Prólogo: Soñando con despertar

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Miró al cielo.

Estaba en la misma encrucijada, de nuevo.
Miró a la izquierda y a la derecha. ¿Existían acaso? ¿O eran un simple producto de su cerebro para ordenar el caos de la realidad?¿que ocurría?¿Era bueno no saber si ocurría algo para no preocuparse, o era mejor agobiarse por saber y así intentar prevenir algo que a lo mejor debía ocurrir...?
Incertidumbre.
Nada ocurría.

Prácticamente dependía de que ocurriese algo, algo que le hiciese pensar en algo que no fuese pensar en algo que le llevase a pensar en algo de nuevo.

Por su bien decidió parar de pensar, y abrió los ojos.

Vio, parecía sorprendente, pero vio, y decidió procesar lo que veia.

Una habitación con paredes blancas, grises por el inevitable tinte de la noche, un escritorio de madera pintada de negro, sobre el que aparecían montones de papeles, cuadernos, libros y demás, en una perfecta definición de la imperfección y el desorden: dibujos acabados, sin acabar, tareas sin hacer, más tareas sin hacer, medio proyecto de geografía y lo que parecía una bolsa de plástico arrugada.

Acercó un poco más la mirada.

Un armario pequeño, pero de sobra para él y una cómoda para bártulos varios.

Acercó un poco más la mirada.

Una cama sobre la que reposaba alguien.

Acercó la mirada un poco más.

Un chico sin camiseta y con un pantalón negro largo sentado en su cama con las piernas cruzadas.

Acercó la mirada un poco más.

Dos manos borrosas, una sujetando algo y la otra esperando con la muñeca hacia arriba.

Enfocó la mirada.

Un chico en su cama sentado con un cuchillo en la mano, apuntando a su muñeca esperando la señal necesaria para no mandarlo todo a la mierda, mirando hacia la blanca pared llorando, pidiéndole ayuda a su dios, pidiendo fuerza, pidiendo... algo.



Monólogo De Un Cadáver Donde viven las historias. Descúbrelo ahora