Parte Única

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Los eventos sociales no eran mi especialidad. Es aburrido, la gente es tan común y se concentran en cosas tan banales que se vuelven más estúpidas de lo que ya son; antes de Watson, no había tenido la necesidad de relacionarme en este tipo de eventos. A John le gustaba ir y hablar con las personas, siempre me incluía en la conversación y era gratificante ver como los comunes se maravillaban con cosas tan simples, hasta que se ofendian y se iban enojados; la mayoría de la veces a John le molestaba y decía un pequeño sermón sobre normas sociales, que no me importan, aunque al final terminaria riendo conmigo por lo ridículo de la situación.

Siempre era John quien buscaba ir, el que dirigía las reuniones; nunca buscaba ser el centro de atención, pero siempre se encargaba de que todo saliera perfecto y no lo arruinara más de lo necesario. Esa era parte de nuestra vida, una rutina que nos funcionaba a ambos. 

Antes.

Mi muerte era un claro detonante para que las cosas cambiarán, fueron dos años fuera y, aunque podía seguir contando con mi doctor, con mi querido Watson y su lealtad tan feroz hacia mi persona; las cosas habían cambiado, John siempre fue un conquistador nato, no tenía que jugar mucho para conseguir una cita, estaba bastante familiarizado con los métodos de Watson, todos en Scotland Yard lo conocían como las tres citas de Watson, porque era el tiempo promedio que duraban sus relaciones.

Pero ahora había una mujer, Mary. Y John se iba a casar.

Ser el padrino de John era, sin duda, una de las peticiones más intimidantes que se habían presentado en mi vida. Ser padrino de la persona más importante en mi vida, dejar que se fuera para siempre de nuestro hogar – desde que regrese ya no vivía en el departamento y apenas había ido unas veces sin quedarse toda la noche –, aunque yo hubiera desaparecido de su vida en el tiempo que estuve muerto, parecía ser yo el que en realidad recuperó a John después de mucho tiempo.

Me aterraba, de una manera muy diferente a cualquier miedo dentro de las emociones humanas, salir de la vida de John, y que Watson tampoco necesitará regresar. De alguna forma, necesitaba que nuestra última salida, solo nosotros dos, le recordara algo que  no solo se rebajara a la estúpida idea de alcohol y mujeres bailando, algo que también pudiera significar algo para los dos, nuestra última noche.

Tenía que tener todo perfectamente calculado para que saliera excelente: lugares, actividades, horarios y cantidades de alcohol exactas para tener una velada larga y divertida.

— ¿En serio vamos a llevar estos vasos, Sherlock? — preguntó John extrañado mientras examinaba los cilindros con la marca exacta para rellenar.

— Son medidas, John — respondí guardando las cosas necesarias. Estábamos a un minuto para que el taxi llegará por nosotros. — No vamos a emborracharnos como idiotas en el primer lugar que lleguemos.

John juntó sus labios reprimiendo una risita y negó con la cabeza antes de seguirme.

Los primeros lugares estaban bastante vacíos, apenas unas cuantas mesas ocupadas y nos dio libertad de recordar cada caso sin demasiado escándalo; eran los más interesantes, por supuesto y además, pudimos burlarnos de la estupidez de las personas. Pero, conforme la noche fue avanzando, los lugares eran más ruidosos y la gente se pegaba más a nosotros, más bailes, menos plática y mi mente también había dejado de estar clara hace un buen rato. Watson era mucho más suave y reaccionaba ante la platica de cualquier persona. Un peso ligero con ojos de cachorro que hacía a todos girar a su alrededor, hasta que llegaba yo para movernos a la siguiente parada.

Tal vez fue por eso que terminamos huyendo del último bar. La gente no podía mantenerse alejada de John, era increíblemente frustrante.

— Deberíamos jugar algo — propuso mi amigo mientras servía dos vasos del whisky de siempre.

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⏰ Última actualización: Mar 18 ⏰

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