El café volvió a ser su refugio, pero esta vez sin Ángel. Abigail sonrió al camarero, al sol que entraba por la ventana. La vida seguía, y ella también.
Las noches ya no eran largas y oscuras. Las pesadillas se desvanecieron como las sombras al amanecer. Abigail se despertaba con una sensación de ligereza, como si hubiera dejado atrás un peso invisible.
El proceso de sanación fue lento pero constante. Abigail buscó ayuda profesional, compartió su historia con otros sobrevivientes. Las cicatrices en su piel se volvieron insignias de su fortaleza. Aprendió a cuidarse a sí misma, a escuchar su voz interior.
Un día, mientras caminaba por el parque, Abigail encontró una rosa roja. La misma rosa que había dejado junto a la carta en el puente, cuando decidió poner un alto a años de abuso. La tomó entre sus manos y sonrió. Su amor era como esa rosa: hermoso, delicado y eterno.
En su primer aniversario de libertad, Alejandro le regaló una rosa roja. La misma rosa que había dejado junto a la carta en el puente. Ella lo miró con gratitud.
En su nuevo apartamento, Abigail colgó una foto en la pared. Era una imagen de ella misma, sonriendo bajo el sol. Las alas rotas se habían convertido en alas fuertes, capaces de volar hacia un futuro lleno de posibilidades.
Y así, en medio del bullicio de la ciudad y el aroma del café, comenzó su renacimiento. Los amantes de la sombra se convirtieron en leyenda, una historia que se contaba de generación en generación.
Fin...
¿Qué les deparará el futuro? ¿Seguirán luchando contra las sombras o encontrarán la manera de vivir en la luz? Eso, querido lector, queda en tu imaginación.
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ENTRE SOMBRAS Y CICATRICES
Nouvelleses una historia de amor, dolor y resiliencia. Abigail encontró su luz, aunque tuvo que atravesar la oscuridad para hallarla.