El pasado siempre vuelve.

Capítulo 1

Hoy el día está nublado como la mayoría de los días desde que Freya y su familia se trasladaron a un pueblo remotamente lejos de la ciudad, los días nublados y lluviosos son constantes. Las casas se ven grandes y altas, sus fachadas son de piedra y los tejados negros, en invierno están blancos por la nieve que los cubre y en verano mojados por las lluvias constantes, algo que aunque no quiera admitir delante de sus padres, le gusta, especialmente ver como los rayos iluminan el cielo y luego se oyen los truenos. El pueblo está rodeado por un espeso bosque, las copas de los pinos se ven grandes, el sonido de los pájaros es lo único que se oye en el silencio entre esas ramas y zarzas.

El olor a café de la planta baja llega hasta su habitación y sin quererlo se estira y se levanta de la cama, le gustan las mañanas en las que su madre prepara café, las cortinas se mecen con el poco aire que entra por la ventana entreabierta se pone las zapatillas y termina de abrir la ventana para que se termine de ventilar la habitación, el aire golpea su cara y el olor a tierra mojada llega a su nariz y sin quererlo cierra los ojos escuchando el sonido de los pájaros. 

Con el poco ánimo que tiene baja las escaleras observando cada espacio de su casa desde hace apenas un mes; no se esperaba el cambio tan grande que decidieron sus padres, no después de esa noche, pero sin avisar tuvo que hacer las maletas y recoger las cosas que tenía para venirse a un pueblo dónde apenas había gente, y aunque ha intentado por todos los medios decirle a sus padres que no era una buena idea, no ha conseguido convencerlos, aunque lo siga intentando sus padres saben que ahí estará a salvo, de momento.

— Buenos días Freya — la voz de su hermano se escucha desde la cocina.

Al entrar los ojos de Aren, su hermano, la miran.

Aren es un chico alto, sus ojos oscuros son como dos pozos sin fondo, su pelo rubio recogido en coleta en la nuca, a pesar de ser hermanos no se parecen en nada; a este le gusta ver deportes, perderse con su amigos y hacer cosas, la idea de mudarse le gustó ya que el sitio dónde están tiene a sus amigos,  hubo un tiempo que tuvo que irse fuera por estudios, lo que le llevó a conocer a su grupo de amigos; le comentó a sus padres y ellos sin pensarlo dos veces aceptaron la oferta, que podría pasar.

Freya se sienta en la silla y el gato pasea su cola por delante de su cara  maullando reclama su atención lo coge y después de darle los mimos que exige lo deja en el suelo junto al perro.

Aren se encontró a Medusa e Infierno y los trajo a casa; Medusa es blanco y peludo, un poco gruñón, aunque de vez en cuando reclama unos pocos mimos, en cambio Infierno es un perro grande y negro como la noche, le encanta que le rasquen y le den mimos; los dos estaban en la calle juntos,  una mañana llegó con ellos en una caja y desde entonces los dos se han vuelto esenciales en sus vidas.

— Buenos días — dice Kaira, la madre de los chicos.

Freya la observa y sonríe, su madre es una mujer alta, tiene el pelo negro por encima de los hombros y unos ojos azules tan claros como el cielo a pesar de ser una mujer seria su sonrisa es agradable, es igual que su hijo, le encanta hacer cosas y juntarse con gente, aunque también aprecia sus ratos de soledad.

— Hoy tu hermano irá a recogerte al instituto, papá tiene un viaje y lo tengo que llevar a la ciudad para que coja el tren — dice su madre poniendo un plato de tortitas y chocolate encima de la mesa— date prisa Freya en dos horas tienes que estar en el instituto.

Sin decir nada empieza a comerse el desayuno.

El pueblo a pesar de ser pequeño tiene lo necesario para la gente que vive  ya que ir a la ciudad más cercana les lleva mucho tiempo, en la misma calle dónde viven hay una pequeña panadería allí Freya siempre que puede pasa las tardes ayudando a la dueña, los fines de semana suele ir temprano para ayudarle a hornear el pan y entre semana suele hacer el reparto a la cafetería del pueblo, una pequeña cafetería donde hacen un café riquísimo.