TRÁGICOS ROMANCES

CAPITULO 2

Cada noche, durante mi agonía - por aquella paliza que recibió mi corazón - pensaba en esa media mañana, ojalá hubiera prestado más atención a otras cosas que a esas flores, así me habría perdido detalles y quizá me habría dado cuenta que decir que sí aquella vez no habría sido la mejor opción, no podía evitar el inminente final de mi querida flor pues eventualmente se marchitaría, pero de haber analizado mejor las cosas quizá pude haber evitado mi propia sequía.

Leigh y yo fuimos por un momento, pero fuimos solamente de nombre, pues todos los días se limitó a acompañarme a mi casa después de la escuela... en silencio, me miraba de reojo y a veces, me decía adiós con la mirada, con la mano y a veces ni siquiera eso, ¡vaya incongruencia! Incluso extrañaba la tierra en mis zapatos. La situación siguió así un par de semanas hasta que decidí enviarle una carta mediante una amiga, no podría decir con exactitud qué fue lo que escribí en esa carta en ese entonces, pues a pesar de estar abriéndome en este escrito no me gustaría quedar tan vulnerable, lo que sé es que no esperaba respuesta, pero extrañamente la recibí, ¿quién diría que el señorito orden tenía tan mala letra? Creo que entendí la mitad de lo que escribió, la hoja estaba manchada con tintura azul, estaba doblada en cuatro partes y al final de ella escribió "atentamente" pero aparentemente se le olvidó escribir "Leigh" porque después del atentamente el espacio estaba vacío, me reí fuerte; atesoré esa carta como la pertenencia más importante de toda mi vida, aún la atesoro y aun es una de las más importantes, pero ya no sé si me causa felicidad.
Esa carta no fue la única que recibí, pues yo seguí enviándole respuestas al igual que él, aquellas cartas siguen guardadas en una cajita blanca que saqué de quien sabe dónde, en el rincón más profundo del cajón del mueble que está al lado de mi cama, no las he sacado, no las he leído, no he ni siquiera mirado aquella cajita, extrañamente su presencia en este tiempo de soledad compensa su ausencia con su inerte compañía.

....

"Aquel invierno había sido grato, había acumulado un centenar de cartas e incluso me había acostumbrado a las caminatas silenciosas, pues el silencio puede ser bello con la persona correcta, su mirada dejó de ser desconfiada y pasó a ser una con destellos de curiosidad, tristemente él siempre fue demasiado tímido como para preguntarme cualquier cosa y yo también era demasiado tímida como para hablar.

Las flores volvían a aparecer cada primavera, siempre más lindas que el año anterior quizá el precio de su sequía era para un nuevo renacer cada vez mejor.
En donde me encuentro, el frío perdura tanto al igual que el calor, ambos lados extremos pues hay aun quienes se preguntan qué clima es peor, sin embargo, a inicios de primavera el sol es medianamente cálido a ciertas horas del día, la brisa no es tan fría e incluso puedes escuchar a lo lejos a los pájaros cantar en algún lugar. Ese día - el cual no sé si fue por ser uno de esos días tibios pre- primaverales o que el día de los enamorados estaba próximo a llegar - corrí uno de los mayores riesgos de mi vida.
Como costumbre – en nuestra caminata silenciosa de camino a mi casa – me percataba de sus miradas de reojo, de que intentaba seguirme el paso caminando más lento y, aun así, dos pasos míos eran uno suyo, cuando dejaba de mirarme el optaba por mirar sus zapatos así que en uno de sus descuidos le tomé de la mano, no lo miré y el tampoco a mí, lo sé porque no lo sentí. Seguimos caminando en silencio y sentía que cada cierto tiempo apretaba ligeramente mi mano, esa vez le dije adiós con un beso en la mejilla."

Hoy en día ese recuerdo puedo vivirlo tan vívidamente que puedo recordar el olor de ese día, que traíamos puesto e inclusive puedo sentir de nuevo como palpitó estruendosamente mi corazón, sin embargo, he olvidado lo que para mí es más importante; la sensación de su piel y la calidez de su mano.

Creo que nunca entenderé como hay gente que se toma el amor tan a la ligera.