Pt. 4: Portamento

0 0 0
                                    

"Qué vasijas más mediocres," pensó Yennah mientras cruzaba el mercado de Bruma, con una mano en el torso y la otra con su bolsa. Escondida en su capucha, caminaba lento, pero seguro. La luz de la luna no alumbraba mucho, pero le bastaba para avistar artesanía amateur con la que enojarse. "Pareciera que mezclaron la arcilla con lodo de alcantarilla. Blegh."

Se alejaba a su ritmo de la casa de Aaron, plantada en medio del centro del condado. Mientras más se alejaba del centro, más espacio había entre cada casa. Hechas de madera y piedra, que también se volvían más viejas y musgosas con su avanzar. El camino trizaba y perdía asfalto con la misma frecuencia. Todo se sentía más familiar. "Encima estaban todas ladeadas. Qué alfarero más mediocre. Eso o su equipo de trabajo tiene 100 años," seguía rabiando con las vasijas que había visto hace ya un rato.

Ya en los límites de Bruma, se acercó a la muralla que rodea todo el condado. Llegó a una parte de la muralla donde, escondida entre la maleza, yacía un agujero en la pared que daba a las afueras de la ciudad, mas o menos de la mitad del alto de Yennah. Soltó la bolsa un momento, cayó sobre sus manos y rodillas y sintió un gran dolor en el costado, con el cual cruzó de todos modos. "Esto no es nada," pensó.

Al otro lado se apoyó de la muralla para levantar, y después de darse un respiro se dió cuenta de que había dejado la bolsa de medicinas atrás. Tuvo que hacer todo de nuevo.

Siguió caminando, y en su caminar pudo avistar la flora que conocía tán bien desde hace un par de años, floreciendo a los lados del camino de tierra. ¿Hace un par de años? ¿O tres... o cuatro? No mantenía la cuenta, realmente. No pensaba en ello. Ya no pensaba en por qué dejó de robar, y por qué empezó a robar en primer lugar. Ahora, tras su pequeño alboroto con Aaron, contaba con una nueva persona en la que no pensar.

"Listo, esa fue la última vez que pensaré en Aaron.

...Ya, ahora si esa fue la última.

...

...Ugh."

Siguió recto otro poco, dobló a la izquierda alrededor de un arbol con ramas pintadas de blanco y se encontró con una tienda, un estante con libros, una silla, una mesa y un baúl; todos debajo de mantas unidas por costuras, y atadas a los árboles de alrededor, funcionando como una especie de techo, cerca de una fogata sin encender. Todo en un parche de tierra rodeado de árboles y arbustos.

Ah. Hogar, dulce hogar.

Entró a la tienda y encendió una linterna al lado del saco de dormir. Se recostó para tender su herida, pero el sueño le cayó encima como martillo de herrero. Después de deliberar por un total de dos segundos decidió que lo haría mañana, si. Definitivamente mañana. Ahora era la hora de dormir.

No sabía cómo funcionaba todo eso de la curación y la medicina, pero recordó que una vez ayudó a una tía que ponía mascotas a dormir, así que podría decirse que tenía experiencia; mañana lo sabría a ciencia cierta. De lo que estaba segura, es de que probablemente debería vertir vino sobre una de las gasas y esparcirlas alrededor de la herida antes de hacer nada.

Ahora si dejaría de pensar en él.

————————————————————

Despertó y solo recordó soñar con que cruzaba una cueva tomada de la mano con otra persona. Por primera vez en semanas había tenido un sueño. Cuando se destapó sintió el frío mañanero que le indicó que avecinaba el otoño. Miró a su alrededor y notó la bolsa que dejó el día de ayer, y se decidió por hacer las curaciones que postergó.

No fue bonito. Lo único placentero del proceso fue beber de la botella de vino que usó para desinfectar su herida, y el resto fueron suturas, dolores y pausas para jadear. Ese día no comió para poder recuperar fuerzas, y bebió vino para "distraer al dolor". De las dos botellas que tenía guardadas no sobrevivió ninguna.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 09 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El Amor me aBruma (ja!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora