III

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"Sangre en las manos"
Isabel.

—Pareces un león acechando a su presa.

Demetrio sigue recostado en la pared con los brazos cruzados.

—Vine a verte, estabas muy concentrada en el baile.

Su tono neutro me sorprende. Demetrio no es cariñoso con otras mujeres, ni siquiera con las que se acuesta, pero conmigo siempre ha sido especial.

Avanzo hacia él, junto nuestros labios en un pequeño beso, suave, sin prisas.

—Hola, amore.

—Te ves muy bien practicando el pole dance, tesoro —dice paseándose por todo el estudio.

—¿Cómo entraste? —indago.

—Tuve que sobornar a tu portero.

Acaricia mi cintura, la piel de la espalda que queda expuesta entre mi top y mi falda.

—Te echo de menos en la cama.

Su aliento roza mi clavícula, deja un beso en el valle de mis pechos para después bajar el top y dejarlos expuestos.

Se quita el saco y se afloja la corbata, los ojos se le oscurecen y la lujuria se apodera de los mismos. Demetrio es un semental, bueno en los negocios, maravilloso en la cama y aún más haciéndome sentir como una diosa en sus manos.

—Me vuelves loco —toma mis pechos entre sus manos sin apartar la sus ojos de los míos.

Comienza a masajearlos, toma los pezones erectos entre los dedos. Me excita mucho, en estos momentos mis fluidos son chorros saliendo de mi interior. Gimo alto cuando su boca toma los botoncitos, los chupa, los lame y los escupe para después morderlos arrancándome un grito de placer.

El clítoris me palpita, mi centro está contraído, la humedad moja mis muslos aún más cuando la erección en su pantalón hace contacto con las bragas que llevo puestas.

Baja por mi abdomen, rozando sus dientes por toda la piel, se arrodilla en el suelo y llega hasta mis muslos, separándolos con ambas manos. Deshace la falta de un tirón.

—Negro —susurra el color de las bragas —.Y empapada.

Saca la prenda, sus dedos se ponen en contacto con los pliegues húmedos, muerdo mi labio inferior y lo atraigo conmigo hasta la pared.

No me he acostado con muchos, pero de esos, solo Demetrio me ha hecho llegar al orgasmo usando sus dedos, sin necesidad de sacarse la polla y enterrármela hasta el fondo.

—¡Demonios!...

Su aliento está tan cerca del clítoris que lo siento respirar justo ahí.

—Abre más las piernas, tesoro. Déjame ver como tus fluidos salen del interior de ese precioso coñito.

No la chupa, solo observa mientras sus dedos siguen subiendo y bajando por mis pliegues, no toca el clítoris, no me penetra con los dedos, simplemente me da caricias suaves que hacen que arquee la espalda y le suplique con los ojos que me coma entera.

—No necesito sacarme la polla para tenerte así, dispuesta a que seas mía —susurra contra la cara interna de uno de mis muslos.

La punta de su lengua viaja desde la piel hasta donde acarician sus dedos, recogiendo todos los fluidos con la boca.

—¡Oh, sí! —mi voz sale entrecortada —¡Ahhh!

Me mete los dedos a fondo, con euphoria me chupa el clítoris sin parar. Muevo mis caderas contra sus dedos tirándole del pelo en el proceso.

Placeres culposos © [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora