, suspiró con alivio a la vez que tomaba un cepillo de hueso fabricado por ella misma y se peinaba el cabello rizado azabache, luchando contra los nudos formados en las puntas debido a la carencia de tratamientos apropiados. Agarró una cinta de cuero que tenía junto al cuenco y con ella se amarró el cabello en una coleta cómoda.

En otro conjunto de cuencos habían diferentes polvos de colores hechos a base de flores y pigmentos naturales. Ella comenzó a ponerlos prolijamente sobre su rostro como maquillaje, sin importarle si lo estaba haciendo bien, la intención era disfrazar sus rasgos atractivos.

Tomó las sandalias tejidas al lado de su cama y se las puso.

—Bien. A trabajar.— Dijo al ya encontrarse lista para iniciar su día. Tomó su bolsa de piel y una canasta tejida y se dirigió a la salida de su cueva.

Otro día había comenzado en el increible e impredecible mundo de los hombres bestias.