III: Wir sind eins mit leib und seele [+18]

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Con manos firmes pero cuidadosas, Draco abrió el botiquín y extrajo las gasas y el ungüento con la destreza de alguien acostumbrado a tratar heridas. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras se preparaba para curar las heridas de Harry. Con delicadeza, levantó un poco la camisa ajena, revelando la piel de su cadera donde las heridas se extendían, una visión que lo dejó sin aliento por un momento.

Aunque podría haber utilizado un hechizo para curar las heridas en un instante, Malfoy sabía que esta era una oportunidad que no podía dejar pasar. La piel desnuda del azabache era una tentación irresistible, un recordatorio constante de la atracción que había sentido hacia él desde hacía tanto tiempo.

Con un propósito oculto pero palpable en su corazón,  se permitió disfrutar del contacto íntimo con la piel contraria, dejando que sus dedos exploraran cada centímetro con deseo reprimido.

Cada roce de sus dedos enviaba una oleada de electricidad a través de su cuerpo, despertando sensaciones que apenas había permitido que se manifestaran. Cerró los ojos por un momento, dejándose perder en la sensación embriagadora del contacto.

La habitación estaba impregnada de una calidez reconfortante, alimentada por el crepitar suave del fuego en la chimenea. Sin embargo, para Potter, el calor que sentía no provenía solo de las llamas danzantes, sino también de los dedos largos y cálidos de Draco Malfoy que rozaban la piel sensible de su cadera.

Los ojos de Harry se encontraron con los de Draco, y en ese intercambio silencioso de miradas, ambos pudieron sentir el mismo deseo apasionado ardiendo entre ellos. Era como si estuvieran conectados por un hilo invisible de pasión y anhelo, una fuerza magnética que los atraía inexorablemente el uno hacia el otro. Y mientras el tiempo parecía detenerse a su alrededor, el mundo se reducía a la intensidad de sus miradas.

Malfoy se cernió lentamente sobre el más pequeño, su torso desnudo bañado por la luz dorada de la chimenea, un espectáculo de belleza y poder. A pesar de la cercanía abrumadora, su mano venosa aún reposaba con delicadeza en la cadera de Harry, transmitiendo una sensación de posesión y deseo que lo dejaba temblando.

Potter estaba perdido, una mezcla de emoción y miedo que lo envolvía en una neblina de placer y anhelo. Sus brazos en los que se apoyaba estaban flaqueando, sus músculos estaban relajados bajo las suaves caricias que el rubio le brindaba; podía sentir el pulgar del rubio acariciar en círculos la piel desnuda de su cadera. Su presencia le intoxicaba, haciendo que cada fibra de su ser clamara por más, por unirse con él.

En ese momento, no había pasado ni futuro, solo el presente eterno de dos almas destinadas a encontrarse en medio de la oscuridad y la luz.

El Slytherin estaba perdido en la sensación embriagadora de la piel tibia de Harry bajo sus dedos, cada contacto enviando ondas de placer a través de su cuerpo. Anhelaba más, anhelaba explorar cada centímetro de esa deliciosa piel, y con movimientos lentos y deliberados, comenzó a retirar la camisa de Potter.

Desde la perspectiva de Harry, cada movimiento de Malfoy era como una danza hipnótica. Se perdió en sus deseos, en la necesidad urgente de ser tocado por sus manos ásperas pero expertas, sin darse cuenta de que su propia camisa había sido deslizada por sus hombros, dejando al descubierto su pecho desnudo palpitante y deseoso del contacto próximo.

Con movimientos gráciles y sin esfuerzo, Malfoy rodeó disimuladamente la espalda de su amante con sus brazos fuertes y lo cargó con una facilidad sorprendente hasta el sofá más cercano.

Una vez en el sofá, el mayor se acercó lentamente a su rostro, inhaló profundamente, deleitándose con el aroma embriagador de la colonia ajena. No dijo nada, dejando que el silencio pesado entre ellos aumentara la tensión.

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