A casa luego del rehab ((forzado))

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Blitz estaba allí, rompiendo los vidrios de un auto para comenzar con su tarea diaria. Sus dos compañeros fumaban hierba a un costado y él no solo trabajaba, sino que pensaba en las decisiones que debía tomar para enderezar su vida y rectificar su camino. Porque claro, luego de la charla con Verosika lo pensó, pensó en ellos dos juntos como pareja.

Lo pensó como por quince minutos luego de esa conversación. Blitz quería dejar a la perra.

Sin embargo, no sabía cómo hacerlo sin que ella le rompiera la cara. Blitz quería ser mejor y dejar de drogarse, esencialmente como primer paso. Y no estaba muy seguro de todo lo que debía hacer para comenzar con ese camino, pero de lo que si estaba seguro era que estar con Verosika y no drogarse no era una opción válida, no eran caminos compatibles. Debía alejarse de las tentaciones, también buscar lugares seguros y apropiados para su salud mental. Si, hasta ese instante solo habia estado evadiendo su dolorosa realidad, pero ya no quería hacerlo. Era hora de avanzar casilleros y empezar a limpiar el mugrero que tenía acumulado en su consciencia y corazón.

La conclusión era que no podía quedarse con Verosika, ella tomó su decisión de no querer acompañarlo en su idea de limpiarse y no podía arrastrarla consigo ni obligarla. La había amado bastante en los primeros años que estuvieron juntos, pero eso se extinguió cuando empezó a alcoholizarse más de la cuenta y le empezó a gritar, exigir y a maldecirlo todo el tiempo.

Detuvo sus pensamientos cuando vio como sus dos compañeros de robo se fueron corriendo del callejón. Blitz los miró con incredulidad mientras serpenteaba su larga cola, porque la única cosa que haría que esos dos holgazanes corrieran como si estuvieran en una puta maratón sería contemplar a un ejército de policías disparando a matar.

No escuchó las balas y tampoco vio a ese ejército. Pero sintió como dos sujetos armados lo agarraban desde atrás con esos estúpidos uniformes azules y lo estampaban contra la cubierta del motor del auto que estaba por saquear.

Blitz empezó a maldecir en voz alta, pero cerró la boca cuando escuchó las sirenas del auto de la policía. Dejó de forcejear y dejó de gritar.

¿Alguna vez le pasaría algo bueno en toda su mierdera y desgraciada vida?!

—Me lleva el puto y jodido infierno.

Cuando Blitz fue capturado en su primer arresto y arrojado en una celda como si fuera un asesino serial, Verosika no se apareció en días (ni nunca). Él no tenía dinero suficiente para pagar su fianza, pero ahora Verosika si lo tenía. Y podía sacarlo de ahí con mucha facilidad. No obstante, nunca llegó a él.

El imp permaneció en esa cárcel sucia llena de otros delincuentes, aunque al menos tenía celda propia. No le importaba estar ahí compartiendo su miserable existencia con otros desgraciados, pero estaba mordiendo los barrotes por la abstinencia de cocaína. En algún momento, se dio cuenta de que su necesidad de droga en sangre lo estaba afectando, volviéndolo paranoico y haciéndole tener pesadillas, terrores nocturnos y unos síntomas físicos que jamás creyó tener.

Carajo, ¿así se sentía dejar de drogarse? Era un maldito infierno, valga la redundancia. Estuvo como dos semanas vomitando y sufriendo de fiebre y temblores fuertes dentro de su celda, sentía que se estaba muriendo, solo bebía agua para vomitarla eventualmente.

Ya no podía seguir así, tirado en el piso de su celda con su uniforme carcelario hecho mierda y agonizando todos los días. Estar sobrio y pasar por esa abstinencia lo estaba destruyendo. El remedio era mil veces peor que la enfermedad.

Extrañaba más a la droga que a Verosika, para ser honesto. No había planeado dejar de consumir tan rápido, todo eso estaba sucediendo en contra de su voluntad porque nadie en esa jodida cárcel quería brindarle un poco, solo un poco, de cocaína.

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