Capítulo 4: El desfile

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Mía De Álzaga envolvió su cuerpo en una bata y terminó de escurrir las gotas de su cabello con el toallón.

—¿Preparaste el agua? —sonrió Mía, besando su mejilla.

—Y unas tostadas —contestó Marco, untando el dulce de leche.

Marco Otegui. Un tenista uruguayo tan alto como un edificio y morocho de ojos oscuros. Eran grandes amigos, salían a bailar, viajaban juntos, compartían almuerzos y cenas.
Pero lo que caracterizaba su amistad era... el sexo. Nunca algo romántico había sucedido entre ellos, aunque les resultaba muy gracioso ver a la prensa especular sobre su relación.

—¿A qué hora tenes el evento? —preguntó Marco, pasándole el mate.

—A las cinco tengo que estar allá —contestó Mía.

—Te llevo.

—¿Sí? Gracias. Te vas a tener que fumar un par de horas más ahí antes de que empiece el desfile, pero pasa rápido.

El morocho miró a su amiga con los ojos muy apenados y ella entendió qué significaba, pues él debía volver a Montevideo.

—Te dejo a vos y voy directo para aeroparque —explicó Marco, cabizbajo.

—¿Y esa carita? —rió Mía con ternura— No estarás así de triste porque no podes venir a verme, ¿no?

—Siempre que esté en Buenos Aires y no pueda ir a uno de tus desfiles voy a estar del orto.

—¡Mi vida!

Mía se incorporó de la silla hasta abrazarlo con fuerza y despeinar su cabello oscuro, tal como le molestaba.

—Bueno, bueno.

Ella se alejó de él al oír su queja. Ninguno de los dos era muy cariñoso físicamente... pero muy en el fondo disfrutaban esos abrazos repentinos.

—¿Tan seco vas a ser? —rió ella.

—No, me voy a dar una ducha.

Ese día Mía se mantuvo pegada al sillón viendo Sex and the City... hasta que Marco la pasó a buscar. Sol iba a ir un poco más tarde así que no se les unió.

—Escribime apenas aterrices, ¿sí? —le sonrió Mía, besando su mejilla— Y buen viaje.

—Dale. Veni.

Marco la acercó y la envolvió con sus brazos, para besar su frente. Y Mía se contuvo a descansarlo, para bajar del auto.

—¡Dolce & Gabbana me espera! —exclamó nerviosa.

—¡Arrasala, nena! —gritó Marco por la ventana, arrancando— ¡Me encantas!

Las horas se sintieron infinitas. El primer maquillaje era muy tenue, con colores neutros y nada llamativo. Mía se miró en el espejo, escuchando el aplauso de la gente. El desfile estaba comenzando.

—Más hermosa imposible —apareció Sandra, la organizadora del backstage. Mía le sonrió—. Salís ahora, Gonzalo quiere que abras vos.

Gonzalo, su jefe y presentador del desfile. Dolce & Gabbana exponía su nueva colección llena de elegancia, sedas, sensualidad y... más elegancia.

—¿Dónde carajo estabas? —exclamó Mía al ver a Sol llegar.

La rubia corrió hacia ella, con la ropa y el maquillaje listo, para darle un beso en la frente.

—Después te explico... ¡Ya tenes que salir! ¡Chau!

Ese fue el envión para Mía. El reflector apuntó en su dirección y ella comenzó a hacer lo que más le gustaba hacer... Caminar por la pasarela.
Sus movimientos eran delicados y a la vez demandantes, la audiencia siempre quedaba a sus pies. Al final de la pasarela posaba levemente para las cámaras, sintiendo todos los flash impactarla.

En la siguiente ronda caminó justo detrás de Sol que llevaba un vestido de seda verde oscuro, mientras ella vestía un vestido negro largo con la espalda descubierta.

—¡Espléndidas como siempre! —les dijo Gonzalo—. Hicimos una modificación... Ahora usarán estos vestidos.

Mía abrió los ojos al ver el vestido que le estaba dando. Un vestido corto de paillette plateado, con tanto brillo que se veía hasta con los ojos cerrados. El vestido de Sol era un azul tan brilloso que dejó a la rubia enamorada.

—Y los van a usar en la cena. ¡Dale, apuren! —las apuró el hombre al verlas tan perdidas.

—¿Y si nos vamos y dormimos los vestidos? —susurró Sol.

—Banco —rió Mía, antes de salir a la pasarela.

El diseñador salió a saludar, las luces poco a poco se prendieron y el desfile había terminado. Ahora continuaba la cena del evento, para los que fueron parte y a algunos invitados.

—¡Acá estás! —le dijo a Sol— ¿Me acompañas al baño antes de ir al salón?

—¿Vos no viste quiénes estaban sentados en el desfile? —le preguntó Sol, enloquecida.

—¿Eh?

—¿Me decís en serio?

Mía se retocó su brillo labial antes de mirarla sin entender nada.

—Dale boluda, deja de estirarla.

—¡Están los Airbag! Gastón, Pato... ¡Guido!

𝐓𝐔𝐘𝐎 𝐒𝐈𝐄𝐌𝐏𝐑𝐄 - 𝐏𝐀𝐓𝐑𝐈𝐂𝐈𝐎 𝐒𝐀𝐑𝐃𝐄𝐋𝐋𝐈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora