El mundo se rige por publicidad Parte 2

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Todas las miradas se encontraban al centro, en donde la madre continuaba rogando desesperadamente por la ayuda de aquel médium, por mucho dolor que sintiera su niño merecía descansar en paz.

Sin temor a los guardias de seguridad o a las personas que los rodeaban, Yao caminó hacia aquella tarima, luciendo una mirada de completa indiferencia ante la escena que se desarrollaba frente a sus ojos. Con la seguridad que lo caracterizaba, estiró su brazo y entregó su tarjeta a la mujer, sin importarle la mirada de disgusto que aquel conferencista le brindó.

—Jin Guangyao, exorcista profesional o, en este caso, abogado paranormal. —Se presentó tranquilamente el chico, como si sus palabras no fueran lo más absurdo que habían escuchado en aquel lugar.

—Lo lamento, creo que no escuché bien... No comprendo — contestó el orador, tratando de actuar calmadamente ante aquella extraña situación.

—¿No? Bueno, quizás no fui lo suficientemente claro, el pequeño fantasma me ha contratado para ayudarle y se siente frustrado por las agresiones que usted... —Yao se colocó de puntillas para leer el nombre en el gafete. —señor Herber ha proporcionado a mi joven cliente.

—Escuche, joven... Yao

—Jin Guangyao para usted, aunque se tarde más...

—Jin Guangyao, los fantasmas sufren en este plano, es preciso ayudarlos a cruzar lo más pronto posible...

—Lo sé, pero forzar a un alma a cruzar es muy doloroso y traumático para ellos. Estamos hablando de un infante, no creo que tome mucho tiempo y esfuerzo para resolver el asunto que lo mantiene aquí, para que él vaya en paz.

—Su insensibilidad es...

—¡Suficiente! — exclamó la mujer molesta, lo que menos esperaba en esos momentos era escuchar disputas sobre la mejor manera de deshacerse del espíritu de su hijo.

Era como si convirtieran todo su dolor en un juego del azar o una simple juerga de palabras, en busca de ganarse algunos centavos. No sabía a quién creer, más la reputación del orador lo precedía, por lo que amablemente le solicitó al joven abogado, exorcista o lo que fuera que se retirara del caso.

Al ver el dolor que enfrentaba aquella dama, Yao decidió no insistir más con sus servicios y se retiró de aquel lugar. No dejaría el caso, no, simple y sencillamente investigaría de otra forma. El niño, consciente de la decisión de su madre, decidió seguir al exorcista lejos de aquel villano que solo le exigía irse.

Eran las 10 de la mañana cuando Herber llegó a la casa de Sara, la mujer desesperada a la que ayudaría esta vez. Con una sonrisa en la cara tomó un sorbo de su café, suspirando ante el delicioso sabor que este presentaba. Nada como un poco de aquella bebida para comenzar una larga jornada de trabajo.

Escondido detrás de unos arbustos del jardín de aquella casa, se encontraba Yao, quien cautelosamente colocó un talismán de invisibilidad sobre su cuerpo mientras el arrogante orador llegaba a aquel lugar. Una vez estuvo seguro de que el talismán había hecho efecto, se adentró en aquella casa detrás de Herber, con la esperanza de encontrar alguna pista que lo ayudara a descubrir lo que estaba sucediendo.

Las paredes de la casa eran color crema, en ella se encontraban cuadros de lo que una vez fue una familia feliz. Un hombre apuesto sonreía al lado de aquella mujer, quien lucía en su rostro la sonrisa más pura, aquella que solo la juventud trae consigo; a su lado se encontraban también dos pequeños querubines, acompañados de un labrador retriever. Yao sintió un pequeño escalofrío en su cuerpo en aquel momento, aquello le recordaba más bien a los comerciales que solía ver en la televisión, demasiado perfecto para ser verdad.

— Perdone el atrevimiento... pero... ¿Dónde se encuentra su esposo?

— Mi esposo falleció hace seis meses. — contestó con sinceridad la mujer.

— Lamento escuchar eso... ¿Qué le pasó?

— Un ladrón, al parecer quería más que solo las pertenencias de mi esposo. Han sido meses difíciles, la policía no ha logrado avanzar con el caso y mi hijo falleció hace apenas una semana en un accidente automovilístico.

Yao escuchó atentamente las palabras de la mujer, realmente era una desgracia lo que aquella familia estaba atravesando. Siendo lo más sigiloso posible, el chico se dirigió a la parte de arriba, el mejor lugar para encontrar pistas era en las recámaras de aquellas personas, a veces la familia más perfecta puede guardar obscuros y profundos secretos que nadie más es capaz de imaginar.

Lo primero que notó Yao de la habitación del hijo mayor de la pareja fue el gusto del pequeño por los animales, había cientos de calcomanías y peluches de animales rodeando aquel lugar, era como si aquel niño hubiera deseado vivir en un safari y sus padres cumplieron sus deseos.

Curiosamente, el infante parecía ver aquellos animales sin alegrarse o intentar jugar con ellos, era como si parte de la experiencia de ser un fantasma se había llevado la alegría y sueños que tenía. Yao tomó un pequeño jaguar de la cama frente a él, tratando de sentir un poco de energía o algo que lo ayudara a descubrir los deseos de su cliente.

De repente, se escuchó el azote de una puerta de uno de los cuartos de aquel nivel, sorprendido, Yao volteó a ver a su compañero, preocupándose al encontrarse completamente solo en aquel lugar. Su corazón comenzó a latir fuertemente inmediatamente, a diferencia de unos minutos atrás, ahora sentía las malas intenciones provenientes de aquel lugar, sintiendo la ira del alma que había descargado su enojo en el cuarto.

Siguiendo sus instintos, el chico siguió por el corredor a la habitación principal, sintiendo cómo el frío comenzaba a llenar la casa por completo. Con pasos cautelosos, se acercó lentamente a la puerta y estiró la mano para abrir la puerta. Entre más cerca estaba de aquel lugar, más podía sentir vibras negativas saliendo de aquel cuarto.

Tragó en seco por un instante, a pesar de lo que había aprendido en la escuela, el miedo es una de las emociones más difíciles de controlar en el trabajo, en especial si no cuentas con un yokai que te tienda la mano. Ignorando todas las malas señales, respiró fuertemente y movió el pomo de la puerta, dispuesto a entrar a aquel lugar.

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