Mile y Apo ayudaron a Selena a desmontar el puestecillo ambulante y a guardarlo todo en el jeep, antes de regresar a casa sorteando el tráfico típico de un viernes por la noche.
- Has estado muy callado -le dijo él mientras se detenía en un semáforo en rojo.
Observó cómo la mirada de Mile seguía el movimiento de los automóviles que pasaban junto a ellos. Parecía perdido, como alguien que se debatiera en el límite entre la fantasía y la realidad.
- No sé qué decir -respondió tras una breve pausa.
- Dime cómo te sientes.
- ¿Sobre qué?
Apo se rió.
- Definitivamente, eres un hombre -le dijo-. ¿Sabes? Las sesiones con los hombres son las más difíciles. Llegan y pagan ciento veinticinco dólares para no decir prácticamente nada. Jamás lograré entenderlo.
Mile bajó la vista hasta su regazo, y él observó el modo en que acariciaba distraídamente su anillo con el pulgar.
- Dijiste que eres un sexólogo, ¿Qué es eso exactamente?
El semáforo se puso en verde y se internaron de nuevo en el tráfico.
- Tú y yo estamos en el mismo negocio, más o menos. Ayudo a las personas que tienen problemas con sus parejas. Mujeres que tienen miedo de tener
relaciones íntimas con los hombres, o mujeres a las que les gustan los hombres un poco más de la cuenta.
- ¿Ninfómanas?
Apo asintió.
- He conocido a unas cuantas.
- Apuesto a que sí.
- ¿Y los hombres? -preguntó él.
- No son fáciles de ayudar. Como ya te he dicho, no suelen hablar mucho.
Tengo un par de pacientes que sufren de miedo escénico...
- ¿Y eso qué es?
- Algo que estoy completamente seguro que tú no padecerías jamás -le contestó, pensando en la continua y arrogante persecución a la que él le sometía.
Se aclaró la garganta y se lo explicó-. Son hombres que tienen miedo de que sus compañeras se rían de ellos cuando están en la cama.
- ¡Ah!
- También tengo un par que abusan verbalmente de sus parejas, y otros dos que quieren cambiarse de sexo...
- ¿Se puede hacer eso? -preguntó Mile, totalmente pasmado.
- ¡Claro! -respondió Apo con un gesto de la mano-. Te sorprendería saber de lo que son capaces los médicos hoy en día.
Tomó una curva y se adentraron en su vecindario.
Mile permaneció callado tanto rato que estaba a punto de enseñarle lo que era la radio cuando, de repente, él preguntó:
- ¿Por qué quieres ayudarlos?
- No lo sé -le respondió con franqueza-. Supongo que se remonta a mi infancia, una época de muchas inseguridades para mí. Mis padres me querían mucho, pero no sabía relacionarme con otros niños. Mi padre era profesor de historia y mi madre ama de casa...
- ¿Qué es un ama de casa?
- Una mujer que se queda en casa y hace las cosas típicas de las madres.
En el fondo, nunca me trataron como a un niño, por eso, cuando estaba cerca de otros niños, no sabía cómo comportarme. Ni qué decir. Me asustaba tanto que me ponía a temblar. Finalmente, mi padre comenzó a llevarme a un psicólogo y, después de un tiempo, mejoré bastante.
ESTÁS LEYENDO
LA MALDICIÓN DE UN AMANTE
FantasyLa extraña maldición que pesa sobre Mile Phakphum desde hace 2.000 años le ha condenado a pasar la eternidad atrapado en un libro hasta que una persona le invoque para satisfacer sus deseos. Esclavo sexual, al fin y al cabo, Mile ha tenido mucho t...