c u a t r o

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Sentado en el regazo de Harry mientras el alfa le daba de comer fresas y mandarinas con la mano, Louis se dio cuenta de que había perdido la cuenta de las veces que Harry le había hecho un nudo entre el viernes y el sábado. 

En la cama, el alfa era insaciable, despiadado, casi salvaje. Fuera de ella, era atento, cariñoso y un poco posesivo. Era el puto hombre ideal de Louis y éste no sabía qué hacer con esa información. 

"Vamos, cariño, tienes que comer un poco más antes de volver a dormir", susurró Harry suavemente mientras una gran mano se extendía posesivamente sobre el vientre hinchado de Louis. Louis abrió la boca para que Harry le diera más fruta. "Ahí vamos... ¿verdad que eres dulce? Chúpame ahora, dulzura", dijo, ofreciendo sus dedos húmedos y pegajosos a Louis, que chupó alegremente cualquier resto de jugo de ellos. 

"Tengo sueño" murmuró Louis, acurrucando su rostro en el cuello de Harry. Normalmente no era así con los alfas que no eran sus parejas, nunca se sentía tan unido a ellos. 

Pero entre los constantes nudos, los elogios y la alimentación manual, Louis había empezado a sentirse seguro cerca de Harry, más suave. 

"Debería ser ilegal ser así de perfecto", murmuró Harry contra la cabeza de Louis. El omega resopló, seguro de que acababa de imaginar a su alfa diciéndole eso dentro de su nublada cabeza. "Ven aquí, cariño", El alfa agarró el cuerpo flexible de Louis para poder acostarse sobre él. 

Louis suspiró antes de acurrucarse, con la cara enterrada en el pecho de Harry mientras dejaba un beso somnoliento allí. 

Acariciando el cabello de Louis, Harry comenzó a ronronear felizmente debajo del omega. Cuando los ojos de Louis empezaron a desviarse, su mente volvió a jugar con él, haciéndole oír a Harry decir: "Mi omega perfecto".

☏ 

Al día siguiente, Louis se despertó desorientado, solo y sin signos de celo en su cuerpo. Era un hecho extraño, no la parte de despertarse solo, sino la de no tener signos de calor/celo: su celo solía durar todo el fin de semana y terminaba alrededor del domingo por la noche. Pero aquí estaba Louis, un domingo por la mañana sintiéndose como alguien bien follado y con sólo una pequeña punzada de dolor en el pecho al ver que Harry había decidido marcharse en cuanto Louis no le necesitaba biológicamente a él... o a su polla. 

Una parte de su cerebro le decía que necesitaba una merecida ducha, pero una parte más grande y testaruda, se negaba a deshacerse del olor y la corrida de Harry, quería mantenerla dentro de él hasta el último momento. 

Suspirando, se levantó de la cama para buscar agua y comida, con la esperanza de que Harry hubiera dejado el helado de coco que no había llegado a comer el viernes. Sin embargo, en cuanto abrió la puerta, un leve olor a tocino y panqueques llenó sus fosas nasales. El corazón se aceleró contra su pecho, y la esperanza llenó su cuerpo, dejó que el olor guiara sus pasos.

Había algo sobre la vista de Harry en su cocina -más allá de la magnífica vista de esa absoluta bestia de hombre en un pequeño y ajustado par de bóxers, con la espalda ancha y musculosa en plena exhibición- haciendo comida como si perteneciera a ese lugar que hizo que algo se removiera dentro del pecho de Louis. 

"Oh..." Un sonido silencioso y lastimero escapó de la boca de Louis.

"Buenos días", dijo Harry, girando el rostro para mirar a Louis. "Pensé que tendrías hambre y quería que comieras algo más que fresas y mandarinas".

Louis sintió que le ardía el rostro al recordar que había comido esas cosas de las manos de Harry, los sonidos que había hecho, las cosas que habían hecho... 

Tennis courtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora