Capítulo 7

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-¡Chicos, ya estoy en casa! – pegué un bote enorme. El corazón se me puso en la boca en cuanto oí a mi madre entrar en casa por la puerta y salté del sofá, disparado, tan exaltado y con tanta rapidez que tiré a Tom al suelo, de boca. No me paré a mirarle y agarré lo primero que vi a mano, su enorme sudadera, poniéndomela encima con descuido. – Chicos, ¿Estáis en casa? ¿Bill, cielo?

Vi a Tom, levantándose del suelo y mirándome con cara de incertidumbre al ver que le había robado su ropa. Le señalé, histérico, la puerta de la cocina y él frunció el ceño, tirando de su sudadera, la que tapaba la desnudez de mi torso plagado de chupetones y por si fuera poco, tatuajes. Le pegué una patada baja que quería dirigir hacía su vientre, pero al ver su cara pálida y como cerraba los ojos con fuerza, maldiciéndome por lo bajo y encogiéndose adolorido, me di cuenta de que por desgracia para él, le había dado un poco más abajo.

No me paré a pensarlo. Me levanté y aprovechando su escasa guardia y su "incapacidad" para replicar, lo empujé hacía la cocina y cerré la puerta de golpe.

-¡Bill, cielo!

-Hola mamá. – intenté sonreír, sudando a chorros al verla aparecer cargada de bolsas que depositó en el suelo después de dirigirme una mirada de extrañeza. - ¿Cómo es que has llegado tan temprano?

-Oh, lo tenía todo planeado para este día cariño y me he pedido el día libre. He ido a comprar algunas cosas para la cena de hoy, será especial. – miré las bolsas sobre el suelo con una ceja alzada.

-¿Qué celebramos?

-Que Tom está aquí y... ¡Gordon va a venir ha cenar esta noche! ¿No es genial? – entorné los ojos, no muy contento por la noticia, la verdad, pero al ver la expresión de felicidad de mi madre, no pude hacer otra cosa que sonreír.

-Genial mamá. Será... increíble. ¿Necesitas que te ayude en algo? – mi madre se quedó parada frente a mí, con las bolsas de nuevo en las manos cuando entornó los ojos, observándome fijamente. Parecía extrañada y sorprendida y eso me hizo tragar saliva, nervioso. Mi madre siempre había sido tan astuta como despistada, un lince para ciertos asuntos, como saber cuando mentía y cuando decía la verdad y acordarme de ello, me hizo empezar a sudar cuando se me acercó lentamente, con cara de preocupación. - ¿Qué... que pasa? – de repente, frunció el ceño.

-Bill... – rara vez me llamaba Bill y no utilizaba un apodo cariñoso y eso significaba que estaba enfadada. Oh, dios... no... - ¿Qué has hecho? – el corazón volvía a latirme desbocado a causa del nerviosismo. ¿Nos había descubierto? Joder, me tomaría por loco, por depravado, por cerdo. No me volvería a dirigir la palabra en la vida. Me echaría de casa o peor, ¡Me metería en un psiquiátrico! – Cariño... bueno, supongo que es normal. Estás en la edad después de todo.

-¿Qué? – fue lo primero que dije en cuanto tuve suficiente conciencia como para reaccionar. Mi madre se mordió la lengua, azorada de repente, cortada.

-Bueno, supongo que ya eres mayorcito como para saber donde te metes, pero ten cuidado. Mantener relaciones sexuales a tu edad... es un tema delicado.

-¿¡Qué!? – mi madre sonrió, como si lo que acabara de decir fuera lo más normal del mundo. Llevó una mano de repente hasta mi hombro y noté la frialdad de su piel sobre la mía. La sudadera era tan grande que se me caía y me dejaba al descubierto el hombro izquierdo, escurriéndose por él. Se me veían los chupetones y en cuanto me di cuenta, me aparté de un salto de mi madre y me coloqué bien la sudadera. Sentí las mejillas arder y mucha vergüenza ante la risita divertida de mamá.

-Cielo, lo comprendo. A tu edad yo también actuaba así. De esa forma acabé teniendo dos preciosos gemelos. Sólo te digo que tengas cuidado. ¿Estarás usando preservativos, no?

Muñeco By Sarae // Primera Temporada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora