02; Bestias salvajes.

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**Advertencia de contenido: Violencia gráfica, Relaciones sexuales no consensuadas.**

En medio de la noche silenciosa, Inés se despertó sintiendo que le faltaba el aliento. Por alguna razón a pesar del clima fresco que hacia, estaba sudada.
Mientras se levantaba de la cama de piel y notaba que seguía estando en la choza de su abuelo, logró respirar con más tranquilidad.

Miró al anciano que yacía en sus más profundos sueños a una distancia de ella, la baba le caía por el labio izquierdo y los suaves ronquidos hacían eco en el cuarto.

El viento era tan fuerte que la cortina en la ventana de la choza parecía que saldría volando en cualquier momento. Las cigarras cantaban afuera incesantemente.
Cuando Inés se levantó, frotándose un ojo y bostezando, pensó en que necesitaba refrescarse antes de poder volver a dormir.

Se equipó con su capa y sandalias, y solo por las dudas, llevó un cuchillo de hueso. Cercana a la pared trasera de la choza había un pequeño almacén para el agua potable que ella había sugerido construir hace un año, así que no era como que tuviera que ir demasiado lejos a menos que fuera una emergencia sanitaria grave. E incluso si así fuera la letrina tampoco estaba demasiado lejos, para su comodidad.

Fue un alivio poder refrescarse con un poco de agua, saboreando la humedad del interior de su boca mientras volvía a sentirse en paz, el viento comenzó a despeinarle los rizos, así que los tomó y los hizo una trenza, admirando vanidosamente el reflejo de su cara sin el maquillaje extravagante encima.

Entonces… hubo silencio. Como si de repente toda la vida silvestre a su alrededor decidiera callarse.

Callarse ante la presencia de un depredador.

—¿Eh?— Extrañada por la repentina quietud en el ambiente se dio la vuelta para encontrarse con el profundo bosque que yacía a sus espaldas.
No es como si pudiera ver algo más desde su posición, más por el hecho de que seguía siendo una humana normal que no poseía ninguna habilidad visual extraordinaria.

Pero con la siguiente brisa que sopló hacia ella su piel se encrespó y sintió como si cada fibra de su cuerpo le pidieran que huyera.

Sus pies giraron lentamente sobre su eje, retrocediendo a la vez que su mirada no cortaba el contacto con lo que sea que la estuviera acosándola.

Ni siquiera pudo darse la vuelta por completo antes de que algo la embistiera. Cayó al suelo, estaba congelada en su lugar, sintiendo la pesada respiración en su nuca.

No podía moverse, no podía gritar por ayuda, el sudor le empapaba la frente y sus uñas se enterraban en el suelo.

—¿Por qué tiemblas, hembra? ¿No vas a voltear a mirarme?

Era una bestia salvaje, sin duda. Su respiración agitada se hizo más ruidosa, producto del pánico.

—Vamos, pon esa cara de antes. Luces tan hermosa así~—La voz de quien sea que estuviera sobre ella sonaba agitada, como si gimiera de placer, y la sensación de que se frotaba contra ella le asqueó. —Oh, eres tan hermosa y hueles tan bien, ¿Qué tal si te conviertes en mi pareja? Así me ahorro el tener que devorarte.

Calista ni siquiera prestó atención a lo que decía, concentrándose en que él no viera que estaba tratando de alcanzar su daga.

—¿Cuántos de ustedes son?— Cuestionó. —¿Hay más como tú dentro del bosque? ¿Por cuánto tiempo han estado acechando?

La razón detrás de esas preguntas era más que nada para distraerlo. Lo escuchó reírse sin ninguna discreción.

—¿¡Eso que importa ahora!? Serás mi mujer, ¿Verdad? Y no tomarás a ningún otro macho, ¿VERDAD?— Su voz sonaba más insistente, como si estuviera cada vez mas cerca del clímax.

Y ella sintió que debía aprovechar eso, metió una de sus manos en su capa, rebuscando, la adrenalina bombeaba por sus venas, y de repente se sintió tan pequeña.

Finalmente sintió el cuero que cubría el mango de su cuchillo y lo sujetó firmemente. La bestia feroz sobre ella exhalaba profundamente, su saliva caía sobre su mejilla, y las manos de este ya iban cruzando los límites de su consentimiento.

Ella no sentía más que asco, y una ira que hervía dentro de ella. Pero no debía ser imprudente.

—Incluso si te acepto, ¿Qué te asegura que no te abandonaré una vez que nos hayamos apareado? Te recomiendo que lo pienses muy bie-

—¡Ja! Hembra tonta, literalmente tengo tu vida en mis garras, ¿De verdad crees que temo que me rechaces?— El tipo sujetó su cabello y tiró de ella hacia atrás, su cuello tronó por el movimiento brusco. —¿Vas a rechazarme? Entonces solo tengo que arruinar tu cuerpo para que ningún macho quiera estar contigo, así solo podrás estar conmigo para siempre ¿Qué te parece eso?

—¿De verdad crees TÚ que tengo miedo a que me mates? Todo lo contrario, inténtalo.

El macho tragó en seco, solo lo decía para asustarla, no pretendía lastimar ni un solo cabello de aquella mujer que era tan suave y olía tan bien. Iba a reprochar algo más, pero se detuvo en seco.

Fue extraño. Quería decir algo, pero las palabras se atascaban húmedamente en su garganta.

Miro hacia abajo y vio a la chica mirándolo fijamente, sus ojos lo observaban como si fuera lo mas despreciable, con su mano extendida hacia él.

—¿Que pasa? ¿No puedes hablar?— Cuando abrió la boca un escupitajo manchó la cara de Calista, ella se limpió con el dorso de su mano mientras lo veía caer al suelo, retorciéndose con el cuchillo incrustado en su cuello.

Ella no se quedó para mirarlo, recuperó su arma y fue rápidamente al interior de la choza. No sabía cuántos de ellos había por la aldea, o como habían logrado bloquear su olor ante los afinados sentidos de las ovejas para escabullirse. Pero era claro lo que querían: A las mujeres.

—¡Hey, hey, niña! ¡Deja de sacudirme, ay, ya estoy despierto!— Chilló el anciano. Ni el día en que sus crías habían nacido había sido despertado con tal brusquedad, todavía estaba un poco atontado cuando finalmente se levantó para verla. —¿Que tienes en la cara, Calis-? ¡¿Eso es sangre?!

—No hay tiempo para hablar, hay que evacuar a todos.— Sin necesidad de decir nada mas el hombre se levantó rápidamente, en una postura que denotaba su robusto cuerpo.

En cuestión de minutos todos en la aldea se encontraban despiertos, los machos más grandes escoltaban al grupo compuesto por las hembras, las crías y los ancianos a una mejor localidad, un tercio de los machos más fuertes quedándose detrás del grupo todo el tiempo.

—Todo va a ir bien, niña, trata de no ser imprudente mientras no estoy.— Le aseguró el hombre mayor, palmeando su cabeza y pasando una gasa por su cara aun ensangrentada.

—¿No vienes?

—Todavía tengo asuntos aquí, pero te prometo que te seguiré en cuanto acabe.

—Mas te vale no hacer una tontería, te acabaré si me abandonas.— Dijo, sus ojos comenzaban a empañarse por las lágrimas, pero se contuvo.

—Oh, estoy seguro que lo harás, mi niña salvaje.

El grupo comenzó a moverse, y el sentimiento de soltar sus manos fue casi doloroso.

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⏰ Última actualización: Aug 28 ⏰

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¡Quiero una vida pacífica en este mundo de bestias!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora