Reencuentros

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—Sabo-kun

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—Sabo-kun... ¿Estas seguro? No es necesario que hagas esto—, dijo una chica preocupada por su mejor amigo.

El contrario algo nervioso asintió la cabeza.

—Debo de hacerlo, yo... Solo debo de hacerlo. No puedo posponerlo, ya no. No después de tantos años. Los abandone sin saberlo, los olvide.

—Esta bien, pero debes de tener mucho cuidado y saber que nada de eso fue tu culpa, y si no te aceptan yo iré a golpearlos personalmente y les presumire de lo que se pierden.

Respondió la chica mientras ayudaba a su amigo a cargar una caja con comida, estaba alistando un barco para ir a visitar a unas personas que lamentablemente había olvidado.

—Jeje gracias, pero no te preocupes estaré bien. Nos vemos koala muchas gracias.

El rubio se despidió de su mejor amiga, se subió a su pequeño barco provisionales y finalmente partió.

—Pronto nos veremos...—, murmuró el rubio mientras miraba a su horizonte.

La manera en la que había recuperado su memoria había sido muy rara, después de todo su boca había sido más rápida que su propio cerebro al tener una plática muy rara con su jefe sobre cierto monito.

—Vaya que Luffy siempre fue imprudente, pero declararle la guerra al gobierno...—, dijo el chico de la cicatriz en el ojo mientras sostenía un periódico algo atónito ante la noticia.

Su jefe Dragón lo escucho y levantó una ceja.

—¿Conoces a mi hijo?

Sabo de repente abrió un poco más sus ojos y movió su cabeza algo confundido había salido de una especie de trance raro.

—Si, Luffy era muy necio pero el sol encarnado en persona, no sabía que era tu hijo... Espera ¿Quién es Luffy?... ¿¿¿HIJO??? ¿Ese chico que le declaró la guerra al gobierno es tu hijo?

—Se supone que era un secreto, olvídalo.

—¡¿Y cómo?!

—Ya deja eso de lado. Pero parecías conocerlo.

—Yo... Lo dije sin pensar, como si mi boca fuera más rápida de mi cerebro.

—Tal vez fue tu inconciente, está luchando para que recuerdes, Sabo—, concluyó mientras ponía sus manos tras sus espaldas y daba la vuelta para mirar hacia la ventana, hasta que escucho un fuerte ruido. Su discípulo y segundo al mando estaba tirado en el suelo, se había desmayado.

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Mientras tanto en otro lugar bastante lejos, un chico pirómano se encontraba haciendo de las suyas, había sido un día perfecto, un incendio menor y unos cuantos saqueos en la cocina nada fuera de lo común.

Carta || Ace and Shirohigue Donde viven las historias. Descúbrelo ahora