Lágrimas

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Lucian estaba en su estudio revisando algunas cosas antes de salir a correr cuando escuchó el sonido de los vidrios de una ventana romperse en miles de pedazos. La puerta se abrió de golpe. Kier entró corriendo con un rostro conmocionado totalmente contrario al suyo ausente de emociones. Eso no pronosticaba nada bueno.

-¿Qué ocurre?-

-Ellar y Aidan, ellos...-

Lucian abrió sus ojos. Su intención al dejarlos solos era que intentaran entenderse no que se pelearan y menos de esa forma, pero estaba hablando de Aidan después de todo con quien hasta él perdía la paciencia en menos de dos segundos. En eso era idéntica a su padre.

Salió corriendo hacia el jardín trasero, donde el olor de ambos se hacía más fuerte y lo que encontró hizo que su aliento se quedara atrapado en su garganta. Tanto uno como otro estaban en sus cuerpos lobunos. Bajó las escaleras mientras los guardias se reunían, pero no se atrevían intervenir, no sabía que hacer realmente o la razón de la pelea. Solo que había algo extraño.

Ellar era el que estaba atacando constantemente, abriendo su boca y sacando sus colmillos en dirección al cuello de Aidan. Este solo lo esquivaba y retrocedía gruñendo a pesar de que su cuerpo completamente cubierto de un grueso pelaje negro y su gran tamaño intimidaba a todos los presentes, justo como ocurría con Dante. Su lomo estaba sumamente erizado y sus músculos se marcaban mostrando la tensión en su cuerpo. Pero aun así no devolvía el ataque.

-Ellar- Lucian avanzó caminando hacia ellos dos para detener todo aquello pero el gruñido de Aidan lo detuvo.

-No te metas- Aidan le advirtió en su mente- Solo empeorarás las cosas-

-Déjame tratar con él- le exigió.

Al lobo le gustaría decir que ese era el mejor método pero había notado que en cuanto Ellar había olido a su hermano se había tornado más agresivo. Pero la discusión mental con Lucian le costó. Pronto sintió un dolor que le recorrió toda la pata delantera y le hizo soltar un gemido.

Esta vez no se contuvo y agarró al lobo marrón de la nuca con fuerza y lo tiró hacia un lado sin importarle si se lesionaba. Bastante estaba soportando. En el proceso, los dientes de este que no lo habían soltado rasgaron bastante profundo su pata. Aidan retrocedió gimiendo por el dolor en su miembro y sin poderlo apoyar, la herida llegaba hacia el hueso y la sangre salía a borbotones manchando la yerba bajo él.

Pero Ellar no se detuvo allí. Había caído con un sonido sordo, pero con la misma se volvió a levantar para atacar de nuevo cuando sus patas fueron detenidas en el lugar. Lucian jadeó al notar como una densa capa cubría las patas de su hermano inmovilizándolo.

Aidan miró a Ellar fijamente, sus ojos plateados se hicieron más brillantes e hizo que lo que madre mejor le había enseñado, entrar en lo más profundo de la mente. Esta vez no fue rechazado como antes, lo que solo se quedó varado en medio de la oscuridad. No había nada.

-Aidan- esa voz.

-¿Qué pretendes?- él sonó bastante tranquilo para la situación.

-¿Yo? Divertirme contigo, precioso-

-No quiero jugar-

-Jajaja, ¿Quieres encontrarme?-

Aidan no respondió.

-Pues bien, encuéntrame si puedes-

-Te encontraré, Ryan-

-Esfuérzate Aidan, al final es el destino-

La mente de Ellar se fue volviendo más clara y Aidan retrocedió. Los ojos vacíos del lobo pronto tomaron más vida antes de caer inconsciente. Lucian corrió hacia Ellar palpando su pulso encontrando que era constante.

-Ya está bien- Aidan se acercó a ellos transformando su cuerpo. Su brazo humano no estaba en mejores condiciones que cuando era una pata. La herida ahora se veía más grande- Estaba algo exaltado, pero ya lo tranquilicé-

Lucian se quitó la camisa y se la dio a Kier para que se la alcanzara a él. Aidan miró la prenda de ropa y se la puso por encima. No le importaba la desnudez, eso era algo normal en los lobos. Pero Lucian no parecía pensar igual, sobre todo cuando había más de veinte lobos a su alrededor, que podían notar su cuerpo bien proporcionado. Y además las marcas que por alguna razón se sintió correcto que estuvieran en su cuello.

-Kier, lleva a mi hermano a su cuarto. No parece estar herido-

-No lo está- recalcó Aidan- Al menos no él- soltó con lo que pareció ironía.

Su mano intentaba contener la sangre que brotaba de su herida de su otro brazo. Kier le hizo caso y cargó con facilidad a Ellar en su forma lobuna que no era tan grande como los lobos de su edad y se lo llevó con facilidad.

Lucian se acercó a Aidan y lo agarró de la mano tirando de él también hacia el interior.

-Lucian, no dijiste que iríamos a correr- él pareció desconcertado.

-Cállate- lo hizo atravesar una de las salas del inmenso castillo hasta un baño pequeño, pero no por eso menos elegante.

-No me callaré. Me estás arrastrando después de haberme despertado temprano- Aidan parloteaba.

Lucian pateó la puerta del baño y lo llevó hacia el interior, cerrando la puerta con el pie. Lo llevó hacia la meseta del lavamanos y con un ágil movimiento lo tomó de la cintura y lo sentó. Le abrió las piernas y se metió entre ellas para estar más cerca, agarrando el brazo ensangrentado.

-¿Vas a arreglar el desastre que hizo tu hermano?- le soltó pero después se calló. Los ojos de Lucian le indicaban que se mantuviera tranquilo y él lo comprendió. Le haría caso esta vez. Lucian se veía realmente molesto.

-Esto te dolerá. Así que aguántalo- le dijo antes de dar la primera lamida sobre las heridas en la piel.

Los ojos de Aidan se abrieron ante el dolor más fuerte que había sufrido en su vida y mordió sus labios con fuerza para no gritar. Aun así, sonidos salieron de su garganta. La lengua de Lucian se sentía como una braza caliente sobre su piel que solo lo torturaba, pero bajo esta la piel comenzaba a regenerarse sin dejar cicatrices.

El sabor de la sangre de Aidan fue demasiado dulce para el paladar de Lucian que solo ansió más y antes de darse cuenta estaba disfrutando de este manjar antes de cerrar las heridas por completo. Pero no podía dilatar mucho el sufrimiento del lobo. Su método de curación no era nada agradable para el que lo recibía de esa manera.

Lamió los lugares donde las heridas eran más profundas y la piel estaba desgarrada. Era un total desastre como había dicho Aidan. Los músculos, los nervios y hasta el hueso había sufrido daño por lo que tuvo que usar más saliva de la que pretendió.

Hasta que su cuerpo se quedó congelado cuando oyó que lo parecía un... ¿sollozo?

Alzó su cabeza con su boca todavía manchada de sangre del lobo y su pecho se apretó. Las mejillas de Aidan estaban bañadas en silenciosas lágrimas, su cuerpo temblaba y su rostro que siempre estaba frío mostraba una marcada mueca de dolor.

Porque, aunque no tuviera emociones, el dolor era físico y eso no se podía dejar de sentir tan fácilmente.

Eres mío terco Alfa #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora