Lo de la anterior carta no debería haberlo mencionado, lo sé, perdona por recordar ese momento tan de repente, sin anestesia.
Últimamente mis recuerdos son todos relacionados con ese, con el último, con el peor. No puedo pensar en positivo, aunque me esté curando.
Prefiero intentar hablar de otra cosa, como de aquella vez que fuimos al cine cuando nos estábamos conociendo. El día de las luces.
Qué día tan increíble.
Era marzo. El frío todavía perduraba, pero no tanto como el que hacía en febrero. Menos mal, porque no he escuchado a nadie quejarse del frío como lo hacías tú. Era un sin vivir. Pesada.
-Pues no sé- Respondiste – Va, elije tú la película, a mí me da igual, mientras veamos una que no sea de miedo.
-Pero es que yo no sé elegir- Dije en una risa nerviosa mientras mirábamos el cartel de luz de encima de la taquilla del cine.
En realidad, yo quería ver una película, quería ver la única que me daba vergüenza admitir que quería ver. Canta. ¿La de los animales esos que cantan y bailan en un concurso? Efectivamente.
-Mira, vamos a hacer una cosa- Siempre tú con tus ideas tan particulares – Dime un número del uno al diez y yo les voy a poner un número a cada peli, el que digas, esa vemos.
Accedí a esa condición. Aunque quería ver la peli de dibujitos, no creía que fuese buena idea para la segunda cita.
-El siete- Dije de forma indecisa.
-Pues ha tocado... ¡Esta! - Dijiste señalando precisamente la que he mencionado.
Por dentro me alegré, aunque por fuera solté una risita y un, ¿En serio?
Pero, efectivamente, entramos a ver la película de dibujitos.
Te invité a tus preciadas e inviolables palomitas y entramos a la sala.
Fue una de las veces que más he disfrutado una película en el cine. Me transmitías una paz y una comodidad que nunca nadie me había mostrado y, aunque nos conocíamos de apenas un mes, sentí una calidez dentro de mí nueva, diferente, un revivir de mi alma, que había sido pisoteada y burlada.
Ya después de ver la película y salir del cine entre risotadas, de camino a algún restaurante japonés, a ser posible, me dejaste sorprendida con una afirmación.
-En realidad, yo quería ver la película de dibujitos, pero no sabía si te parecería una niña chica- Me dijiste entre sonrojada y risueña.
Yo, soltando una risotada que rebotó entre los edificios de la calle moví los brazos de una manera un tanto brusca.
-¡Yo también!- Solté – Pero no era plan de proponer como primer plan para una cita así, sin más, ver un musical de animales cantantes.
Compartimos una risa que derivó en un silencio cómodo y apacible.
-Con que, una cita ¿Eh?
En aquel momento fui consciente de lo que había dicho y la vergüenza me azotó.
Empecé a tartamudear, a sentirme un poco violenta. Creía que había forzado mucho las cosas, que era demasiado pronto para ti para llamarlo así, yo ni siquiera te había preguntado si para ti esto era una cita. Dios, ¿qué había hecho?
-No convulsiones- Dijiste – Me parece una cita de diez.
Mis sentidos se relajaron y solté un pequeño suspiro que dejó ir el aire acumulado en mis pulmones.
-Entonces, ¿Me dejas que te lleve a un restaurante para terminar nuestra maravillosa cita?
Sonreí -Claro que sí, mientras tenga opción vegetariana, perfecto.

ESTÁS LEYENDO
Cartas a mi musa
Lãng mạnÁngela escribe cartas a su amor recordando la vida que tuvieron juntas después de una grave tragedia.