Capítulo 6: Pesadilla

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Luego de esa noche, pasó un mes. Mía de Álzaga le había hecho la cruz a Patricio Sardelli. Era el innombrable, incluso Sol tenía miedo de nombrarlo.

Afuera envió el mensaje Mía.

Sol le abrió a su amiga, viendo como un Mercedes Benz A200 negro tocaba bocina antes de irse.

—¿Y ese? —preguntó la rubia.

—¿Quién? —se hizo la boluda.

—El del Mercedes.

—Ahh, es Mateo.

Entró a la casa con rapidez para evitar las preguntas de su amiga, pero qué sorpresa se llevó al encontrarse a alguien en el sillón.

Guido Armido, en la casa de Sol Valdés.

—¡Mía! —se levantó Guido para saludarla— Qué lindo verte.

—Me colgué en avisarte —se rió nerviosa Sol—. Vino a traerme algo.

Mía lo saludó, aparentando tranquilidad, pero por dentro estaba gritando. Lo último que sabía sobre aquellos dos fue que tras finalizar el desfile, Guido había terminado su noche en la casa de Sol.

Con el termo listo, Mía preparó la mesa mientras servía las facturas que había llevado. Sin embargo, sentía la mirada de Sol en la nuca.

—¿Y? ¿Te pensás hacer la boluda todo el día? —le dijo la rubia.

—La verdad, sí —admitió Mía.

Sol le tiró un almohadón del sillón.

—¡Pará! —exclamó Mía, cagándose de risa— ¡Guido controlala!

Guido se rió mirando a Sol que estaba a punto de tomar otro almohadón. La abrazó de la cintura, frenándola.

—¿Qué hacías con Mateo Márquez? —interrogó Sol.

—Nada —mintió Mía.

—Che, me voy yendo... Siento que estoy re de más acá —murmuró Guido.

—No, necesito que controles a la bestia —contestó Mía.

—¡Mía!

—¡No pasó nada, bola! Me lo crucé afuera de la oficina y... pintó almorzar juntos. Después me llevó a casa. Y justo me dijiste de venir acá así que se ofreció para traerme.

—Ah, un amor —acotó Guido.

—Sí, un amor, un creído y un banana —añadió Sol—. Y los pajaritos dicen que le da a la fafa como cajón que no cierra.

—No es tan banana. Y si se falopea, ¿qué? —lo defendió Mía. Pero era indefendible— En fin, hoy salgo con él.

—¿Eh? —exclamó Sol— ¡Pero si es un fantasma! ¡Lo vivimos descansando!

—Ni que me case con él, solo vamos a tomar algo. Me hace reír.

—¿Sabés quién te puede hacer reír mucho, guachita? —habló Guido.

Mía miró al rubio Sardelli, con la ceja alzada. Sol miró al piso para que no se vea su sonrisa.

—Mi hermano —le sonrió el rubio, con esa sonrisa.

—¿Gastón? —cuestionó Mía— Es lindo. Me quedé con ganas de conocerlo, la verdad.

—¡Mía! —exclamó Sol.

Mía se llevó una medialuna a la boca, disfrutando la escena. Le había sacado la ficha a los dos rubios, ya que, durante esas tres semanas, Sol le tiraba alguna que otra indirecta.

𝐓𝐔𝐘𝐎 𝐒𝐈𝐄𝐌𝐏𝐑𝐄 - 𝐏𝐀𝐓𝐑𝐈𝐂𝐈𝐎 𝐒𝐀𝐑𝐃𝐄𝐋𝐋𝐈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora