prólogo

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Sarah adoraba las tardes de invierno, el clima afuera era lo suficientemente frío como para no querer salir y la calefacción dentro de la casa era lo suficiente acogedora para evitar abandonarla. Eran los momentos que más apreciaba en especial si los compartida con Santiago, el mejor amigo de su hermano, la pequeña Sarah no sabía el por qué pero amaba pasar tiempo con él. Siempre fue tan atento con ella, cariñoso y aquella pequeña adoraba toda la atención que él le otorgaba.

— Yo cuando sea grande quiero casarme con un vestido blanco que sea grande, grande, grande, quiero parecerme a una princesa! — Exclamó Sarah, sus pequeños ojos color café brillaban con entusiasmo al hablar de un futuro muy lejano, ella tan solo era una niña de seis años fantaseando con casarse con un príncipe, claramente no con cualquier príncipe.—

— Eso no hace falta porque ya sos una princesa — Santiago sonrió, por más de que la hermana pequeña de su mejor amigo solía volar mucho en sus sueños él siempre la escuchaba. La cara de la niña se iluminó aún más cuando escucho que Santiago le había dicho que ya era una princesa, ella era adorable.—

— Tampoco le mientas Santi, es una llorona así nadie la va a querer. — Germán, un joven de veintiseis años, el hermano mayor de Sarah que amaba molestarla.—

— No soy una llorona! — Sarah estaba comenzando a haber una rabieta por lo que su hermano le había dicho, en realidad Germán siempre tuvo razón acerca de su hermana.— cuando sea grande yo me voy a casar con un príncipe y no te voy a invitar. — Al finalizar su oración no dudó en sacarle a lengua a su hermano.—

— No me hagas reír — Germán soltó una carcajada.— Con quién te pensas casar boludita? — Su hermano continuaba burlándose.—

— Con Santi. — Respondió con simpleza obteniendo miradas totalmente confusas por parte del nombrado y de su hermano.— Cuando sea grande yo me voy a casar con Santi, el es el principe que quiero.

Los labios de Santiago se curvaron en una pequeña sonrisa, reacción que causó más confusión en su mejor amigo. Las cosas se habían salido de control, el ambiente se volvió tan tenso que se podía cortar con una tijera y todo esto provocó un estallido y una pelea entre Germán y Santiago.

No era un misterio que el hermano de Sarah era una persona impulsiva que se dejaba llevar por las emociones del momento o incluso solía confundir las cosas con frecuencia, este momento era uno de ellos. 

Germán siempre fue muy protector con su hermana y la reacción que había tenido Santiago hacia la tonta insinuación de Sarah había hecho que su hermano se molestara. Aquel lugar donde se compartían risas, chistes y juegos ahora se había tornado en algo horrible.

— ¿Qué te pasa enfermo? ¿Por qué le sonreis así a Sarah? ¿No ves que es una nena? — Germán siempre fue muy protector con su pequeña hermana, el hecho de no haber tenido una infancia felíz ocasionó que el busque todo el tiempo hacer que su hermana disfruto lo que el no llego a disfrutar.—

— Para flaco, ¿que te pasa? — Santiago exclamó confundido, conocía a su mejor amigo pero jamás creyó que por sonreírle a Sarah el lo acusaría de algo tran grave, como seducir a una pequeña.— Le sonreí para no tener que decirle que es una pelotudez lo que está pensando, no puedo creer que pienses algo tan asqueroso como eso de mí. Además vos la conoces, hace capricho por cualquier cosa, que te pensas que no la conozco?

Sarah lo único que podía sentir es como su pequeño corazón se rompía, escuchar al príncipe de su sueños decir que lo que ella decía era algo tonto. Sus ojos comenzaron a acumular lágrimas que con facilidad empezaron a escaparse.

— Vos mismo lo dijiste es una nena, es como mi hermana, no podría ni tocarle un pelo. — Santiago ahora estaba enojado, digamos que no es para nada agradable que te acusen de ser un pedófilo.—

— ¿Qué está pasando acá? — La discusión logró llamar la atención de la madre de Germán quien rápidamente tomó el brazos a sarah.—

— Decile a este enfermo que se vaya porque lo voy a matar.

— Escúchame una cosa Germán, el único loco acá sos vos y con estas actitudes de mierdas que tenés te vas a quedar solo. — Santiago tomó sus cosas y se dirigió a la puerta. — el que está mal acá sos vos.

Esa fue la última vez que Sarah pudo ver a su príncipe. Dias, semanas, meses y años pasaron de aquel lamentable suceso, jamás se volvió a saber algo de Santiago. Su vida continuo con normalidad, como si él no hubiese existido al fin y al cabo ella solo era una niña de seis años. Sarah siempre fue rencorosa y luego deescuchar como él se expresaba de sus sentimientos dejó de quererlo y decidió olvidarlo para siempre, pero tal vez un inesperado reencuentro haga que Sarah finalmente cambie de opinión.

OLDER - santiago caputo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora