Estás celoso

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Lucian chasqueó la lengua molesto. Este cachorro le estaba mermando la paciencia. Rechinaba los dientes incómodo y lo que más le incomodaba era que Aidan ni siquiera se inmutaba ante su evidente molestia. Pero él no cedería tan fácil, no era el alfa de su manada y líder del consejo por gusto, le lanzó nuevamente la camisa a Aidan que cayó sobre su cuello y pasó por al lado de él.

-Hazlo tú- sus pasos eran firmes y comenzaron a alejarse.

Aidan agarró la prenda que estaba manchada levemente con su propia sangre. El lobo al final no había cedido, pero él ni siquiera se inmutó. Sabía que Lucian era un lobo difícil. Mucho mejor, era más divertido así, aunque no sintiera nada de diversión o felicidad en hacerlo. Solo era... fuera de lo que podía ser una rutina.

Se dio media vuelta mientras pasaba la tela con cuidado por donde debería estar la sangre y secó con cuidado la que estuviera allí. Le dolió cuando tocó la mordida fresca. Tenía conocimiento de la habilidad de Lucian de curar las heridas mediante su saliva, pero al parecer solo funcionaba si él quería, porque su piel rota se estaba curando lentamente, con la velocidad de un lobo normal.

-Oye Lucian- lo llamó caminando a varios pasos de él. El lobo no lo esperaba por lo que él debía seguirlo, pero considerando que las piernas del terco alfa era más largas y el cuerpo de él acababa de descongelarse como que la distancia se estaba haciendo grande a cada momento- Alfa- lo llamó un poco más serio pero no recibió respuesta- Maldito- apretó sus dientes queriendo realmente hacer algo para darle a entender a Lucian que no podía simplemente dejarlo solo allí en medio de la nada.

El alfa siguió caminando a su ritmo. No se iba apresurar ni nada parecido. Y sabía bien la razón. Después de un rato él se detuvo para esperarlo. Si lo dejaba allí y él se perdía crearía un buen problema con el que tendría que lidiar. Seguro que Dante le formaba una buena y Lukyan lo remataba.

Caminaron un buen rato hasta que a lo lejos se divisó el techo de un castillo. Aidan pensó que era bastante extravagante pero no comentó nada. La mansión de su padre quizás no era tan grande pero tampoco se quedaba atrás.

-Alfa- escuchó a dos lobos de pelaje gris acercándose e inclinaron sus cabezas grandes una vez delante de él.

-¿Todo tranquilo por aquí?- Preguntó Lucian con las manos en sus bolsillos a los guardias de servicio de ese día.

-Si alfa- respondió uno de ellos- No ha habido movimiento de nada-

-Miente- respondió Aidan parado detrás de él. Todavía llevaba entre sus brazos doblada la camisa de Lucian. Ante sus palabras los dos animales y el alfa lo miraron con cierto brillo en los ojos- Miente- él repitió alzando las cejas hacia Lucian.

El alfa entrecerró los ojos y se giró hacia el cual se vio alzado por el cuello, su cuerpo quedó colgando sacudiéndose ligeramente.

-Sabes que no me gustan que me mientan- la voz de Lucian salió tranquila a diferencia de la reacción que había tenido. El otro lobo había retrocedido y agachado su cuerpo casi en una bola.

-No tienes por qué tener miedo- Aidan le comentó a ese sin mirarlo- No has hecho nada malo, por el momento.

El lobo alzó ligeramente las orejas preguntándose quién demonios era ese lobo tan bonito y a la vez tan misterioso, pero de que alguna forma intimidaba de igual forma que su alfa. Sobre todo, porque la presión que hacía en su cerebro hacía que este doliera.

A Aidan solo le había tomado unos segundos saber que el lobo en las manos de Lucian mentía. Aun si había apartado las voces de su cabeza hacia lo más profundo de su mente todavía podía oírlas como un molesto murmullo e intensificarlas cuando quisiese como era el caso. Leer mentes nunca le había hecho gracia hasta ahora. Las palabras nerviosas del lobo retumbaban en su mente una y otra vez.

Eres mío terco Alfa #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora