La piedad divina es sólo una creencia condicionada para aquellos a quienes los poderosos quieren hacer callar bajo sus dogmas.
Se una buena persona, no luches, no mates, no robes, no cuestiones, no dudes...
¿Mandamentos divinos? No, la piedad eterna...
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Los ojos gélidos, azules y profundos, se posaron lujuriosos en la figura del dulce infante que dormía ante ellos.
Pequeños brazos apoyados alrededor de la sagrada Biblia, su cabeza descansando sobre las páginas del libro mientras su brillante cabello rojo se esparce sobre la mesa, el ronquido de una tranquila respiración sostiene la mirada del sumo sacerdote hacia el rostro dormido que descansa sobre las páginas por minutos, sólo observando esa figura que él considera la representación física de todas las cosas más hermosas que ha visto en toda su vida, tanto en presencia real como en su imaginación através de los diversos libros que ha leído a lo largo de su formación teológica y especialmente antes de ella...
Él le observa, recostado contra el marco de la puerta, la habitación tenuemente iluminada por las pocas velas que hay en ella y el brillo de la luna llena, que inunda la estancia a través de la suntuosa ventana de piedra de la catedral que los alberga a ambos bajo sus rocas centenarias.
Dee está sediento.
La visión de la tenue iluminación sobre el cuerpo de aquel niño le excita, mientras su propia lengua humedece sus labios en una acción claramente profana al deslizarse sobre la carne una y otra vez.
Desplaza entonces sus ojos llenos de lujuria, saboreando con fingida calma cada centímetro de aquel niño inconsciente y, tras comprobar que no hay nadie detrás de ellos, da el primer paso hacia donde reposa su víctima.
Luego, una gran mano se posa sobre el hombro del niño dormido y hunde poco a poco los dedos en su carne.
- Heavy - llama el cura, el pequeño pelirrojo no responde - Heavy, despierta.
Dee entonces aprieta con más fuerza el hombro del niño y éste se sobresalta al despertarse.
- ¿Eh? ¿Qué? - dice el chiquillo, un poco atontado por el sueño, pero en cuestión de segundos su mirada esmeralda se encuentra con los fríos iris azules de Dee y su rostro, antes sereno y angelical, parece llenarse del más puro terror. - ¡No señor! ¡Yo hice la tarea!
