El mundo se rige por publicidad: Parte 1

8 1 0
                                    

La convención estaba completamente llena en aquel momento. Desde tiempos antiguos el ser humano ha estado interesado en los sucesos paranormales que rigen el mundo y aunque no todas las personas en aquel salón creyeran realmente en hechos inexplicables, disfrutaban escuchar las historias que aquel orador daba en medio de aquel salón.

Entre toda la gente, un pequeño hombre resaltaba. A diferencia de los demás, este entregaba a cada persona que entraba al auditorio, una pequeña tarjeta de presentación, ofreciendo sus servicios como detective paranormal. Por supuesto, la mayoría de las personas lo ignoraba, mientras que otros lo aceptaban por cortesía. Quizás lo ayudaba poseer un rostro tan hermoso que ni siquiera su peculiar corte de cabello ocultaba su atractivo. Era curioso ver como su cabello llegaba a su mandíbula con excepción de dos mechones rebeldes de color plateado que caían hasta la altura de su cintura; sus ojos color miel resaltaban de igual manera, atrapando a cualquiera que lo viera.

A la par del extraño joven se encontraban un niño y una niña, quiénes sonreían un poco avergonzados ante las acciones de su hermano.

—¿Realmente tenemos que hacer esto? —preguntó el más pequeño de los niños.

—Me temo que sí Mo, debemos hacer nuestra propia publicidad. —contestó apenado Yao, lamentando no tener los mismos recursos que su hermano mayor.

—No te preocupes, esto también es divertido. —Mo tomó la mano de su hermano, brindándole un poco de consuelo ante la situación que ambos enfrentaban. —Esto también es parte del aprendizaje, aunque quizás papá podría...

Yao negó con la cabeza. Se había alejado de su familia hacía años y no tenía intenciones de regresar.

A diferencia del hombre que exponía en aquella convención, Yao pertenecía a una familia de exorcistas profesionales, que dedicaban su vida a mantener el equilibrio entre espíritus y humanos. Las personas con poder espiritual solían ser reclutadas en la academia de exorcistas, en dónde aprendían a manejar su poder para beneficio de su comunidad.

Una vez graduados los exorcistas se unían a un Yokai por el resto de sus vidas, ambos eran compañeros y se apoyaban mutuamente en las misiones que el consejo les otorgaba. Ambos se completaban mutuamente, el Yokai le prestaba su fuerza al exorcista en batalla y este lo guiaba a través de su poder espiritual. Era un vínculo de amistad inquebrantable, que solo acababa con la muerte del exorcista.

Al igual que todos los miembros de la familia Jin, Yao poseía un poder espiritual fuerte y puro. Lamentablemente, este poder era completamente incompatible con los yokais, lo que lo convertía en el exorcista más débil, incluso más vulnerable que aquellos de menor rango. Aunque nadie lo mencionaba abiertamente, era un secreto a voces la profunda decepción que su familia sentía hacia él.

Ignorando los recuerdos del pasado Yao continuó con su misión, no necesitaba el poder de un yokai, él mismo demostraría que sólo necesitaba su propia fuerza para ser el mejor exorcista de su comunidad.

— Puedo sentir una presencia en este auditorio. — comentó de repente el orador. —Es un niño, puedo sentir su presencia entre nosotros, tiene unos diez años, lo veo... niño por favor ve a la luz.

Yao dirigió la vista hacia el pequeño niño que lloraba alrededor del médium, el exorcista negó con la cabeza. El problema con muchos de los humanos que tenían la capacidad de la visión era que siempre querían deshacerse del espíritu sin excepción, no se preocupaban por ayudarlos a seguir adelante.

—Es mi hijo. — dijo una mujer levantándose entre el público y acercándose rápidamente al orador. — ¡Por favor, ayúdelo! ¡Por favor!

—¡Tranquila! — respondió el orador con una sonrisa. —¡La ayudaré!

Yao observó todo en silencio, hasta que una pequeña mano tiró de su pantalón.

—¡Te contrato! —dijo el niño sin dejar de llorar, mostrando la tarjeta que el exorcista había distribuido segundos antes.

—Los niños y los muertos no suelen tener dinero, dime... ¿Cómo piensas pagarme?

El niño extendió su mano al mayor, entregándole un pequeño relicario. Yao lo observó unos momentos y le preguntó al fantasma si realmente quería entregárselo, este asintió con la cabeza en señal de aceptación.

—Muy bien, ¿qué desea mi cliente?

SilverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora