Prologo

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Era un día como cualquier otro en la casa Pérez-Hamilton, Sergio estaba sentando en la sala de su hogar, tenía el televisor prendido pero no le prestaba atención, estaba perdido en sus pensamientos, desde hace un tiempo tenía la sensación de que nada era igual, sentía a su marido Lewis, muy distante, ya no era tan cariñoso como antes, no se despedía de beso al momento de irse a trabajar, entre tantas cosas más, que eran tan comunes y mundanas al inicio de su relación y matrimonio

Si bien el entendía que la monotonía podría ir apagando la llama del romance, lo que descubrió la noche pasada le quito todas las dudas que pudo haber tenido.

La noche anterior

Sergio estaba esperando a su esposo recargado en la isla de la cocina, tenía pensado seducirlo un poco, ya que hacia un tiempo que no tenían un momento intimo como pareja.

Se había dado un largo baño de burbujas, escogió con mucho cuidado la mejor pijama que tenía, la cual era de una seda tan suave que se sentía como una segunda piel, se peinó un poco y se dispuso a esperarlo.

Sergio ya estoy en casa ̶ dijo Lewis dejando su maletín en la mesa junto con sus llaves.

"Sergio", otra vez, ya no recordaba cuando fue la última vez que lo llamo girasol, como se refería a el de cariño.

Despejando un poco sus pensamientos se acercó a él y le ayudo a quitarse el abrigo que traía puesto, y al hacerlo se percató de que tenía un poco arrugado el cuello de su camisa, pero no quiso imaginarse nada y no le tomo mucha importancia.

Hola lew, como te fue en la junta? ̶ pregunto tomando el abrigo en sus manos, quiso darle un beso pero Lewis movió levemente su cara y se lo dio en el cachete.

Sintió el momento exacto donde su corazón empezó a agrietarse lentamente, sintió como se desmoronaba poco a poco algo que había entregado ciegamente al que él creía que era el amor de su vida.

Lo mismo de siempre ya sabes, creo que tomare un baño y me iré adormir, estoy agotado, Toto me hizo exponer el tema de hoy ̶  Y así como llego, se fue.

Sergio sentía la tela del abrigo en sus manos, se quedó parado en el mismo lugar hasta que escucho el sonido de la regadera.

Se dirigió al perchero para colgar el abrigo, y cuando estaba a punto de hacerlo, sitio algo en uno de los bolsillos internos del abrigo.

Era una tarjeta.

"La pase muy bien la última vez, encuéntrame a las 6:25 donde siempre guapo" -GR

El reloj de la pared marcaba las 8:45

En ese preciso instante, lo que quedaba ileso de su corazón se desmorono por completo.

Como robot, dejo la tarjeta donde la encontró y colgó finalmente el dichoso abrigo, entumecido se dirigió directamente al cuarto que compartía con su esposo, el cual seguía en el baño. Se acostó de lado y se tapó con las sabanas, sintió el momento en el que Lewis se acostó a su lado, y lo abrazo para después de unos minutos quedarse completamente dormido.

Una lagrima solitaria salió de los ojos cerrados de sus ojos, no podía seguir negando lo que tenía ante sus ojos.

Solo quería salir de esta pesadilla.

En la actualidad

No merecía nada de esto, él era un buen esposo, cariñoso, atento, y sobretodo fiel, definitivamente no lo merecía, él no era de los que se quedaban sentados sufriendo en silencio, y preguntándole a cualquier deidad porque a él.

No, el quería venganza, y como que se llama Sergio Michel Pérez Mendoza lo conseguiría.

Eran aproximadamente las 8:30, y Lewis todavía no llegaba, así que tomando una decisión que cambiaría completamente su vida, agarro las llaves de su carro, salió por la puerta sin mirar atrás.

Tres veces Donde viven las historias. Descúbrelo ahora