Capítulo 15

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En cuanto bajé del acantilado, fui a ver a doña Elvira para contarle todo cuanto había sucedido y lo que me había relatado Shasha. Mientras le hablaba los ojos tristes de la curandera se fueron iluminando poco a poco y, finalmente, una gran sonrisa apareció en sus labios.

Le pregunté si podía quedarme a vivir con ella, y doña Elvira asintió dándome un cálido abrazo. Así que me trasladé a su cabaña aquella misma noche y puse mis cosas en la habitación de Shasha. Contemplé un largo rato los muñequitos de crochet que ella había tejido, después cogí un osito y me tumbé abrazada a él sobre la cama. Y mientras respiraba el suave aroma de Shasha del que estaban impregnadas las sábanas y la almohada, caí en un sueño profundo.

A la mañana siguiente, cuando fui al colegio, les hablé a mis alumnos sobre Shasha. Admití que tenían razón sobre ella, que era una sirena ―aún no podía creerme lo que yo misma estaba afirmando―. Les conté que la joven me había salvado la vida y que había regresado al mar. Seguidamente, les conté todo cuanto le había dicho a doña Elvira y mis alumnos estaban tan fascinados, sobre todo Carla, que no paraban de hacerme preguntas. De modo que estuvimos hasta el final de la clase hablando de las sirenas.

Por la tarde muchos lugareños me pidieron que les contase a ellos también todo lo que les había contado a los niños. Así lo hice, y una vez terminé de hablar, para mi sorpresa, me creyeron y también me hicieron numerosas preguntas intrigados y deseosos de saber más.

Aquello marcó un punto de inflexión en mi relación con los habitantes de Urbiot. Hablé tanto con quienes ya conocía como con quienes aún no había intercambiado ni una palabra. Y a partir de entonces se operó un cambio radical en su comportamiento: me saludaban alegres cuando me veían y me daban conversación.

Por eso tuve la sensación de que Shasha me había dado una llave con la que abrir una caja hermética, puesto que si algo caracterizaba a los habitantes de Urbiot era su hermetismo. Incluso Alicia empezó a tratarme con amabilidad y me agradeció «la magnífica educación» que les estaba dando a sus hijos. También se disculpó por su mal comportamiento conmigo. Yo muy asombrada ante aquel cambio de actitud, le dije que no tenía importancia y con una sonrisa quedó atrás todo lo negativo que se había interpuesto entre nosotras.

Además, en esos días, había empezado a difundirse el rumor de que Rodrigo iba a marcharse del pueblo. Por lo visto, su nueva mujer, Catalina, se había quedado embarazada y, según me contaron, él aseguraba que no permitiría que su futuro hijo recibiera clases de una embustera. Pues, según él, Shasha no era buena sino todo lo contrario y aseveraba que ninguna sirena podría ser buena jamás. Por lo visto afirmaba muy enfadado que yo estaba mintiéndoles a todos y que eran unos necios por creerme.

A mí no me afectaron ni un ápice sus acusaciones y me alegró ver que nadie en el pueblo le hacía caso, ni siquiera Damián quien me dijo que me creía y que se alegraba mucho de que Shasha hubiese regresado al mar.

―El equilibrio es lo más importante, señorita Aroa. Usted ha ayudado a reestablecerlo y por eso le estaremos siempre agradecidos ―me dijo Damián en voz alta en una ocasión en la que nos habíamos reunido la mayoría de los habitantes de Urbiot.

Poco después, los rumores se hicieron realidad y Rodrigo puso a la venta su mansión y se marchó del pueblo dejando el cargo de la alcaldía. Jacobo, se presentó para ser el nuevo alcalde y la mayoría le votamos. Al mes siguiente consiguió los permisos para que instalasen una red eléctrica y conexión wifi en el pueblo. Jacobo también ordenó la remodelación del colegio y en muy poco tiempo el edificio fue rehabilitado para mi inmensa alegría y la de mis alumnos. Además creó unos fondos para los materiales y el mobiliario de la escuela y me subió el sueldo.

Estaba tan agradecida que decidí dar clases por las tardes a todos los adultos que quisieran. Mi idea fue bien recibida, porque muchos lugareños acudieron a mis clases incluidos doña Elvira, Damián, Gonzalo, Jacobo y Alicia. El colegio fue ganando fama, gracias a las buenas críticas que hacían mis alumnos ―pequeños y mayores― a otras personas. Cada vez estaba más entusiasmada, aunque sentía dolor por no poder ver a Shasha y compartir con ella mi éxito.

Bailes de SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora