Renacer del Caballero

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El hombre, solo en la colina, se sentó entre la hierba verde. Hacia décadas que no podía apreciar la vida, décadas de vivir en un mundo prácticamente muerto habían hecho aquello.

Sus ojos escanearon las afueras de la ciudad de Londinium mientras se perdía en sus pensamientos. Ignoro los consejeros en la distancia debatiendo cuando acercarse a su posición.

Muchos mas habían muerto de forma definitiva frente a un mortal sin nombre. La luz del sol que iluminaba rojos cabellos era la luz de un sol lleno de vida; rayos de amarillo dorado que alimentaban las plantas y hacían caer la lluvia bajo la acumulación del agua. El, en cambio, había visto un sol rojo: un sol muerto.

Sol Rojo. Dos palabras extrañas y carentes de significado para cualquier otro, para el había sido el cambio de todo lo que conoció y pronto fue todo lo que conoció durante el resto de su no-vida.

La mañana había llegado temprano y los rayos dorados, con matices de rojo profundo, ya bañaban en su fulgor a la hierba verde. Desde hacía decadas que aquella hierba le recordaba a Sif.

Los ojos antiguos demostraron un brillo cansado antes de endurecerse y ponerse de pie. Su mano se poso sobre la empuñadura de su espada. Tenia aun muchas reuniones que realizar, un ejercito por supervisar...

- Ambrosius ¿Fueron enviadas las misivas a los Señores? - Mientras se adelantaba hacia su consejero improvisado una mirada contemplativa apareció en su rostro.

- De hecho lo fueron, mi Señor, ellos y algunos de sus Caballeros deberían llegar hacia a la tarde teniendo en cuenta la distancia... Pero, si no le molesta mi pregunta ¿Por que no llamar también a los que estaban mas lejanos? -

Los caballeros eran una parte muy importante de su plan para iniciar su cruzada. Gwyn mismo los había necesitado y el había derrotado a los dragones y dominado el trueno.

- Necesito saber quienes en la cercanía realmente piensan acudir, mas alla de a quienes tenemos, es una prueba de voluntad para quienes me rodean -

Además, si ellos mismos no asistían a su llamado ¿Cómo podía esperar que el resto de Inglaterra lo hiciese? No, lo mejor era no chocar tan directamente con el legado de Uther. Su muerte todavía era demasiado reciente como para esperar que todos respondieran.

Y sin embargo, lo reciente podía significar un mejor futuro para la nacían si el era capaz de asumir el trono temprano.

– ¿Piensa acudir a ver al Praetor Atilius? Según lo que sabemos debería estar esperándolo –

- Si, es una buena oportunidad para lo que busco -Sus ojos se fijaron en los caballos ya listos cuando salió de su tienda de campaña.

Londinium era su destino y no la población aledaña, si no la ciudad. Montar al robusto alazán fue cuestión de un instante y pronto dirigió al corcel por el camino en desuso, con pasto ya deshaciendo el camino de tierra, mientras su consejero le seguía el paso en su propia montura.

El resplandor naranja ya estaba tomando un tono amarillo mas amigable mientras los cascos de los caballos pasaban por encima de los pastizales. Sus ojos distinguieron los pilares y el arco de piedra en la distancia con pequeñas murallas.

Los remanentes de Roma en la otrora provincia del Imperio.

Al apearse de su caballo lo primero en saludarlo fueron tres hombres. Dos eran claramente guardias romanos, tal cómo sugería su atuendo antiguo y la diferencia con el tercero era más que clara.

Atilius, el tribuno convertido en pretor que había perdido contacto con el Imperio alzo su mirada con el destello del gris en sus pupilas cansadas. Aquel hombre, podía ser un gran aliado o una piedra en el costado particularmente molesta.

Manto del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora