CAPITULO 1
Sus piernas están enredadas con las mías. Hace poco despertamos de una buena siesta.
- ¿Hasta cuándo me vas a amar? – Susurro a su oído, esperando una respuesta alentadora. La consigo.
- Hasta mi último suspiro.
Y mintió, en eso también mintió. Lo veo marchándose de lejos, con su morral colgado a su espalda, mientras la lluvia lo empapa completamente, llevándose una parte de mí consigo. Llega a la esquina, levanta su brazo y un taxi se detiene.
Mientras mantengo los brazos cruzados, observo como una figura femenina se baja del taxi, abre una sombrilla y permite que él entre primero.
Siento mi corazón romperse y como el nudo sube a mi garganta, confirmando que la mujer del taxi, es aquella que siempre me causó inseguridad dentro de la relación.
2 semanas después.
Escucho unos golpes en mi puerta. Los ignoro, mientras me vuelvo a meter dentro de mis sabanas.
- ¡No me ignores porque sé que estas ahí! ¡Ábreme!
Los gritos de Catalina se escuchan por todo el lugar, haciendo que me duela la cabeza. He estado en silencio por mucho tiempo y cualquier ruido, me hace sentir como un vampiro saliendo al sol.
A regañadientes, me levanto de mi cama, me envuelvo en la sabana y camino cual muerto hacia la puerta de entrada.
Abro y Catalina deja caer su bolso al piso. Ella preferiría morir antes de que sus bolsos se estropearan.
- Luces fatal. – Es lo único que dice.
Yo ruedo los ojos.
- No necesitabas recordármelo, tengo espejo en casa.
Sus ojos reflejan preocupación pura.
- Lo siento, lo siento mucho. – Pronuncia en voz baja.
No soporto hacerme la fuerte, menos con ella al lado, la persona que conoce mis sentimientos simplemente con una mirada. Estira sus brazos y yo corro hacia ella, mientras me lanzo a llorar. Ella cierra la puerta y me dirige al mueble de la sala de estar.
- Ha roto todas sus promesas. – Digo con un susurro apenas audible.
- Tienes que aprender que quien vive de palabras, muere de decepción, querida. – Me acaricia el cabello que está lleno de una maraña de nudos. Ni peinarme he podido. No me ha dado la vida para hacerlo.
Nos quedamos un buen rato en silencio, mientras ella me sostiene con sus brazos. Esperando a que yo diga algo.
- Todo está hecho un caos.
- Sé que estás mal cuando tu aspecto es fatal y tu casa está desordenada. Eres una adicta a que todo luzca bien. – Sonríe intentando hacerme reír.
Sí, así olvido que hay desorden en mi interior. Pero, ahora ni siquiera eso puedo ocultar. Le devuelvo la sonrisa.
- ¿Me ayudas a ordenar un poco? Quiero tomar algo de aire fresco, pero no puedo dejar esto hecho nada.
- Claro.
Nos pasamos las siguientes dos horas, escuchando canciones de despecho, mientras arreglamos el desorden que se ha acumulado durante dos semanas. Cuando finaliza, ella se pasa la mano por la frente, limpiándose el sudor que se acumuló en su frente.
- Ahora la que luce fatal eres tú. – Digo en tono burlón.
- Gracias, amiga, que amable. – Voltea sus ojos con sarcasmo.
Yo sonrío, le tiro una toalla para que se meta a bañar y así podernos arreglar. Cada una se dirige a un baño.
Luego de cuarenta minutos, siento que soy una persona nueva. Un baño no soluciona los problemas, pero sí que es buen compañero cuando requieres despejar la mente.
Nos arreglamos, mientras charlamos de otros asuntos. No quiero agobiarla con tantos problemas que me sobrellevan hoy.
- ¿Sabes algo de Katya? – Pregunto mientras me ondulo el cabello.
- Te tenía una sorpresa. Pero no me ha dicho de qué se trata. Quizá es algún kit de esos perfumes árabes que tanto te encantan, me ha dicho que ha conseguido una tienda fabulosa en Italia.
- Quisiera estar allá. Extraño que salgamos las 3.
Terminamos de arreglarnos. Bajamos por el ascensor hasta el parqueadero del edificio y caminamos hasta mi auto.
- Por favor no empieces a decir que ya no vale la pena vivir mientras conduces como una loca.
Ruedo los ojos.
- Eso solo pasa en las películas.
- Según tú.
Nos subimos al carro mientras conduzco hacia la Avenida del Alba, lugar donde están los restaurantes y bares más deliciosos de la ciudad.
Cuando encontramos un lugar donde parquear, me bajo y veo de frente, el restaurante donde hace tres semanas, me dijo que era la mujer de su vida. Paso saliva. Intento ignorar el recuerdo que me atraviesa.
Le tomo la mano a Catalina y cruzamos la calle, dirigiéndonos a un restaurante bar. Cuando entramos, el mesero nos dirige a una mesa para dos mientras nos da un coctel de bienvenida.
Catalina y yo vamos mientras charlando, cuando veo que se detiene y me observa sin pronunciar ni una sola palabra.
- Vámonos. No me gusta este ambiente. – Sé que está mintiendo.
- ¿Qué ocurre? No entiendo.
Volteo a mirar hacia todos lados, hasta que mi mirada se detiene en una escena que sencillamente, quería evitar.
Es él.
No está solo.
Están sus amigos, aquellos que siempre odié. Pero eso no es lo que me parte el alma.
A su lado está ella, mientras él cubre su cintura con su mano.
Están riendo, felices, mientras yo estoy pensando cómo continuar mi vida sin rendirme.
No pienso, le doy la copa a Catalina y camino a su dirección. Cuando sus amigos me ven, se dejan de reír. Él se voltea junto a ella. Se levanta y lo único que mi cuerpo hace es levantar la mano y golpear su rostro.
- Eres un maldito imbécil.
No espero su respuesta, solo me volteo y me voy rápidamente del lugar, mientras Catalina me sigue.

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SUSURROS SIN NOMBRE
RomanceElla, una chica que se dejó creer de sus mentiras. Él, un chico que no pudo cumplir con sus promesas, pues nunca aprendió que la palabra, vale.