Ella era preciosa, la niña más hermosa que sus ojos observaron jamás. Tenía el pelo castaño, sus ojos tenían herectrocromia como su madre, pero la forma de su cara y ojos, junto con la nariz eran suyos. Era una perfecta combinación entre ambos.
Nunca creyó que sería tan feliz como en ese momento. El hecho de saber que la hija que tenía la mujer a la que amaba, también era suya lo había hecho elevarse hasta las nubes.
Seis años, se había perdido seis años de su vida. Miriam no lo había buscado en ningún momento y aunque le doliera en el alma que no lo hubiera hecho, tenía que reconocer que el mismo se lo había buscado. Juro no perderse ni un momento más de su vida y por eso mismo había comenzado a grabar el recital de ballet en el mismo momento que Evelyn apareció, se sentia extremadamente orgulloso cuando, encantado observo a su hija bailar su solo. Anoto mentalmente contratar a una maestra de ballet particular para ella, si Evelyn quería dedicarse a esto cuando creciera el no escatimaria en gastos para apoyarla.
Solo dejo su celular cuando el recital había terminado. Se paro de su asiento y camino hasta el punto donde Miriam lo había citado para presentarlos. Por un momento se sintió de nuevo como si estuviera en el colegio, estaba nervioso por su primer encuentro.
No pasaron muchos minutos antes de que las dos personas más importantes de su vida aparecieran en su vista. Miriam y Evelyn caminaban de la mano, realmente parecían madre e hija y el deseo con todo su corazón poder estar a su lado en esos momentos completando su hermosa imagen familiar.
Miriam lo miro con la misma sonrisa que llevaba siempre consigo y el deseo que esa sonrisa fuera de verdad. Su bloqueo emocional lo tenía sumamente preocupado, pero poco podía hacer, si el mismo era una de las razones principales que la llevaron a sufrir dicho bloqueo. Sus ojos rápidamente se desviaron hacia la niña que colgaba de su mano. Era tan hermosa, simplemente era perfecta. Quería abrazarla, mantenerla segura entre sus brazos a ella y a Miriam, pero se contuvo. No quería que su hija se asustara con su entusiasmo y Miriam lo rechazaría sin dudar, como llevaba haciendo todos esos meses.
—“Tú te lo buscaste. Sabes perfectamente el porque ella te trata como aún extraño. No te quejes Alexander ” — Pensó con amargura. Rápidamente se deshizo de esos pensamientos que solo lo conducirán a su miserable tristeza y se concentro en las dos chicas frente a el.
—Alexander que bueno verte — Escucho decir a Miriam. Alexander la observo y su corazón se estrujó de dolor. Su sonrisa tan perfectamente feliz, se había ido como un soplido ante su presencia. Cómo el ya sabía de la niña, Miriam ya no sintió la necesidad de seguir fingiendo frente a el, su bloqueo emocional era libre de mostrarse frente al hombre — Cariño, ¿Recuerdas de lo que hablamos hace unos días? — Pregunto en voz baja y suave a la niña a su lado, quien no quitaba la vista del hombre — Te presento a tu papá. No seas tímida anda dile como te llamas.
Miriam le dió una pequeña palmada a su espalda, para que su hija tuviera el valor de dar aún paso al frente. Pero para su enorme consternación, Evelyn se aferró a ella como si no hubiera un mañana. Ambos adultos se quedaron perplejos.
—¿Pequeña? — Pregunto Miriam con calma rodeando a su hija en un amoroso abrazo, transmitiendo le seguridad con su gesto — ¿Que tienes mi amor? ¿Pensé que querías conocer a tu papi? — Susurro suavemente a su oído — No tienes de que preocuparte, nada malo te pasará, en tanto estemos juntas. Mira Eve, tú papá quiere conocerte, se lo prometiste a don bigotes.
Alexander frunció el seño. ¿Quien demonios era don bigotes?.
—¡NO! — Grito la niña obstinada separándose del abrazo de su madre — ¡Yo no tengo Papi, el nunca me quiso! ¡Solo tengo a mami!
Y sin más se soltó de los brazos de su madre y corrio detrás de unos carros a esconderse de ambos adultos.
Alexander quiso ir tras ella preocupado por su reacción, pero la mirada de Miriam lo dejo clavado en su lugar.
— Yo iré, tú quédate aquí.
Dió media vuelta y aún paso tranquilo se acercó hacia el escondite de su pequeña. Con Alexander siguiendo sus pasos silenciosamente.
—¿Eve? ¿Qué paso ahí atrás?
—Nada...
—¿Nada? Pues que yo sepa la nada no te hace esconderte ¿O sí hermosa?
—...
—Evelyn, si no dices que te pasa yo no puedo ayudarte corazón.
—... Papá y mamá no se llevan bien... Por eso Eve no tiene un papi, por qué no la quiere.
—¿Quien te dijo eso?
—La mami de Aurora...
—¿Fue cuando salí a comprarte un jugo?
—... Sí...
—Cariño, aún hay muchas cosas que no entiendes por qué aún eres muy joven para hacerlo, cuando crezcas lo entenderás, pero no debes escuchar a las personas que buscan hacerte sentir mal.
—Pero ella dijo, que los papás se aman y por eso están juntos. Si ellos están separados es por qué se odian, también a los hijos por que no son suficientes... O algo así me dijo...
—Mira mi amor. No todos los padres se llevan bien, pero independientemente de los problemas que tú Papi y yo podamos tener, tú eres libre de pasar tiempo con el. Yo no te lo voy a prohíbir, los problemas entre tu papá y yo, son problemas de tú papá y yo y tú pequeña damita no eres participe de ellos. Si tú quieres abrazar a tu papá eres libre de hacerlo, yo no me voy a enojar.
—¿En serio?
—En serio. Para tú papá y para mí tú eres lo más importante y el te querrá tanto como yo a ti.
—¿De verdad?
—De verdad — Confirmo Alexander saliendo de su escondite — Tú eres mi mayor tesoro Eve, “Junto con tú madre — Se atrevio a pensar, sin tener el valor de confesar — ¿Me dejas darte un abrazo?
Alexander abrió los brazos dejando aún lado el pequeño peluche que llevaba en su manos, esperando ser abrazados por su pequeña hija. Evelyn miro aún dudosa a su madre, pero cuando ella asintió con la cabeza no dudo en lanzarse en los brazos de su padre.
—¡Papi! — Grito y emocionada se abalanzó sobre el llorando por la felicidad. Alexander la envolvió en un tierno abrazo, besando en repetidas ocasiones su pequeña cabeza. No quería soltarla jamás.
—Bueno yo me voy, hoy es un día solo para ustedes dos. Eve pórtate bien ¿Si? — La niña asintió con la cabeza aún entre lloriqueos, siendo tranquilizada por su papá. Alexander la miro y quiso pedirle que se quedara con ellos, para que pasaran un rato en familia, Pero su fuerte mirada lo detuvo. Miriam siguió con su camino cuando dejo claro su mensaje implícito.
—“Entraras en su vida, no en la mía ” — Recordo con amargura.
Por ese día decidió que solo lo pasaría con su princesa. Ya tendría tiempo después de lamentarse sobre su vida y su bien merecido desprecio por parte de Miriam.
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Multiverso De Historias
RandomPequeñas historias, de diferentes universos, todo se relaciona al mismo tiempo que nada coincide, con humor, drama, romance y acción, encontrar las soluciones a tus problemas no siempre es fácil y divertido aún así veremos cómo estos personajes encu...