CAPITULO 8

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Mile y Apo ayudaron a Selena a desmontar el puestecillo ambulante y a guardarlo todo en el jeep, antes de regresar a casa sorteando el tráfico típico de un viernes por la noche.

- Has estado muy callado -le dijo él mientras se detenía en un semáforo en rojo.

Observó cómo la mirada de Mile seguía el movimiento de los automóviles que pasaban junto a ellos. Parecía perdido, como alguien que se debatiera en el límite entre la fantasía y la realidad.

- No sé qué decir -respondió tras una breve pausa.

- Dime cómo te sientes.

- ¿Sobre qué?

Apo se rió.

- Definitivamente, eres un hombre -le dijo-. ¿Sabes? Las sesiones con los hombres son las más difíciles. Llegan y pagan ciento veinticinco dólares para no decir prácticamente nada. Jamás lograré entenderlo.

Mile bajó la vista hasta su regazo, y él observó el modo en que acariciaba distraídamente su anillo con el pulgar.

- Dijiste que eres un sexólogo, ¿Qué es eso exactamente?

El semáforo se puso en verde y se internaron de nuevo en el tráfico.

- Tú y yo estamos en el mismo negocio, más o menos. Ayudo a las personas que tienen problemas con sus parejas. Mujeres que tienen miedo de tener

relaciones íntimas con los hombres, o mujeres a las que les gustan los hombres un poco más de la cuenta.

- ¿Ninfómanas?

Apo asintió.

- He conocido a unas cuantas.

- Apuesto a que sí.

- ¿Y los hombres? -preguntó él.

- No son fáciles de ayudar. Como ya te he dicho, no suelen hablar mucho.

Tengo un par de pacientes que sufren de miedo escénico...

- ¿Y eso qué es?

- Algo que estoy completamente seguro que tú no padecerías jamás -le contestó, pensando en la continua y arrogante persecución a la que él le sometía.

Se aclaró la garganta y se lo explicó-. Son hombres que tienen miedo de que sus compañeras se rían de ellos cuando están en la cama.

- ¡Ah!

- También tengo un par que abusan verbalmente de sus parejas, y otros dos que quieren cambiarse de sexo...

- ¿Se puede hacer eso? -preguntó Mile, totalmente pasmado.

- ¡Claro! -respondió Apo con un gesto de la mano-. Te sorprendería saber de lo que son capaces los médicos hoy en día.

Tomó una curva y se adentraron en su vecindario.

Mile permaneció callado tanto rato que estaba a punto de enseñarle lo que era la radio cuando, de repente, él preguntó:

- ¿Por qué quieres ayudarlos?

- No lo sé -le respondió con franqueza-. Supongo que se remonta a mi infancia, una época de muchas inseguridades para mí. Mis padres me querían mucho, pero no sabía relacionarme con otros niños. Mi padre era profesor de historia y mi madre ama de casa...

- ¿Qué es un ama de casa?

- Una mujer que se queda en casa y hace las cosas típicas de las madres.

En el fondo, nunca me trataron como a un niño, por eso, cuando estaba cerca de otros niños, no sabía cómo comportarme. Ni qué decir. Me asustaba tanto que me ponía a temblar. Finalmente, mi padre comenzó a llevarme a un psicólogo y, después de un tiempo, mejoré bastante.

LA MALDICIÓN DE UN AMANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora