La casa misteriosa

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Durante una hora la mano negra estuvo tranquila en el aeropuerto haciendo los deberes. Rollo mordía su estilografica y miraba pensativo a través de los cristales sucios.

Sonó un «crac» , Kiki c. a. partió una avellana a su ardilla y escupió las cáscaras en una lata de conservas vacía. Rollo arrugó la frente.

—¿Alondra se escribe con h o sin h?— murmuró

-Eso depende de si es gris o verde- contestó Adela, y se echó a reír

—Yo naturalmente, pienso en un pájaro como el de arriba, en el... ¡Caramba! ¡No es posible! —Rollo limpió el cristal de la ventana.

—¿Que no es posible? —preguntó Félix

—Que ahí viva alguien —contestó Rollo

Toda «la mano negra» se precipitó hacia la ventana.

Pero si todo el mundo sabe que en el la chalé de enfrente solo viven unas cuantas ratas —exclamó Kiki c. a.—. Mira, las ventanas y las puertas están atrancadas.

—Déjame ver. —Y Adela apretó la nariz contra los cristales de la ventana. Después de un rato dijo—: Yo creo que Rollo tiene razón, realmente en esa casa vive alguien.

Para «la mano negra»la cosa estaba clara: en la casa misteriosa había una persona, según lo demostraba la chimenea humeante. Por ello, comenzaron a investigar sin descanso. Y cinco días más tarde la perseverancia tuvo su recompensa. Por la tarde, Adela vió desde la ventana de el aeropuerto como una figura masculina saltaba la valla del atracadero de los botes.

A la mañana siguiente, antes de ir al colegio, «la mano negra»se reunió para examinar a fondo la valla.

—¿Ven ahí?— Exclamó Kiki c. a. inmediatamente.

—Yo no veo nada— Dijo Félix.

Kiki c. a. coloco a su ardilla encima de la valla, que en un instante bajó disparada por una planta trepadora y atrapó un objeto redondo.

¡Eh! —gritó Rollo—. Pero ¡esto es el tacón de un zapato!

—¡Escuchen todos! —Ordenó Félix—. Ahora estamos buscando a hombre al que le falta el tacón de un zapato.

Ya de camino a la escuela «la mano negra» comenzó la búsqueda. Adela, que iva con su cartera, exclamó de pronto

¡Anda! Ese el hombre.

Y por la tarde informaba al resto de la pandilla:

—Ya verán, por sus pantalones lo reconoceremos.

La «mano negra» se sentó en el aeropuerto y oyó con gran interés la información de Adela.

—Ahora sabemos que el hombre sin tacón lleva un pantalón a cuadros —Dijo Félix.

—Pero no conocemos todavía su cara- replicó Rollo—.

Si entramos en la casa le atraparemos. Cada uno de nosotros que no pierda de vista una puerta.

—¿Y las ventana? —preguntó Adela

—Naturalmente también hay que vigilarlas —dijo Félix

Tres minutos más tarde estaban todos en sus puestos. Félix vigilaba la puerta delantera, Rollo controlaba el lado del canal, Adela estaba junto a la puerta del jardín y miraba a la calle a través de dos agujeros que había hecho en el periódico. Kiki c. a. se había disfrazado de enano y estaba como su fuera de yeso en medio de las ortigas que le llegaban a las rodillas. Ni siquiera un ratón habría podido deslizarse por la parte de atrás sin ser visto por el.

Pasaron dos horas y nadie intentó entrar en la casa.

«No hay nada más aburrido para un detective que vigilar a alguien», pensaba Rollo, y bostezaba. «¡Ah!, ¡caramba! —se le ocurrió de pronto a Kiki c. a.—, el individuo lleva todo este tiempo en la casa. Sin duda hay una entrada secreta, ¡y que astutamente está camuflada!»

Kiki c.a acababa de descubrir la cara del hombre, cuando se cerró bruscamente la tapa de la entrada secreta. «La mano negra» corrió agachada al cuadro de tulipanes. Rollo olió una de las flores.

—Es artificial —dijo

—Levanta la tapa—ordenó Adela—, yo bajaré. Veremos adónde conduce la ratonera.

—Y si te pasa algo —Preguntó Kiki c. a.
Adela levantó su bolsa

—Para casos de emergencia siempre llevo conmigo a Isolde 13

Isolde 13 era la mejor paloma mensajera de «La mano negra»

Poco después, Adela había desaparecido por la entrada secreta. Se arrastró con precaución a lo largo del pasadizo y llegó a una habitación oscura que tenía una puerta pequeña. Miró alrededor con curiosidad, pero antes de que hubiese podido descubrir algo anormal oyó un ruido. Escribió rapido en un papel «Estoy en la casa, escondida en una arca. Saludos. Adela». Luego hizo volar por la chimenea a Isolde 13 con el mensaje.
—¿Y dónde estará Adela? —dijo Félix y miró el reloj—. Ya hace once minutos que está abajo, esperemos que no le haya pasado nada.

—¡Vamos! —Gritó Rollo—, vemos en el palomar si ha llegado algún mensaje.

Poco después estaban todos en el palomar.

—En efecto, Isolde 13 está ya aquí —dijo Félix.

Las aventuras de la mano negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora