Cap. 1: Los Juegos de un Angel

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"Sus ojos son un mar de emociones profundos y brillantes como el océano, llenos de sentimientos que no se pueden explicar, pero que me hacen vibrar."

- Ariana Carrasco.

Cuando contemplo a mi esposo, lo primero que me cautivan son sus ojos, unas esferas azules de gran tamaño que iluminan su rostro, dotándolo de un aura angelical. Sin embargo, en ocasiones, me encuentro tentada a desear y poseer esos preciosos tesoros, retenerlos como mi más valiosa posesión.

Pero, ¿qué consecuencias acarrearía eso para él?

Él perdería su libertad, dejaría de percibir el mundo y se limitaría a existir solo para mí... Esta idea resulta molesta, a pesar de que sus ojos son realmente hermosos.

¿Qué otro encanto mi amado puede tener?

Quizá sea su piel sedosa y pálida, sin imperfecciones, como un manto lechoso de incomparable suavidad; mis dedos se deslizan por su rostro antes de que sus ojos roben nuevamente mi atención.

Cuando Lucifer sonríe, pienso para mí misma: "Un hermoso ángel".

El me sigue con la mirada, y me pregunto: "¿Qué pasa por esa cabecita suya?" Siempre un misterio, tan enigmático, como un secreto que solo él supiera y se niega a contarme.

Él se acerca y recuesta su cabeza en mi pecho, suspirando con tranquilidad al sentir mis latidos, como si necesitara confirmar que estoy realmente viva.

Y cuando me llama por mi nombre, mi cuerpo reacciona al escucharlo en sus finos labios, como una corriente eléctrica que se pasea por toda mi columna y me hace sonreír. Él, mi Lucifer, ríe y vuelve a cerrar los ojos... Esos hermosos ojos azules que nunca podré arrebatar.

Lilith se levantó con la primera luz del día, como era su costumbre diaria

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Lilith se levantó con la primera luz del día, como era su costumbre diaria. Preparó su desayuno con la intención de evitar a su esposo, una rutina que se repetía día tras día. Después de ducharse y cambiarse, bajó a la cocina y se sirvió una taza de manzanilla, tratando de encontrar algo de calma en la mañana.

Sin embargo, una extraña sensación en el pecho la invadía ese día, amenazando con sofocarla más tarde. Un sabor amargo se apoderaba de su boca, agrietando sus labios a pesar de estar humedecidos.

Mientras perdía la mirada en la tenue luz del amanecer que se filtraba por la ventana de la cocina, sintió cómo la sensación en su pecho se intensificaba. Dejó la taza en el fregadero y se apresuró a tomar su gabardina, lista para partir. Pero antes de salir, escuchó la voz somnolienta de su esposo, que la saludaba con gentileza desde el comedor.

"Buenos días", dijo el Omega, aún con los ojos entrecerrados por el sueño, confundido y recién adaptándose a la luz, con sus ojos llenos de lágrimas tras un reciente bostezo.

Le Ressentiment de l'ange || RadioApple Donde viven las historias. Descúbrelo ahora