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Kara Danvers


Conduje con la pelota pegada al pie cruzando mitad de cancha, las de celeste me persiguieron e intenté arrastrar la mayor cantidad de marcas posibles aunque sin darme cuenta me encontraba en el área rival. El marcador iba 1-0, perder en nuestro estadio no era algo que yo quería, inconscientemente seguí hasta rematar cruzado donde una notable mano impidió mi gol. Grité molesta, solté incontables insultos que no pasaron desapercibidos por la zaguera del City que me empujó molesta tirándome al sintético donde una disputa de empujones e insultos se desató.

El árbitro me mostró amarilla y aunque lo creí injusto decidí no tomarlo a pecho, cobraron penal y deseaba patearlo, gracias a mí tenían medio gol, solo debía patear desde los doce pasos.

La capitana infló su pecho tomando el balón, solté una patada al aire molesta por aquello pero sin duda rogaba poder igualar el resultado y respirar para continuar.

La inglesa Allison Mcfly remató al palo izquierdo pero la portera adivinó el lugar quitándole al United la oportunidad de igualar el partido. El estrés se apoderó de mi cuerpo, podía ver como mi equipo caía anímicamente metiéndose en nuestra área cuidando la portería en lugar de salir a buscar el partido.

Les grité para presionar en alto pero era ignorada, en Live mi palabra era ley en cambio aquí solo era alguien con un buen nivel. Comencé a buscar sola, me daba completamente igual si era la única estúpida contra once jugadoras.

Dije tantas veces en los recesos del colegio: todos ustedes contra mi sola.

No sé cuánto tiempo estuve corriendo de un lado a otro, jugaron conmigo, me humillaron, se burlaron pero seguí. Una a una mis compañeras movían el bloque pero no era suficiente, el cuarto árbitro elevó el cartel mostrando el adicional de tres minutos, no importaba si el primer tiempo lo jugaba sola del lado rival, yo sabía que un error....

Ahí estaba, el error que tanto anhelé. Trabe fuertemente con la mediocampista del City recuperando en tres cuartos, no vi camisetas rojas por ningún lado, solo estaba yo contra la línea defensiva de las rivales. Cambié la velocidad de mi carrera dejando atrás a una, enganché y fue otra, jugué con mi pie a pie quedando con una zaguera  y fue en ese milisegundo que pensé no llegar con demasiada fuerza.

Mamá, eres increíble, dale de lleno a ese balón.

Vamos, Danvers, muéstrame que mereces estar aquí.

Amo verte jugar y demostrar que siempre puedes dar más de lo que creen.

Aquellas pequeñas oraciones me dieron un impulso de adrenalina y no me importó llegar desgastada, acalambrada y sedienta, remate con la fuerza de mi empeine clavando aquella pelota en el palo más alejado del City.

La red se sacudió al igual que el estadio, corrí dónde estaba Austin, sentí como agarraban mi camiseta pero no quería detenerme, quería celebrar con mi hijo pero me detuve bruscamente al verlo sin darme atención, jugando con su consola. Quise romperme en llanto, deseaba gritarle que me viese, era la única persona que tenía a mi lado y no me veía hacer algo por el equipo.

Hinata me abrazó e intente sonreír pero la tristeza se reflejó notoriamente en mi rostro. Que bueno que acabó el primer tiempo y pude huir, mi pecho dolía mucho y mis pulmones ardían. Me encerré en el baño, temblaba nerviosa por aquel ataque tan repentino y no tener a Lena me rompía el corazón en mil pedazos, sentí que me estaba rompiendo y nadie podía verme.

Salí del baño con mi mejor aspecto pero aunque estuviera mal nadie lo vería, el equipo no es mi contención, Austin no es mi contención, Alex estaba lejos, Sam y mis padres igual, debía ser fuerte por mi misma.

La perdedora es una campeona Donde viven las historias. Descúbrelo ahora