En cuanto llegó a casa de la escuela, Jade se sacó el uniforme de color azul y se vistió con ropa más cómoda. No paraba de pensar en todo lo que le había ocurrido ese mismo día.
No puedes quejarte, Thirlwall. Hoy Dios ha estado de tu lado.
Pensaba con una sonrisa. De repente, alguien intentó abrir la puerta de su cuarto, pero ella fue más rápida y la cerró con la fuerza de su hombro.
-¡Me estoy cambiando, imbécil!- Gritó.
-¡Pero quiero mis autitos, Poppey!- Una voz de niño se escuchó a través de la puerta cerrada.
-¡No me digas así!- Con la camiseta colgando del cuello, la morocha se estiró hasta una repisa de madera, tomó un auto de juguete color rojo, abrió la puerta medio centímetro y se lo pasó. -¡Ahora déjame en paz!-.
-¡Te odio!- Le gritó el niño antes de que pisadas se oyeran alejándose.
Jade resopló antes de seguir cambiándose.
-¡Ya es hora!- El grito de su mamá la molestó todavía más.
¿Por qué tenía que acompañarlos a una cena en casa de unos amigos del trabajo, si a ella le importaba un comino?
Así son tus padres, Jadey. No parecen interesarse en nada más que no sea verde y tenga varios ceros en él.
Salió de su habitación vestida con un short y una remera celeste y se dirigió a la cocina. Su madre se encontraba arreglándole la corbata a su padre, pero en cuanto la vio pegó el grito en el cielo.
-¡Te dije que son socios en el trabajo, Jade! ¡Con esa ropa no llegarás ni a la esquina!- Y la tomó de un brazo para dirigirla al comedor. -Mira lo que te he comprado-.
Su madre se veía feliz con la nueva adquisición para su hija. Ella tomó la bolsa insegura y la abrió. De allí dentro sacó un vestido rojo de flores que casi la hace vomitar.
-Así como tú tienes una imagen que vender, yo tengo una reputación que mantener- No es cierto- No usaré esta cosa- Dijo, tomándo el vestido con dos dedos y alejándolo de ella.
-Hazle caso a tu madre. Sabes que nunca te pedimos que te comportes como la señorita que eres, creo que es un buen momento para que comiences a intentarlo- Su padre entró al comedor y comenzó a darle el sermón de su vida.
-¿Por qué nunca me dejan ser como yo quiera?-.
-A cambiarte ahora- Su madre puso el tono más autoritario que tenía, y Jade corrió a su habitación con el vestido arrastrando por el piso del departamento. No estaba contenta.
Se lo colocó, pero ni siquiera pensó en arreglarse su cabello.
Y si tienes algún problema, habla con mi mano. Pensó decirle a su madre, pero no se animó.
En seguida se subieron al auto y partieron hacia la casa de los amigos de sus padres. Era en un edificio, igual que su casa. En cuanto llegaron, los dejaron entrar por el portero eléctrico y subieron hasta el décimo tercer piso por el ascensor. Al llegar se dirigieron a la puerta "J".
Les abrieron una señora y un señor bien vestidos y sonrientes que les pidieron los abrigos. Jade se los entregó sin protestar, aunque en el momento en que dos niñas aparecieron por la puerta de una habitación, la morocha tuvo ganas de envolverse en el abrigo y volver corriendo a su casa sin que nadie se diera cuenta. ¿Pero cómo era eso posible?
¡La niña más grande era Perrie Edwards! ¡¿Su madre era compañera de trabajo de los padres de Perrie Edwards?! ¡Este debía ser el mejor día de toda su existencia!
-Hola, Jade- La saludó la rubia con una sincera sonrisa, mirando su vestido.
La morocha trató de taparse, pero era imposible. ¡Y para colmo no se había peinado! ¡Qué tonta había sido!
A partir de este momento no vuelvo a salir horrible a ningún lugar, no valla a ser cosa que mamá se halla convertido en socia de los padres de Johnny Depp y yo no lo sepa.
-Hola, Perrie- La saludó con timidez.
-¿Se conocen?- La madre de Jade, se veía confundida.
-Sí, Norma. Al parecer nuestras hijas son compañeras de escuela. En cuanto le conté a mi hija que trabajaba contigo y nombré tu apellido, Thirlwall, ella dijo conocer a una chica con ese apellido, asique dedujo que sería tu hija-.
El alma de Jade regresó a su cuerpo de inmediato. Asique por eso Perrie se había acercado a ella durante todo el día. Porque sus madres son compañeras y ellos iban a visitar su casa. A eso debía referirse Zayn cuando dijo: "Al parecer ya hiciste lo debías, Perrie".
La rubia se acercó a ella y le rozó la mano a propósito. A Jade el corazón se le aceleró, a pesar de que quería estar enojada con Perrie.
-Mira Debbie, él es mi esposo Cory, y mis hijos, Karl y Jade, pero solemos decirle Poopey-.
La morocha tenía ganas de meterse bajo una cama urgente. ¡¿Poopey, enserio?! ¿Acaso tenía 5 años?
Perrie rió con ternura y Jade bajó la mirada avergonzada, hasta que la rubia le levantó el mentón y le volvió a sonreir, demostrándole que le agradaba el apodo.
-Y ellas son mis hijas Perrie y Caitlin-.
La hermanita de Perrie tenia el pelo castaño y se veía muy agradable sonriendole a todo el mundo. A Jade le cayó bastante bien.
-¿Por qué no pasamos al comedor? La cena está casi lista- Dijo la madre de Perrie, y en cuanto Jade estaba por seguir a todos, la rubia la tomó de la mano y la obligó a quedarse allí con ella.
-¿Extraño, verdad?- Preguntó aún sonriendo, cuando todos se hubieran ido.
-¿Qué cosa?-.
-Que nuestros padres sean compañeros de trabajo y nosotras sin saberlo-.
Más extraño es que me halla creído toda esa historia de la dulce y tierna chica que pasa tiempo con la impopular y antisocial.
-Eso creo- Respondió por lo bajo y se escurrió hacia el comedor soltándose del agarre de Perrie.
En la cena no tuvieron más tiempo para hablar dado que todos los temas eran sobre el trabajo de sus padres. Jade había ignorado a Perrie en toda la velada, pero en cuanto terminaron el café y anunciaron que era hora de irse, a la morocha se le estaba por explotar la vejiga, cosa que la obligó a ir al baño inmediatamente.
En cuanto salió, se encontró a Perrie casi frente a sus narices. Todo el mundo se hallaba en la sala, y ellas en el pasillo que conducía a las habitaciones.
-¿Hola?- Dijo Jade al notar que la chica de los ojos celestes no emitía palabra.
-¿Acaso dije algo que te ofendió?- La miró a los ojos.
-No sé de qué hablas. Ya me tengo que ir-.
Trató de esquivarla, pero ella no le cedió el paso.
-A eso me refiero. No me gusta que mis amigas me traten así. Y en mi propia casa-.
-No sé a qué te refieres de verdad-.
-¿Somos amigas, cierto Jade?-.
-¡Poopey, ya nos vamos!- El llamado de su madre la alegró por primera vez en toda la noche.
-Me tengo que ir- Y la dejó allí sola, sin ninguna explicación.
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