I: Echos des krieges

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En el opulento esplendor de la mansión Malfoy, Draco se hallaba sumido en una melancolía profunda, como una sombra envuelta en los recovecos de su propio castillo de soledad. Los ecos de la guerra mágica aún resonaban en las paredes de la ancestral morada, recordándole las cicatrices invisibles que marcaban su alma. La victoria sobre Voldemort, lejos de traer consuelo, había arrojado a Draco a un abismo de desesperación insondable, donde la luz del día parecía desvanecerse en la oscuridad de su desesperanza.

Las sombras danzaban en los rincones oscuros de la estancia, reflejando la tormenta interna que azotaba el corazón del joven Malfoy. La presión de las expectativas familiares y el peso de su propia conciencia lo habían llevado al borde del abismo emocional, donde cada suspiro resonaba como un eco de derrota. Las memorias de la violencia y el sufrimiento infligidos por su lealtad pasada lo atormentaban, como fantasmas que se negaban a abandonar su morada.

Fue en medio de esta penumbra existencial que una luz inesperada penetró en el sórdido aposento de Draco. Harry Potter, el héroe indiscutible de la guerra mágica, se presentó ante él.
Con pasos cautelosos, Harry adentró en la oscura mansión Malfoy, llamando con voz apacible el nombre de su antiguo rival. Sus pasos resonaban en los fríos pasillos, mientras su corazón latía con la incertidumbre de lo que encontraría al llegar al cuarto de Draco. Al abrir la puerta entreabierta, una escena desoladora se reveló ante sus ojos.

"Malfoy, ¿estás ahí?", preguntó Harry, su voz cargada de preocupación.

Desde la penumbra de la habitación, una figura pálida y demacrada se alzó entre las sombras. "¿Qué quieres, Potter?", respondió Draco con voz áspera, revelando su presencia en la estancia.

Al acercarse, Harry percibió un olor desagradable que emanaba de la figura de Draco, indicio evidente de semanas de descuido en su higiene personal. "Malfoy, debes levantarte. No puedes seguir encerrado aquí", instó Harry, tratando de ocultar una mueca de desagrado ante el estado del joven Malfoy Black. Si su nariz pudiera vomitar, lo haría.

"¿Por qué debería hacerlo? Ya te he dicho que no tengo lugar en el mundo exterior", replicó Draco con amargura, aferrándose a las sábanas como si fueran su único refugio.

"Porque te necesitan en Hogwarts. Todos te extrañan, incluso yo", insistió Harry, su voz resonando con sinceridad.

Draco apartó la mirada, luchando contra las emociones que amenazaban con desbordarse. "No puedo volver, Potter. Ya no soy bienvenido allí", murmuró con resignación, su voz apenas un susurro en la vastedad de la habitación.

"Malfoy, por favor, debes regresar a Hogwarts. No puedes seguir escondiéndote aquí en esta mansión, alejado de todo y de todos. No fue tu culpa. Hogwarts es tu hogar, donde perteneces." Sus palabras estaban colmadas de súplica, le dolía escucharle.

"¡No entiendes, Potter! Ya no puedo volver a Hogwarts como si nada hubiera pasado. ¿Acaso olvidas que soy un ex mortífago? ¿Crees que la gente allí me recibirá con los brazos abiertos después de lo que he hecho?". No podía comprender cómo es que todos tenían la necesidad de restarle peso a sus acciones, en un intento patético de justificación. No era un niño, no era un ignorante, sabía lo que hacía en cada momento.

"Lo entiendo, Malfoy, pero todos merecen una segunda oportunidad. No todos en Hogwarts te juzgarán por tus errores pasados. Además, Dumbledore siempre creyó en la redención, ¿no recuerdas?" Su intento de persuadirlo no estaba funcionando, le preocupaba en demasía.

"Dumbledore está muerto. Y aunque creyera en la redención, otros no lo harán. No puedo soportar el escrutinio constante, las miradas de desconfianza. Sería un paria, un marginado entre mis antiguos compañeros." Los años de enemistad no fueron impedimento para su cercanía. Cuando Harry fue acusado de ser un vil mentiroso acerca de la muerte de Diggory, Malfoy fue el único en creerle y escucharle. No surgió una amistad inmediata, solo una chispa de conexión entre ambos, un momento íntimo de comprensión. "No lo entiendes, Potter. Esta marca en mi brazo es una condena de por vida. No puedo escapar de ella ni de las decisiones que tomé. Prefiero enfrentar mi destino aquí, donde al menos puedo controlar mi propia existencia."

You Really Got MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora