Virtud humana asignada: Temperancia
Alcancemos el más alto grado de perfección—"Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios".
Se nos concede solamente una vida; y la pregunta de cada uno debería ser: ¿Cómo puedo invertir mi vida para que produzca el mayor beneficio? ¿Cómo puedo hacer lo máximo para la gloria de Dios y en beneficio de mis semejantes? Porque la vida es solamente valiosa cuando se la usa para alcanzar esos fines.
Nuestro primer deber hacia Dios y nuestros semejantes es el propio desarrollo. Cada facultad que el Creador nos ha confiado debería ser cultivada hasta alcanzar el más alto grado de perfección, para que seamos capaces de hacer la mayor cantidad de bien que podamos. Por lo tanto, es tiempo bien empleado el que está dirigido al establecimiento y preservación de una sólida salud física y mental. No podemos permitirnos menguar o estropear una sola función de la mente o el cuerpo por trabajo excesivo, o por abuso de cualquier parte de la maquinaria viviente. Tan seguramente como hacemos esto, sufriremos las consecuencias.
La intemperancia, en el verdadero sentido de la palabra, está en la base de la mayor parte de las enfermedades de la vida, y anualmente destruye decenas de millares. Porque la intemperancia no se limita al uso de licores embriagantes; tiene un sentido más amplio, e incluye la complacencia dañina de cualquier apetito o pasión.
Exceso en comer, beber, dormir y ver—La excesiva indulgencia en comer, beber, dormir, y ver, es pecado. La acción saludablemente armoniosa de todas las facultades del cuerpo y de la mente produce felicidad; y cuanto más elevadas y refinadas son las facultades, tanto más pura y sin mezcla la felicidad.
Temperancia en la alimentación—Los principios de la templanza deben llevarse más allá del mero consumo de bebidas alcohólicas. El uso de alimentos estimulantes indigestos es a menudo igualmente perjudicial para la salud, y en muchos casos, siembra las semillas de la embriaguez. La verdadera temperancia nos enseña a abstenernos por completo de todo lo perjudicial, y a usar cuerdamente lo que es saludable. Pocos son los que comprenden debidamente la influencia que sus hábitos relativos a la alimentación ejercen sobre su salud, su carácter, su utilidad en el mundo y su destino eterno. El apetito debe sujetarse siempre a las facultades morales e intelectuales. El cuerpo debe servir a la mente, y no la mente al cuerpo.
Comer demasiado o con mucha frecuencia—Los que comen y trabajan intemperantemente e irracionalmente, hablan y actúan irracionalmente. No es necesario beber bebidas alcohólicas para ser intemperante. El pecado de intemperancia en el comer—comer con mucha frecuencia, demasiado, y de abundante y malsano alimento—destruye la acción saludable de los órganos digestivos, afecta el cerebro, y pervierte el juicio, perturbando el pensamiento y la acción saludable, racional y tranquila.
Los que después que la luz ha venido a ellos, no comen ni beben por principio, y en cambio son dominados por el apetito, no serán tenaces en ser gobernados por principio en otras cosas.
También la temperancia en el vestir—El pueblo de Dios tiene que aprender el significado de la temperancia en todas las cosas. Tiene que practicarla en comer, beber y vestirse. Toda indulgencia propia debe ser desechada de sus vidas. Antes de que puedan comprender realmente el significado de la verdadera santificación y de la conformidad a la voluntad de Cristo, deben, por la cooperación con Dios, obtener el dominio sobre los hábitos y las prácticas equivocadas.
Temperancia en el trabajo—Debemos practicar la temperancia en nuestra labor. No es nuestro deber colocarnos donde tengamos que trabajar en exceso. A veces, algunos serán puestos donde esto es necesario, pero debería ser la excepción, no la regla. Debemos practicar la temperancia en todas las cosas. Si honramos al Señor haciendo nuestra parte, él hará la suya para preservar nuestra salud. Debemos tener un dominio razonable de todos nuestros órganos. Por la práctica de la temperancia en el comer, en el beber, en el vestir, en trabajar, y en todas las cosas, podemos hacer para nosotros mismos lo que ningún médico puede hacer en nuestro favor.
Viviendo con capital prestado—La intemperancia en el comer y beber, en trabajar y en casi todas las cosas, existe por todas partes. Los que hacen grandes esfuerzos para ejecutar cierta suma de trabajo en un tiempo dado y siguen trabajando cuando su criterio les dice que deberían descansar, jamás son vencedores. Están viviendo de capital prestado. Están gastando la fuerza vital que necesitarán en un tiempo futuro. Y cuando se exija la energía que emplearon con tanta imprudencia, desfallecerán por falta de ella. Habrá desaparecido la fuerza física; decaerán las facultades mentales. Se darán cuenta de que han perdido algo, pero no sabrán lo que es. Su tiempo de necesidad habrá llegado, pero sus recursos físicos estarán agotados. Todo aquel que viola las leyes de la salud, deberá algún día sufrir en mayor o menor grado. Dios nos ha dotado de fuerza corporal, necesaria en diferentes períodos de nuestra vida. Si imprudentemente agotamos esta fuerza por el ajetreo constante, seremos perdedores algún día. Nuestra eficacia se menoscabará, si acaso nuestra vida misma no se destruye.
El trabajo nocturno—Como regla, la labor del día no debería prolongarse en la noche... Se me ha mostrado que los que hacen esto, a menudo pierden más de lo que ganan, porque sus energías se agotan y trabajan con excitación nerviosa. Pueden no darse cuenta de ningún daño inmediato, pero con toda seguridad están minando su organismo.
Temperancia en el estudio—La intemperancia en el estudio es una especie de intoxicación, y los que se entregan a ella, como el borracho, se apartan de la senda segura, tropiezan y caen en las tinieblas. El Señor quiere que todo alumno recuerde que el ojo debe mantenerse sincero para la gloria de Dios. No ha de agotar o malgastar sus facultades físicas y mentales procurando adquirir todo el conocimiento posible de las ciencias, sino que debe conservar la frescura y el vigor de todas ellas para dedicarse a la obra que el Señor le ha señalado: ayudar a las almas a hallar la senda de la justicia.
Intemperancia en la búsqueda de riquezas—Abundan los organismos quebrantados, entre los hombres, debido a la dedicación a obtener riquezas; debido a un deseo desordenado de riquezas. Empequeñecen sus vidas para el solo propósito de adquirir dinero; sacrifican el descanso, el sueño y las comodidades de la vida para este único objeto. Su organismo naturalmente bueno se destruye, la enfermedad se instala como una consecuencia del abuso de sus facultades físicas, y la muerte cierra la escena de una vida pervertida. Ni una sola moneda de su riqueza obtenida a tan terrible precio, puede llevar ese hombre consigo. El dinero, los palacios, y los ricos oropeles no le sirven de nada ahora; el trabajo de su vida es peor que la inutilidad.
Guardar cada fibra del ser—Cada órgano, cada fibra del ser, debe ser preservado sagradamente de cualquier práctica dañina, si no hemos de ser contados entre los que Cristo representó como caminando en la misma senda deshonrosa que anduvieron los habitantes del mundo antes del diluvio. Los que se encuentran entre éstos serán señalados para la destrucción, porque han persistido en llevar hábitos legítimos a extremos y han creado y se han complacido en hábitos que no tienen fundamento en la naturaleza, y que han llegado a ser una concupiscencia militante...
La masa de los habitantes de este mundo está destruyendo para sí la verdadera base de los más altos intereses terrenales. Están destruyendo su poder de dominio propio y haciéndose incapaces de apreciar las realidades eternas. Ignorando voluntariamente su propia estructura, conducen a sus hijos por la misma senda de complacencia propia, haciéndoles sufrir el castigo de la transgresión de las leyes de la naturaleza...
Nuestros hábitos de comer y beber muestran si somos del mundo o estamos entre los que el Señor, con su poderosa hacha de la verdad, ha separado del mundo. Estos son su pueblo peculiar, celoso de buenas obras.
Temperancia en todas las cosas—Para preservar la salud, es necesaria la temperancia en todas las cosas—temperancia en el trabajo, temperancia en el comer y en el beber. Nuestro Padre celestial envió la luz de la reforma de la salud para preservar de los malos resultados de un apetito degradado, para que los que aman la pureza y la santidad puedan saber cómo usar con discreción las buenas cosas que él ha provisto para ellos, y para que ejerciendo temperancia en la vida cotidiana, puedan ser santificados por medio de la verdad.
Los abogados de la temperancia deberían poner su norma sobre una plataforma más amplia. Luego deberían trabajar juntos con Dios. Con cada pizca de su influencia deberían animar la divulgación de los principios de reforma.
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Las 7 virtudes capitales
FanficEn este libro veremos las 7 virtudes capitales que son lo contrario de los 7 pecados capitales que existen en el mundo, por ejemplo: Soberbia, Avaricia, Lujuria, Ira, Gula, Pereza y Envidia. Sus contrarios son: Humildad, Generosidad, Castidad, Pacie...