🥞

139 7 0
                                    

Había un pequeño conejito rosa llamado Kony. Su pelaje era suave como el algodón de azúcar y sus orejas se alzaban como dos pétalos de flor. Vivía en un prado soleado, rodeado de flores de todos los colores.

Kony tenía un padre amoroso llamado Sebastián, quien era un gran cocinero. Sebastián preparaba los panqueques más deliciosos del mundo. Eran esponjosos, dorados y cubiertos con jarabe dulce. Pero Sebastián tenía una debilidad: le encantaba alimentar a Kony con esos panqueques.

Cada mañana, Sebastián cocinaba una pila de panqueques y se sentaba junto a Kony en la hierba. El conejito rosa saltaba de alegría al ver los panqueques. Su pequeña nariz temblaba con el aroma dulce y su barriguita se llenaba de anticipación.

Kony devoraba los panqueques con entusiasmo. Uno tras otro, hasta que su panza se hincha como un globo. Pero, sorprendentemente, no le pasaba nada malo. No se sentía pesado ni incómodo. Parecía que su barriga estaba hecha para absorber panqueques sin límites.

Sebastián acariciaba la panza de Kony mientras este se relajaba bajo el sol. “Mi pequeño glotón”, decía Sebastián riendo. “¿Cómo puedes comer tanto y seguir siendo tan adorable?”

Kony se acomodaba en el regazo de su padre, su panza redonda y feliz. Sebastián le susurraba historias sobre las estrellas y los sueños mientras acariciaba su pelaje rosa. El conejito cerraba los ojos, sintiéndose amado y seguro.

Los días pasaban, y Kony seguía creciendo. Su panza se volvía más grande, pero seguía siendo suave y esponjosa. Los otros animales del prado lo miraban con envidia. “¿Cómo puede comer tanto y no engordar?” se preguntaban.

Un día, durante un picnic en el prado, Kony se convirtió en el centro de atención. Los pájaros, las mariposas y hasta los insectos se reunieron para ver al conejito rosa con la barriga gigante. Todos querían tocarla y escuchar el sonido suave que hacía al apretarla.

Sebastián sonreía con orgullo. “Mi Kony es especial”, decía. “Su panza es un tesoro lleno de amor y panqueques”. Y así, el conejito rosa se convirtió en una leyenda en el prado. La historia de Kony y su barriga feliz se transmitía de generación en generación.

Y así, querido lector, recuerda siempre que el amor y los panqueques pueden hacer milagros. Y si alguna vez ves un conejito rosa con una panza enorme, sabrás que es Kony, el conejito más feliz del mundo.🥞

✧🥞𝑷𝒂𝒏𝒄𝒂𝒌𝒆𝒔🥞✧ [𝑪𝒐𝒎𝒑𝒍𝒆𝒕𝒂𝒅𝒂]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora