Era una mañana igual a la anterior.
Emilian estaba más que aburrido. Había estado presente en el consejo del rey, solo para escuchar las mismas discusiones de siempre.
Sabía que tenía responsabilidades, pero nada de eso le hacía feliz.
La carencia de amigos también era un problema. Si, muchos decían adorarlo, pero no eran más que aduladores. Nadie era sincero con él.
Caminaba por los pasillos del palacio mientras los sirvientes le rendían pleitesía.
Le gustaría ser otra persona.
Miraba con buenos ojos aquellos nobles que gozaban de una libertad que él nunca podría alcanzar. Aunque a veces eso lo así sentir egotista.
Llegada la noche tuvo un deseo incontrolable. Quería salir del palacio y pretender ser otra persona.
No seria la primera vez que hiciera eso. Lo había hecho de vez en cuando desde que descubrió un pasadizo secreto que lo llevaba desde su habitación hasta la salida trasera del lugar.
Era arriesgado, tonto y estúpido.
Alguien podría descubrir su identidad y secuestrarlo, o se podría ver en vuelto en una pelea y ser asesinado.
Para su suerte, sus paseos, aunque cortos, eran muy satisfactorios.
Sin embargo, el deseo de salir se presentaba con mayor frecuencia y sus paseos se hacían cada vez más prolongados y alejados del palacio.
Esa noche no sería diferente.
Se vistió con ropajes comunes que había escondido desde que empezó con sus huidas nocturnas.
Camino por el pueblo sintiéndose una persona más.
No príncipe, no corona.
Sus pasos eventualmente comenzaron a seguir a cierta muchedumbre enardecida que festejaba en las calles. No tenia idea que era aquello que les daba tanta dicha, pero se dejo envolver por el ambiente.
Más tarde que temprano se dio cuenta de que había terminado dentro de una fiesta de mascaras en un famoso burdel.
Pago un par de monedas para que le dieran un antifaz y así poder mezclarse para observar el espectáculo de mujeres y hombres bailando como entretenimiento para algunos hombres adinerados que podía permitírselo.
No planeaba dormir con nadie esa noche, mucho menos un desconocido.
No fue hasta que sus ojos se encontraron con una figura masculina que llamo su atención.
Sus cabellos rizados y su sonrisa cultivadora lo hacían sentirse atraído por este. Como si estuviera bajo el hechizo de alguien de quien apenas podía ver parte de su rostro.
Michel se hospedaba en una posada a unas cuadras del burdel.
Le había parecido interesante pasar el rato distrayéndose en dicho lugar, después de ser básicamente arrastrado por uno de sus colegas que solía disfrutar del espectáculo, además de que le gustaban los juegos de cartas.
Había amasado cierta fama como compositor, pero tenia problemas con el juego y estos le habían generado muchas deudas.
Para su buena suerte, había sido invitado para tocar para la princesa Jane, quien se había encaprichado con conocerlo después de escuchar una de sus más famosas piezas.
Mientras disfrutaba del espectáculo, sintió la mirada de alguien sobre su ser.
Busco con discreción, intentando averiguar quien lo observaba con tanta firmeza.
Entonces lo vio al otro lado del salón. Un hombre alto y rubio, quien no conocía el pudor de no mirar de esa manera a una persona.
Michel sonrió y levanto su copa hacia este. Emilian se puso nervioso al verse descubierto, pero imito dicho movimiento y comenzó a buscar la salida.
Mientras caminaba, sintió la mano de alguien tocando su brazo y esto lo hizo voltear.
—No puedes observarme y solo irte—Le advirtió el pelinegro—¿Acaso te parezco atractivo?
Emilian trago en seco.
Por un momento se iba a escandalizar porque ese hombre parecía insinuarle cosas, pero luego recordó en qué clase de lugar estaba.
Quizá necesitaba eso para sentir un poco más de libertad.
—Creo que sabes que lo eres—El rubio hablo—Y te gusta presumir de ello.
Había cierta tensión entre ellos.
Michel sonrió.
—Eso es verdad—Admitió con una sonrisa—Podemos continuar la fiesta aquí o llevarla a otro lado.
Emilian le devolvió la sonrisa. No le parecía del todo una mala idea.
El hombre tenia acento extranjero, posiblemente nunca podría reconocerlo ya que no era de por ahí. Esto lo hizo sentirse más seguro.
Los gustos del príncipe eran peculiares para el ojo común de su reino.
Su gusto por los hombres era algo que tenia en claro desde muy joven, pero que mantenía en secreto por su bien y el de su familia.
El rubio discretamente tomo la mano del pelinegro y ambos salieron del lugar.
Esto puso un poco nervioso al príncipe, pues normalmente esos encuentros se hacían en el mismo burdel.
Sin embargo, se convenció a si mismo de que se trataba de un lugar más privado y ya.
Llegaron a la posada en la que se hospedaba. No era un lugar muy bueno, pero el dueño del lugar fingía que no veía nada a cambio de unas monedas.
—¿Alguna vez has estado con un hombre? —Pregunto el pelinegro al verlo tan nervioso. El príncipe negó—Entonces hoy te enseñare muchas cosas.
Emilian vio como el hombre se quitaba la máscara, sintiendo su corazón alborotarse al ver su rostro.
No se había equivocado, realmente era atractivo.
Michel se acercó a él, colocándose detrás para comenzar a quitarle en antifaz.
Entonces se puso frente al rubio y comenzó a dejarle unos besos en su cuello, haciendo gemir al príncipe al sentirlo tan cerca.
Con sus manos rápidas comenzó a desabotonar la camisa del más alto, Emilian hizo lo mismo.
Estaba nervioso, pero también sentía una mezcla de adrenalina y excitación. Era lo más lejos que había llegado en sus aventuras nocturnas.
Entonces el pelinegro lo empujo a la cama y se agacho hacia su rostro para juntar sus labios. Sintiendo el sabor del vino en su lengua, que invadía cada vez más su boca.
Soltó otro gemido cuando sintió su mano sobre sus pantalones, tocando su excitación por encima de estos.
Michel sonrió al ver su efecto en él.
Le daría todo el placer que pudiera esa noche. Pues creía que sería la única vez que se verían y no iba a desaprovecharla.
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𝓜𝓸𝓸𝓷 𝓛𝓸𝓿𝓮𝓻𝓼 ~ᶜʰᵉˢᵗᵃᵖᵖᵉⁿ
Cerita PendekEmilian es un príncipe heredero que es admirado por todos en la corte. No hay nadie que se le iguale, pero el peso de la corona lo hace sentir muy solo. Michel es un compositor que alguna vez fue muy famoso, pero la vida de excesos que llevaba lo de...