Como ya he mencionado, el frío era tu peor enemigo. Eras de esas personas que se tapaban con todas las capas posibles. Hubo días en que estando en casa, con la calefacción y la mesa de camilla, tres capas puestas y un café, seguías quejándote del frío.
Y me dirás, qué exagerada eres. Pues no, lista, no lo soy.
Me acuerdo de tus caras de asco cuando llegaba a tu casa en camiseta de manga corta mientras tú llevabas puesta una sudadera. A lo mejor eras la hermana de Jack Escarcha y no lo sabíamos.
Todo esto viene a que, de forma contraria, te encantaba el calor.
Me he acordado del primer día que fuimos a la playa.
El sol, la arena, las olas... y tú.
-Don't stop me now!!- Cantábamos a gritos mientras nos conducíamos hacia la playa ese sábado por la mañana.
-I'm having such a good time.
-I'm having a ball- Esa manera cómplice con que nos terminábamos las frases y, todavía mejor, en que nos compenetrábamos para cantar cada una una parte de la canción y saber en qué momento debía cantar la otra.
-I don't want to stop at all!!- Y el último ritmo de la canción fue cantado hasta que nos disolvimos en carcajadas que se perdieron por las ventanas bajadas del coche.
-Entonces- Dijiste - ¿Seguro que por aquí se puede aparcar? No veo muchos sitios libres.
-Que sí, pesada, que sí que se puede, que conozco yo un sitio perfecto para dejar el coche, ¿Es que no te fías de mí?
-No mucho, a ver si vamos a dejar el coche en un vertedero.
Mi cara de ofendida tornó a una sonrisa.
-No te metas conmigo que no te digo el sitio, eh.
-Anda payasa, si has puesto el Google Maps, no sabes ni tú dónde es.
Realmente sí que sabía a dónde nos dirigíamos.
De pequeña solía ir mucho con mis madres a la playa.
Aparcábamos en un sitio que, según mi madre, solo ellas conocían y, de ahí, íbamos directas a la playa de arena extensa que se encontraba a poco más de diez minutos.
No les gustaba el bullicio ni las playas llenas de gente, así que nos metíamos entre las rocas escarpadas y las algas resbaladizas hasta llegar a una pequeña cala de la que muy poca gente era consciente de su existencia.
Con nuestra gran nevera cargada con bebidas, hielo y helados, nuestras mochilas a rebosar de juegos, comida y crema solar, y nuestras ganas de un baño en el agua calmada, llegábamos a la playa con un ansia irremediable.
No solo nos lo pasábamos bien haciendo castillitos en la arena y jugando en el agua, también era de las únicas veces en que las tres podíamos disfrutar de un día completamente libre responsabilidades y lleno de alegría.
No tuvimos muchos días así en nuestra vida, por desgracia. Mis madres estaban muy ocupadas trabajando día sí día también como para permitirse el lujo de días libres y, las vacaciones, las solíamos pasar con mi abuelo en el pueblo.
Por eso, ese día tan bonito, el primer día de playa que compartimos tú y yo juntas, fue para mí tan especial. Me traía tantos recuerdos, todos tan entrañables y felices, todos tan atrás...
- ¿Ves? Te dije que era por aquí- Me chuleaba yo al haber encontrado el camino de entrada hacia la cala.
-Mientras no me coma un monstruo marino de esos enormes, tipo Kraken, me vale- Tu risa adornó las olas y la luz reflejó justo en tus ojos, de un color indescriptible.
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Cartas a mi musa
RomanceÁngela escribe cartas a su amor recordando la vida que tuvieron juntas después de una grave tragedia.